Un poco de antecedentes monetarios: Hubo un tiempo cuando el trueque daba cuenta de las transacciones entre personas de una misma comunidad y entre comunidades. Se probó un gran número de mercancías que fungieron de equivalentes confiables las cuales fueron finalmente reemplazadas por el oro y otros metales. Así surgió la idea de dinero no fiduciario
El oro resultó ser la mejor opción, aunque meramente técnica. Se determinaba el costo de extracción y acuñación de las monedas de oro, por ejemplo, y las monedas, hechas dinero, con alícuotas de oro que se traducían en un amplio menú de opciones cambiarias correspondientes a otro menú de posibles precios de las variadas mercancías. Estas monedas de oro o plata servían para pagar, para medir el valor de las mercancías en general, y como depósito de riqueza personal o empresarial, salvo que ese oro se usara como materia prima para otras mercancías preciosas.
Precisemos que con estos metales preciosos se manejaba monedas con valor intrínseco lo cual traducía auténticos trueques de valores físicos de cualesquier mercancías-como valor de uso-por la mercancía dinero o porción de oro pesado y aquilatado según leyes cambiarias. Digamos que cuando el dinero ha tenido respaldo en oro y plata se sigue intercambiado mercancías mediante el trueque.
La aparición del dinero como forma de pago propiamente dicho está reservado a la moneda fiduciaria. Tales son los casos del dólar y de nuestro bolívar[1]. Y es precisamente la confianza en las monedas, en el dinero emitido por el Estado, lo que permite que los precios tasados con arreglo al dinero usado para medir el valor o precio de las mercancías gocen de estabilidad. Esta confianza está regida, a su vez, por el volumen de oferta dineraria y su correspondiente demanda de bienes de consumo
En el caso actual, el ingente volumen de consumidores que son solventes sin un aporte considerable al aparato productivo porque se trata de una población subsidiada con la renta petrolera, la misma que antes emigraba en bolsillos de pocos, se está traduciendo en una sobredemanda forzada que sumada al acaparamiento empresarial hace crisis y provoca pérdidas en el poder adquirido de la moneda del resto de la población solvente y productiva.
Súmese la masa de dinero inyectada a la demanda por concepto de la Misión Vivienda. Las obras de este tipo suelen dejar masas de dinero sin contrasprestación en bienes mantras se concluye la obra de infraestructura. Sólo al cabo de largo plazo la oferta vuelve a balancearse con la demanda sobreabultada.
Ante esa realidad, de poco sirven los ajustes de mercado, los ajustes en la paridad oficial al margen de la relación oferta-demanda. Cuando una moneda pierde confianza, se devalúa, aunque la pérdida puede tener 2 causas independientes entre sí: 1.- Que el oro u otro metal correspondiente bajen de precios, de costo de fabricación; entonces debe haber subas o bajas generalizadas de precios, según que suba o baje el precio del oro cuando este sirve de patrón monetario; 2. Con monedas fiduciarias, puede que sencillamente la puja entre la oferta y la demanda provoquen bajas o subas en el poder adquisitivo real de las monedas circulantes. En este segundo caso, la ley de la oferta-demanda entra en escena, o sea, el mercado fija los precios y consecuencialmente, devalúa o revalúa la moneda en circulación, sea ella fiduciaria o no.
En ese caso 2 nos hallamos en Venezuela. El poder de adquisición del pueblo solvente y no solvente[2] ha subido considerablemente, con un volumen creciente y sostenido ante el cual el aparato productivo nacional no ha sabido responder. Pero, esta situación, mal llamada inflacionaria, no debería ser motivo de alarma económica ni política porque se trata de ajustes del mercado por causa de desajuste entre la oferta y la demanda.
Por el contrario, hipotéticamente, es de esperarse que un crecimiento acelerado de la oferta, aun a costa de importaciones que no sólo cubran los faltantes o escasez actual, sino que sobrepujen la demanda tiene necesariamente que traducirse en bajones de precios porque sería la única manera de forzar la oferta más allá de las compras estrictamente necesarias.
En contrario, los empresarios privados, contrarios o no al gobierno, juegan a la suba de precios, no sólo mediante acaparamientos que agravan el cuadro, sino porque saben muy bien que la oferta no cubre esa ingente demanda inducida por la nueva distribución de la renta petrolera.
A estas alturas podemos inferir que la solución a la devaluación actual del bolívar no debe responder a insinuaciones malsanas por su revalorización frente al dólar que sólo responden a un mecanismo perverso de mercado dinerario que, al margen de la producción, aplica la inevitable relación dinero circulante-oferta disponible. Digamos que la solución no está limitada a confiscar mercancías acaparadas, mientras la producción no sobrepuje la demanda que sigue y seguirá creciendo mientras las concisiones laborales y salariales sigan mejorando.
Curiosamente, pareciera que las mejoras salariales han servido para alimentar mejor al venezolano y también para también para alimentar la especulación y reforzar los apetitos burgueses.
Si la producción, acaparada o no, sigue siendo insuficiente, el mercado y la oferta-demanda darán siempre cuenta de los precios en suba sin límite alguno, pero, si la producción la reforzamos, también operaría la oferta-demanda en sentido contrario.
Por ejemplo, de nada o poco serviría devaluar oficialmente el bolívar o mantener su paridad actual, y así ha quedado demostrado mediante las últimas y sucesivas devaluaciones, que han tendido a ese fin, mientras no se mejore la oferta mediante más producción o más importaciones. En cambio, es perfectamente posible revalorizar nuestro bolívar sin necesidad de revaluaciones oficiales, si dejamos que sea la producción, en el mercado, la que determine el poder adquisitivo del dinero.
[1] Sostenemos que la denominación de “bolívar” que ha privado en las acuñaciones monetarias e impresiones de billetes de banco venezolanas ha tenido como objetivo extradinerario la prostoicutución de la figura de Simón Bolívar. Efectivamente, el uso cotidiano de billetes y monedas con este nombre sólo ha servido para que el pueblo se desentienda de la imponderable importancia de uno de los hombres más conspicuos que ha tenido la humanidad civilizada. No en balde, su figura histórica y política ha podido ser reivindicada por otro insigne venezolano, el recientemente fallecido Hugo Chávez.
[2] La demanda insolvente tiene su contrapartida en una reducción de la producción, pero en el caso venezolano actual toda la población está yendo al mercado, aun la insolvente desde el punto de vista productivo. Efectivamente, el Estado ha estado de muy buena fe dotando de poder adquisitivo hasta los desempleados, a los ancianos, lo cual introduce un elemento distorsionador en el mercado de bienes y en el dinerario ya que, en nuestro caso, se trata de una renta petrolera que no se traduce todavía en una producción óptima de bienes necesarios. Antes, durante la 4ta república, la renta era drenada al exterior, no había subsidios pra la mayoría del desempleado, y por esa razón la producción no hacia crisis por pequeña que fuera. Por esa razón, los empresarios solían malbaratar la producción para mantener precios elevados. En nuestro caso actual, el acaparamiento no es la causa principal del desabastecimiento, sino nuestra insuficiente producción o importación.