Inflaciones periódicas

El Salario Integral y la Contabilidad Burgueses

Todos los movimientos patrimoniales de una empresa burguesa pasan por asientos contables, de tal manera que los informes financieros anuales, u ocasionales como el Balance de ganancias y Pérdidas[1], son verdaderos espejos o radiografías de la conducta capitalista que el burgués asume cuando se halla en funciones de explotación fabril, comercial o bancaria.

En ese sentido, cada vez que hay una compra de medios de producción, una contrata de mano de obra o algún ajuste salarial para un trabajador, para un grupo   de ellos o para toda la plantilla de marras, automáticamente se modifica el estado patrimonial de la empresa, se modifica su inversión. También van asentándose automáticamente los ingresos por concepto de ventas y por todos los ajustes de precios de venta.

En una Venezuela como la que hemos conocido, productivamente estancada durante muchas décadas, con una oferta estrangulada por empresarios de maletín como lo han sido casi todos ellos, particularmente los formados durante la llamada 4ta. República, en esa Venezuela, decimos, el monto del valor de las compras se ha guiado fundamentalmente más por el precio facturado que por la cantidad de los bienes comprados. Tal fenómeno se conoce como inflación en caso de que su práctica se halle generalizada como ocurre durante los días de vacaciones de carnaval, de semana santa, de vacaciones estudiantiles, de Navidad.

Esa práctica inflacionista se hizo popular ante la impotencia de una clase trabajadora controlada por gobernantes y sindicalistas cuadrados 100% con el capital nacional y extranjero.

Mientras los trabajadores petroleros tenían a su alcance abastos que las concesionarias ponían a su disposición para que el obrero petrolero viera abultado su salario y se mantuviera al margen de la disconformidad social y política del resto de nuestros trabajadores, en este resto veíamos cómo, ante la menor mejora salarial, sobrevenía una alza de precios, de tal manera que paradójicamente las mejoras salariales han resultado siempre más dañinas que beneficiosas para el asalariado porque son asimiladas a inversiones que deben seguir siendo rentables[1].

 Porque, además de que cada bolívar del salario se traducía en un incremento de capital, de inversiones, que debía necesariamente generar un incremento de ganancias, los asientos contables representan, aunque falso[2], un costo indirecto del valor de la producción, de allí que esos ajustes de costo recargan los costes de contabilización.

Bien, es bueno aclarar a cuáles causas responden los incrementos salariales que inducen esas inflaciones estacionales y periódicas durante cada año. Así, en Venezuela se maneja un salario integral, pero no sólo para recoger   el pago de horas extras diarias y nocturnas, el trabajo de días no laborables, las comidas, botas, uniformes y afines. Se trata de que el salario anual recibido por el trabajador venezolano ha sido fraccionado en varias partes, de tal manera que tanto la empresa privada como la Administración Pública minimicen sus desembolsos semanales, quincenales o mensuales.

Nos explicamos: El pago de las nóminas, por ejemplo, viene mocho porque de esos salarios se descuentan de oficio varios conceptos, como seguros, el impuesto sobre la renta, además, porque se trata de un salario, llamado básico, al cual se le ha amputado una buena parte del ingreso laboral que el trabajador destina a la compra de bienes duraderos, más allá de la cesta básica semanal, quincenal o mensual: comida, transporte, divertimento, aseo, y afines.

Entonces, a ese empresariado burgués y esa Administración Pública le ha resultado muy conveniente no pagar semanal, ni quincenal ni mensualmente todo el salario merecido diariamente por el trabajador. Lo han fraccionado y luego lo integran.

Es así cómo se justifican los llamados bonos nacionales y aguinaldos que por lo general son destinados para la compra de ropa, calzado, reparaciones hogareñas, que son bienes de naturaleza duradera y no perecedera,  a diferencia de los bienes como comida y aseo que son no duraderos y hasta perecederos.

Allí, en esa contabilidad, no ha habido arbitrariedad alguna, todo ha respondido a intereses netamente capitalistas. Un salario integral acreditado semanalmente, por ejemplo, mermaría el capital circulante disponible del empresario burgués y de la Administración Pública. Los asesores o economistas vulgares de la burguesía les dieron semejantes consejas al empresario privado que los contrata, y a la Admón. Pub. para que esta economice recursos fiscales y pueda garantizar los pagos o servicios de la Deuda Pública contraídos con la banca privada.

Como si fuera poco, los salarios pagados rezagadamente, una vez al año, son asimilados a incrementos de la demanda y del circulante, cuestión que justificaría la suba ocasional de precios que ha acompañado a los días de vacaciones, de Navidad, etc. Las retenciones salariales son capitalizadas y usadas para otros destinos rentables.

 


 

[1] Hay criterios, según los cuales, ese informe debería llamarse Estado de ganancias, a secas.

[2] Véase Manuel C. Martínez M., PRAXIS de El Capital



[1] Los ajustes salariales intranuales deberían, en todo caso, ser cargados el año próximo y no el año en curso.

 



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Manuel C. Martínez


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