Muy interesante el debate entre el camarada Manuel Sutherland y Felipe Pérez Martí (a través de la lista de correo electrónico Qué Hacer), en relación con la propuesta de una Central Estatal Única de Importaciones (CEUI). Hemos seguido con atención la idea de la CEUI, impulsada por Sutherland, y nos parece estupenda para la estatización del comercio exterior. El aporte que hacemos, desde esta trinchera, es que la CEUI vaya de la mano con una política de eliminación del dólar como referencia y se hagan transacciones comerciales en las monedas locales de los proveedores. En un principio, el ALBA y el Mercosur serían los escenarios “experimentales” y más tarde, socios como China y Rusia. En el mismo sentido, el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) debería impulsar, con el apoyo de Venezuela y otras naciones del mundo en desarrollo, la implementación de una cesta de monedas que desplace la hegemonía del dólar estadounidense. Dicha canasta incluiría el bolívar venezolano, desde luego.
En el ámbito del análisis de Felipe Pérez Martí, titulado “Propuesta cambiaria para salir de la crisis”, por demás muy extenso, nos llama la atención que se omita el hecho de que el bolívar fue, durante gran parte del siglo XX, una moneda muy estable y aceptada como medio de pago en cualquier recoveco del orbe. C’est-à-dire, hasta 1983 nuestro bolívar era uno de los signos monetarios más fuertes del planeta. ¿Por qué? Evidentemente, porque la economía petrolera (rentista, claro) de nuestro país así lo permitía. Que eso era bueno o malo, pues ello daría para otro kilométrico análisis, pero así fue por bastantes años: el bolívar gozaba de confianza y prestigio a escala internacional. Punto. ¿Por qué no retomar ese liderazgo ahora? Quedarse en la mera discusión del inorgánico dólar es hacerle el juego al enemigo: lo revolucionario sería combatir su dictadura global y proponer un sistema verdaderamente democrático donde varias divisas puedan ser utilizadas en el comercio internacional. Para nadie es un secreto que los “Benjamines” han sido vapuleados en su credibilidad y que –tarde o temprano- un inevitable “default” de Estados Unidos detonaría las ya frágiles bases del icono imperial. Por el contrario, nuestro bolívar tiene como respaldo las reservas de crudo más vastas del mundo y cantidades abismales de oro, verbigracia. De facto, el bolívar sería –en el marco de la Segunda Gran Depresión Capitalista- la moneda más sólida de “la gran esfera azul”.
Otra de las cosas que nos inquieta, del ensayo de Pérez Martí, es el ejemplo ofrecido –para explicar la supuesta “sobrevaluación” del bolívar- en los puntos 52, 53 y 54:
“Supongamos que una cesta de mercado, que incluye carne, arroz, caraotas, huevos, harina de maíz, jabón, papel toilet, etc., nos cuesta 1000 bolívares en Venezuela, pero cuesta 77 dólares en Estados Unidos (…) Para ver cuántas cestas nacionales necesito para obtener esa cesta de Estados Unidos, que es lo que hemos definido como tipo de cambio real, hago lo siguiente: Me coloco en Estados Unidos, con la cesta de mercado. La vendo, y obtengo 77 dólares. Luego me vengo a Venezuela, y con esos dólares compro bolívares a 6,30. Obtengo 485 bolívares. Con eso, voy a comprar la cesta al supermercado venezolano. Como veo, no obtengo la cesta completa, sino solo 485/1000= 0,48, casi la mitad de la misma (…) En términos inversos, necesito menos de una cesta venezolana para comprar una cesta en Estados Unidos: es muy barato importar a la tasa de cambio nominal oficial. Eso es lo que se llama “sobrevaluación”: el tipo de cambio oficial vale más de lo que debería valer en términos de dólares por bolívar (o, en otras palabras, el tipo de cambio está más bajo de lo que debería estar en términos de bolívares por dólar)”.
