Bien miradas las cosas, la presente Guerra económica burguesa y antibolivariana no sólo busca drenar casi todo el poder adquisitivo de los millones de venezolanos que de un tiempo para acá pueden ir al mercado y decir, por ejemplo; “Píqueme de ahí”[1]. El los diciembres pre y puntofijistas los comerciantes se acostumbraron a hacer su “agosto”. Porque los pobres diz que no pueden ahorrar, según principios de la burguesía.
Como sábese, hay detrás de esa contienda económica una finalidad inocultablemente política y antirrevolucionaria. No podría esperarse menos de empresarios capitalistas; está en su naturaleza la intolerancia de todo tipo de cambio, menos el de las modas en ropas, vestido, perfumes y el de todo tipo de mercancías carentes de mercados suficientes para a absorber la indetenible oferta creciente derivada de la acumulación que caracteriza a un sistema económico cuya esencia es aplicarle usura a la usura.
Ellos saben que más tarde o más temprano perderán razón de ser como patronos lucrativos, no por la fuerza de las armas, ellos las fabrican y compravenden. No por cruentas guerras como la burguesía acostumbra imponer sus mezquinos intereses individualistas; no mediante mediáticas confusionistas e idiotizantes de la población explotada por ellos, no. Ellos perderán su razón de ser cuando la tasa de ganancia ya les resulte inatractiva.
Este proceso de tendencia decreciente en la tasa de ganancia no lo sugiere ni lo impone, ni lo induce ningún teórico, ningún estadista, ningún gobernante ni lo señala ningún apologista de la burguesía. Sencillamente está también en la naturaleza propia de la dinámica capitalista, porque independientemente de que el empresariado pretenda lo contrario, la tendencia es irrefragablemente que la tasa media vaya cayendo en picado. Se trata de un proceso natural que es y será necesariamente dialéctico (zigzagueante) y gradual hasta que se extinga la última pizca de plusvalía o de plusvalor[2] mal habido. Se trata del hallazgo científico más brillante de la humanidad que investigador científico haya logrado. Lo hizo Carlos Marx.
Pero yendo al tema que nos ocupa hoy, de lo que se trata y trata la burguesía mercantil y fabril es de devaluar de súbito e intensivamente nuestra moneda. Efectivamente, en los tiempos hitlerianos, el marco cayó a niveles devaluacionistas tan bajos que para comprar una caja de fósforos o cerillas era necesario llevar y pagar una carretilla-literalmente-de billetes depreciados. Es lo que inferimos cuando estos comerciantes, pillados con precios desorbitantes e irracionales, muy anormales, se mueven con ganancias o tasas de ganancia de miles por %. En la medida que esa tasa se traduzca en miles %, la moneda pierde poder adquisitivo en otros tantos por cientos. Resultado buscado con esa guerra económica: afirmar que la “Administración de Maduro es un fracaso”. Con todo lo cual, además, han buscado justificar la desorbitante e irracional suba del dólar paralelo, con una paridad que ellos mismos inflaban.
[1] Expresión que se remonta a los tiempos “gomeros” cuando en lugar de carnicerías refrigeradas existía “pesas” de carnes a temperatura natural, y de carnes saladas, menos perecederas que las anteriores. Gomeras en alusión a Juan Vicente Gómez, y pesas porque en esos establecimientos se pesaba fracciones y múltiplos de Kg con una baja acuracidad, y la se cortaba con cuchillos de grueso filo, razón por la cual un bisté, ¡mire usted! que era tremendo bisté. Los pobres sólo podían comprar al detal por su presupuesto no se lo permitía. Fueron los tiempos cuando con Bs. 0,0100 (1 centavo) se podía comprar algo y todavía se recibía un vuelto de Bs. 0,0025., o sea ¼ de centavo) No como hoy que las sofisticadas cuchillas guillotinan con igual precisión y delgadez músculos, tendones y huesos hasta del espesor de una hojilla, si así se pide el rebanado de la carne, mortadelas y otras conservas embutidas.
[2] Toda plusvalía es mal habida, es resultado del pago del trabajo con salario. El plusproducto y su plusvalor pueden ser mal o bien habidos.