El próximo 8 de diciembre se celebrarán las elecciones municipales en nuestro país y también se cumplirá un año de las célebres palabras de despedidas; en cadena nacional de radio y televisión, del Comandante Supremo de la Revolución Bolivariana Hugo Chávez Frías.
El gobierno nacional ha decretado ese próximo 8 de diciembre como la celebración del Día de la Lealtad y el Amor a Chávez. No podía ser de otra manera.
Recordemos a ese Comandante del sábado 8 de diciembre de 2012.
Desde el palacio de Miraflores y antes de partir para Cuba a su último tratamiento médico, con sus inflamaciones y dolores a cuesta, en cadena nacional, el Comandante dejó sembrada para siempre las palabras de un ser humano extraordinario, un luchador y revolucionario a toda prueba, un dirigente político y una estratega que se empinó, como el Libertador Simón Bolívar, por encima de todas las dificultades.
Es el Comandante que afronta su enfermedad —la batalla de la salud—, con “mucha mística, con mucha fe, con mucha esperanza, con mucha dedicación en lo individual, en lo familiar y en lo colectivo” y enfrentando las “manipulaciones y las miserias” de los hombres mediocres, en términos de José Ingenieros, que bajo el escudo de la autodefinición de ser humano son más bien bestias-monstruos andantes.
Habló de la nueva era latinoamericana, del continente dormido que se levantó y empinó a finales del siglo XX, la llamó “la llamarada, el fuego sagrado, el lázaro colectivo”
Ese Comandante entendió y defendió el ser colectivo y por eso la Revolución Bolivariana ya “no depende de un hombre” tiene “un liderazgo colectivo que se ha desplegado por todas partes” porque “Chávez es corazón del pueblo” y se multiplicó por millones.
Es el Comandante que habla de su enfermedad, de su inflamación y de los dolores que siente y del tratamiento al cual ha sido sometido, que tiene la fortaleza y entereza de hablar de “células malignas” y que debe someterse a una nueva intervención quirúrgica.
Es un ser humano con mucha fe, que se aferra a Cristo y que nos habló de los milagros, de los que hicieron posible sus reuniones preparativas para su alzamiento militar, del milagro de llegar al 4 de febrero, después al 27 de noviembre de 1992 y del milagro del 11,12 y 13 de abril de 2002.
El Comandante que nos informa que en la nueva batalla —la batalla por la vida y contra la muerte—, hay riesgo, sobre todo por la operación, pero insiste en que ahora hay patria, que Venezuela no es la misma de hace 200 años, de hace 40 años y hace un llamado con mucha fuerza y como líder, a la unidad de todas las “fuerzas populares, la unidad de todas las fuerzas revolucionarias, la unidad de toda la Fuerza Armada” como necesidad histórica ante “los adversarios y enemigos del país que no descansan en la intriga, en tratar de dividir”.
El Comandante como estratega despejará el futuro, intuyendo lo que podía pasar con su vida, en esa batalla contra la muerte y apelando a la Carta Magna de la República Bolivariana de Venezuela, le dirá al pueblo venezolano y a todos los pueblos del mundo que “allí todo está previsto”, que a su salida del país quedará encargado el Vicepresidente Nicolás Maduro, a quien calificará como “un revolucionario a carta cabal, de una gran experiencia a pesar de su juventud, de una gran dedicación al trabajo, una gran capacidad para el trabajo, para la conducción de grupos, para manejar las situaciones más difíciles”.
Sin mayor cortapisa y sin que le brote una lágrima, seguirá diciendo “y si como dice la Constitución se presentara alguna circunstancia sobrevenida, que a mí me inhabilite para continuar al frente de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, bien sea para terminar, y sobre todo para asumir el nuevo período para el cual fui electo por la gran mayoría de ustedes, Nicolás Maduro no sólo debe concluir el período, como manda la Constitución, sino también que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total—en ese escenario que obligaría a convocar como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales— debe ser electo como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”.
“Y en cualquier circunstancias nosotros debemos garantizar la marcha de la Revolución Bolivariana, la marcha victoriosa de esta Revolución, construyendo la democracia nueva, que aquí está ordenada por el pueblo en Constituyente; construyendo la vía venezolana al socialismo, con amplia participación, en amplias libertades”.
Reafirmando su condición por siempre de bolivariano hará referencia a la frase del padre Bolívar cuando en los últimos día de su batalla física le decía al general Rafael Urdaneta que no tenía patria a la cual seguir haciendo el sacrificio pero que la Revolución Bolivariana si había construido patria y que era precisamente la que había labrado nuestro Libertador hace 200 años.
Con su espíritu jovial y de llanero, por encima de esa emboscada que le planteó la vida, entonará la canción de los soldados tanquistas de Venezuela: “Al rumor de clarines guerrero, ocurre el blindado, ocurre veloz, con celoso dragones de acero que guardan la Patria, que el cielo nos dio, patria, patria, patria querida, tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol, tuya es mi vida, tuya mi alma, tuyo es mi amor”.
Terminará sus palabras pronunciándose contra el capitalismo y su versión actual el neoliberalismo, enemigos de la patria, y abogando por la Independencia y Patria Socialista.
Que Comandante más grande, ser humano excepcional, siempre con esperanzas y profundamente optimistas.
Faltando poco tiempo para cumplirse un año de esas proféticas palabras, hace falta que ese día y todos los días se practique la Lealtad y el Amor a Chávez como uno de los mejores antídotos contra la anarquía y la desunión que amenazan seriamente a la Revolución Bolivariana.
* Sociólogo, doctor en Ciencias Sociales, profesor titular, ex-director de la Escuela Internacionales de la UCV y ex embajador en Polonia, Uruguay y Grecia