El ejemplo está muy bueno, sólo por un detalle: se omite de manera anti-dialéctica el verdadero contexto de los precios en Venezuela. La hipotética cesta de mercado (en realidad es un recipiente repleto de productos básicos de alimentación) cuesta Bs. 1.000 debido a los márgenes de especulación de la clase empresarial y comerciante de nuestro país, no porque de verdad la cesta valga eso. De hecho, si los productos están manufacturados en Venezuela con materia prima vernácula, los pretextos de “la devaluación” y “el dólar paralelo” son una vulgar falacia que esgrimen los ladrones de acá. Otra cosa: no es lo mismo una cesta de mercado comprada en Excelsior Gama que una adquirida en Mercal (la primera tiene el máximo de carga especulativa en los importes). He allí otra falla de la analogía. ¿Cuál es el problema? Que las estructuras de costos en Venezuela están distorsionadas de manera ABERRANTE y por ello los productos nacionales se perfilan tan caros, a pesar de las regulaciones de precios. Por lo general, el margen de ganancia en EEUU está entre 15 y 30%, como en casi todo el planeta. En cambio, en Venezuela, desde 1983, ese baremo se ha disparado a guarismos “pornográficos” que oscilan entre el 500 y el 1.000%. Por lo tanto, la fulana “sobrevaluación” del bolívar queda en entredicho –con el ejemplo de la cesta de mercado- porque las estructuras de costos en EEUU y Venezuela son diametralmente opuestas. El problema no es el mito de que tengamos un dólar muy barato, ¡no! El asunto es que los índices de especulación en nuestra economía no tienen paragón con ninguna otra región de la Tierra. ¡Así de simple! Y para explicar ello no sirve el discurso de que “en nuestra economía hay más especulación porque hay poca producción”. ¡No! Si ello fuese verdad, ¿por qué durante la Venezuela Saudita (esa de la “economía de puertos”) la especulación y la inflación eran fenómenos imperceptibles?
Otro ejemplo que traemos a colación es más descarnado. Tiene que ver con los artículos importados que se venden en Venezuela: desde suplementos nutricionales hasta una consola PlayStation 3. Veamos. En enero de 2013, un suplemento nutricional de la marca “GNC” costaba, en el Centro Sambil de Caracas, Bs. 1.800 ($285,71). Pero, ¡oh sorpresa! En Amazon, el mismo producto con igual peso (1.363 gramos) estaba marcado en $18,00 (Bs. 113,4). Ya a principios de 2013, los delincuentes de acá cotizaban los productos foráneos calculados a una tasa de Bs. 60 por dólar, cuando “el negro” rondaba –según ellos- los Bs. 15. Increíble, ¿no? Por cierto, estamos hablando de venta al detal (con respecto a Amazon), porque sabemos que estos LADRONES compran al por mayor en el exterior (¡o sea, más barato que en Amazon!) y con dólar CADIVI. Insólito, ¿no?
En diciembre del año pasado asesoramos a una amiga en la compra de una consola PlayStation 3. Ésta, en eBay, tenía un importe de 273 dólares (Bs. 1.173 al cambio de Bs. 4,30). Con envío y todo salió en 393 dólares (Bs. 1.689). Luego, al arribar a Venezuela, se cancelaron Bs. 500 en impuestos al SENIAT. El total: Bs. 2.189 ($ 509). Sin embargo, ídem dispositivo ya valía, en las tiendas de Caracas, Bs. 6.000 ($1.395 [¡!] al cambio de Bs. 4,30). ¿Libre empresa?
El último “show” fue cuando un familiar cercano llegó a casa con un producto para limpiar topes de cocina de cerámica, llamado “Cerama Bryte”: un frasquito de 511 gramos. Pues, esta persona había pagado Bs. 490 ($77) en Mercado Libre (donde aparentemente todo es más asequible) por adquirir el fulano “Cerama Bryte”. Para nuestra sorpresa, en eBay, la presentación más grande del líquido “mágico” (28 onzas, 794 gramos) costaba $12,77 (Bs. 80,45).
Lo pretérito no tiene explicación ni excusa de ningún tipo: márgenes de “ganancia” que sobrepasan con creces el 300% y que son un insulto a la inteligencia. Las típicas excusas de “el paralelo”, “el negro”, son pura superchería mercadotécnica. ¡Sólo nos quieren ATRACAR y punto! En Estados Unidos, país que idolatran tanto quienes ejercen la usura con total desparpajo en Venezuela, esas “joyitas” irían a la cárcel de inmediato. Por ende, las penas de prisión para el acaparamiento y el lucro desmedido, deben ser modélicas e implacables.
Para finalizar, volvemos al “affaire” inicial de la CEUI. La centralización de las importaciones, a nuestro parecer, debe ir acompañada del reimpulso del bolívar como medio de pago en la arena internacional, del intercambio comercial a través de las monedas locales y de la creación de una cesta de divisas que sea una alternativa viable al devaluado billete verde de los yanquis. Es nuestra humilde opinión.
P.D. En el punto 57 de su artículo, Felipe Pérez Martí afirma:
“[…] (a la gente del exterior no le motiva comprar los productos producidos [sic] en Venezuela) […]”.
¡Claro! Si las estructuras de costos están DISTORSIONADAS, ¿cómo va a ser atractivo? Cuando los “empresarios” locales dejen de inflar sus márgenes especulativos, sus productos serán más “competitivos” fuera de Venezuela.