Siempre habrá nuevas razones para considerar acertada aquella calificación que hizo Juan Pablo Pérez Alfonzo del petróleo como “excremento del diablo”.
El petróleo es y ha sido una de nuestras grandes fortalezas, pero también de las mayores debilidades. Eso es historia conocida; abundan ensayos y tratados que sirven para que cualquiera se ilustre al respecto.
PDVSA y el petróleo que ella maneja y convierte en enormes ingresos en divisas, no sólo ha servido para financiar las exitosas misiones que han favorecido a los más necesitados; también para que sus dólares, los “vivos”, en su mayoría opuestos al gobierno, con la ayuda de “rojitos enchufados”, todavía al parecer no identificados, saqueasen a CADIVI.
Pero también sirvió PDVSA, para impulsar opiniones grupales, cuyos artículos salían en cuanto diario circulase en el país, según las cuales estábamos construyendo el socialismo, mientras gente como Víctor Alvarez, demostraba con cifras como se acumulaba intensamente el capital. Es decir, según éste, al contrario de aquellos, el camino que transitábamos no parecía conducir precisamente al socialismo. Lo que no negaba ni niega, ayer como hoy, que la renta petrolera y los ingresos derivados de la política impositiva que administra el Estado, se han estado invirtiendo como nunca antes en favor de los pobres. La sola Misión Vivienda con sus ejecutorias y metas, demuestra lo que ahora decimos, sin hablar de la labor en el campo de la educación, canaimitas, obras de infraestructura, la atención a los discapacitados, madres del barrio, ancianos y otros tantos.
La adquisición de empresas antes privadas por parte del Estado, la creación de otras públicas, lo que tuvo muchos antecedentes en Venezuela, no era motivo para afirmar que estábamos construyendo una sociedad socialista. La gran Venezuela, aquella de Carlos Andrés Pérez, que bajo la inspiración de Gumersindo Rodríguez, privatizaba todo, nos sirve para ilustrar lo que decimos. El viejo Prieto llegó a afirmar que Pérez nacionalizaría la basura y para ello crearía una empresa llamada “Basuraven”.
Es posible que haya, no voy a negarlo, como tampoco afirmarlo, que haya habido y hay algunos intentos de crear empresas bajo relaciones socialistas, como existe la buena intención de cambiar la sociedad de capitalismo a socialismo. El empeño por difundir las Comunas como “espacios socialistas”, con todo lo que eso implica, es una muy buena señal, pese los defectos que uno crea encontrar. Es notorio incluso el esfuerzo del gobierno, desde Chávez hasta ahora, para desmontar todas las manifestaciones de neoliberalismo; las últimas medidas del presidente Maduro contra la guerra económica y las que hasta ahora sólo ha anunciado, revelan que el impulso inercial desde el presidente Chávez continúa, pese a que haya habido interrupciones, parpadeos y hasta indecisiones por diferentes motivos justificados o no.
Dejo aparte, porque lo merecen, las posiciones antimperialista y contraria al neoliberalismo, de ayer y hoy, que han caracterizado a nuestros gobiernos bolivarianos.
Bien sé, estoy convencido que el socialismo no se decreta, ni se construye al ritmo y cualidades que a uno o una vanguardia se le antojen; se construye y hay distintas “creencias” acerca de la forma de hacerlo. Si el pueblo no participa, no avanza al ritmo del proceso que el mismo dirige, no habrá socialismo. Si no hay un partido, sobre todo entre nosotros, en la sociedad de ahora, no horizontal sino que llegue al último de los ciudadanos, si eso fuese posible, la tarea quedaría inconclusa.
Nunca he estado seguro acerca de la afirmación, según la cual, estábamos “antes”, dicho así para satisfacer a los adversarios que le han salido a Maduro en el campo del chavismo, en “transición” hacia el socialismo; mucho menos he creído que la nuestra es una sociedad socialista. Luego que Víctor Alvarez habló de sus cifras y conclusiones, mis dudas aumentaron. Lo que sí creo es que sobran razones para haber apoyado al presidente Chávez, las mismas que ahora existen para respaldar a Maduro.
Decir que ahora con Maduro se han abandonado las tareas del socialismo que se venía construyendo o lo que es lo mismo calificarlo como un advenedizo, por decir lo menos, parece más que un tremendismo, una expresión no sólo inadecuada sino de mala fe.
La vía que escogimos los venezolanos, la propuesta por Chávez, apoyada por una mayoría aplastante, obliga al respeto de formalidades inscritas en la Ley que nosotros apoyamos, aparte de contar con la oposición natural del gran capital nacional, internacional y toda la cultura del sistema existente. Todo eso cuenta, pone piedras enormes en el camino imposibles de ignorar. Pensar que con Maduro y quizás por él, apenas de seis o siete meses para acá, se ha fortalecido material y culturalmente el capitalismo, como que el venezolano se “ha hecho más individualista y egoísta”, parecen expresiones llenas de mala fe y frustración.
Maduro al asumir el poder se encontró con problemas que se habían acumulado de procesos anteriores, como el relativo al manejo macabro del dólar paralelo, el gigantesco fraude a la nación con las divisas y un cambio sustancial en la correlación de fuerzas de la calle, que sería no sólo injusto sino vil atribuirle. Sin olvidar que, en catorce años de gobierno, no hemos avanzado gran cosa en lo relativo a reducir la dependencia de la renta petrolera. La vulnerabilidad de ahora, por nuestra necesidad importadora, no la generó Maduro, como tampoco Chávez.
Construir el socialismo en unas circunstancias como la nuestra es tan difícil, como aquella manera que algunos creen expedita, que eso se hace a base de mandatos como “plan y pa´ el cuartel”. Así podrían hacer lo que crean valedero, pero el socialismo nunca.
El asunto es difícil, más de lo que algunos creen. Lo que no es difícil es constatar cómo algunos creen que “lo que antes venía bien” se ha echado a perder porque en el gobierno está Maduro o porque algunas cosas no eran como antes.
Es dudosa toda conducta que ayer se asumió en forma de respaldo acrítico, sin motivos reales, verdaderos, ajenos al interés colectivo, pero no a lo particular o individual, viendo ahora más que enemigos de la oposición, en el centro y periferia del propio gobierno o en el mundo fantasmal, hoy se haya convertido en excesivamente crítica contra este gobierno, tanto que desdibuja la realidad.
Estas opiniones nuestras, no niegan que las consabidas ineficiencias del aparato del Estado, desde el gabinete ejecutivo, pasando por gobernaciones y alcaldías, hasta llegar al fondo, que obligaron a Chávez a llamar a aplicar las tres R, en gran medida, siguen vivitas y coleando.
La crítica, para ser pertinente, debe ser sensata, ajena al interés particular y apegada a los hechos.