Hola, feliz martes 31 de diciembre, último día del año 2013, en la oportunidad de enviarle un cordial y caluroso saludo a todas mis amigas y amigos lectores y a la vez desearle un feliz año 2014. Gracias a todos por compartir cada reflexión conmigo, gracias a todas las personas del Táchira por ser parte del debate necesario y racional; gracias al Diario la Nación, a Aporrea y al resto de los medios de comunicación que me permiten llegar a todos hasta allí, hasta los hogares de cada rincón de la patria e inclusive mas allá de nuestra geografía nacional. Gracias a la Universidad Bolivariana de Venezuela, sede Tachira, por permitirme sus espacios para el trabajo académico y desde allí reflexionar sobre temas de mucha seriedad, los cuales también los escribo con el alma y mucha sensatez y sindéresis. Con estas palabras quiero iniciar este artículo de hoy, pensando y deseando siempre en el bienestar y la felicidad para todas las familias venezolanas.
Tal vez les sorprenda el título de este artículo de hoy, el último que escribo por este año 2013; pero con el mismo lo que pretendo es abordar un tema que nos habla a todos. De esa manera, no es una exageración decir que la vida de los seres humanos transcurre en periodos recurrentes de avance y repliegue, donde precisamente los tribunales de la conciencia establecen sus férreos controles, a veces de strictu sensu, bien sea para reducir al individuo a un papel pasivo, apático y obediente espectador de su propio destino; o bien sea para consolidarlo en la voluntad y el pensamiento enaltecedor y emancipador.
Pero para nadie es un secreto que la conciencia se mete en todo y a veces conspira para no dejar al individuo participar activamente en sus propias decisiones que deben ser de libre albedrío. La conciencia a veces te exalta, pero a veces también te frena y hasta se atreve enviarte hasta los confines del silencio. Allí te ata, te amarra a sentimientos de culpa. Mas todavía si nos atrevemos a cometer algún error. Allí la conciencia, esa voz que te habla bajito, te despierta hasta en la madrugada para martirizarte una y otra vez, sin ningún tipo de piedad ni contemplación. Ante esas situaciones, levantémonos a para imponer nuestra voluntad, porque la voluntad del alma y del espíritu deben estar por encima de las decisiones de los tribunales de la conciencia. Sin nos equivocamos, sigamos adelante, que nadie nos detenga, esos son los ensayos de la vida misma, tras cada error, vienen los grandes aprendizajes.
A veces no frenamos por situaciones ocurridas en ese andar de la vida, pero nada debe detenernos, nada de quedarnos plantados en las escenas del silencio. Lo importante es actuar con sindéresis, que viene siendo el buen uso de la razón. Si, la conciencia, pero para actuar con ella, para entender nuestra realidad y la que nos rodea, los referentes que relacionan realidades; no para dejarnos arropar por ella, que a veces parece cobijarnos, pero que en realidad nos castra la actuación real.
Hago esta reflexión para tranquilidad de los que a diario cometemos errores, pero que sobre la marcha reflexionamos para corregir y seguir viviendo. Eso en verdad es lo que vale, vivir, vivir, vivir. Nada nos llevamos después que nos vamos de este mundo, sólo la alegría de haber vivido y compartido con tanta gente maravillosa. Así pues, nada de preocuparnos por minucias, sino vivir la grandeza de los momentos. No olvidemos que mandamos sobre nuestra conciencia. Feliz año 2014...”seguiremos teniendo patria”. ¡VIVA VENEZUELA!
*Politólogo
eduardojm51@yahoo.es