Lo peor de los problemas complejos son las soluciones pánfilas que los empeoran y la mala fe que los distorsiona.
Nuestra inseguridad es de los más complejos, un aprieto multifactorial que no se resuelve con trompetadas pan con queso como «plomo al hampa» o «pena de muerte ya» («¿por qué matamos a quienes han matado a otros? ¿Para demostrar que matar está mal?», dijo Norman Mailer).
Algunos escritores de telenovelas han alegado que la literatura y hasta la Santa Biblia están repletos de parricidios y diluvios.
Pero, pienso, es petulancia compararse con Sófocles o Shakespeare, que exponían la violencia desde mucha mayor altura ética y estética que la de una telenovela vendedora de detergentes. La tragedia griega era ceremonia religiosa y no vendía jabones. El problema de la prostitución no es tener muchas relaciones sexuales sino cobrar por ellas. Con todo y eso, hubo telenovelas muy valiosas, pero desde Por estas calles hasta las narconovelas hay un vértigo. Y hay el sadismo genial, obsesivo y delirante de un Quentin Tarantino, cuya violencia energúmena es castamente imaginaria.
Una cosa es que Ricardo III (Shakespeare) mande a matar a unos niños y otra un canal destinado exclusivamente a saturar de violencia la pantalla durante 24 horas. Más sangre por centímetro cuadrado de monitor.
Roland Barthes reprochaba a la película Salo, de Pier Paolo Pasolini, adaptación de la novela del Divino Marqués de Sade, que una cosa es escribir que sacan un ojo y otra mostrarlo en Technicolor.
Si la televisión no influye en nadie ¿para qué gastan millonadas en publicidad? Se han estudiado a fondo los efectos de los medios, con diversos enfoques y ninguna conclusión. O demasiadas. Pero no me luce verosímil una relación trivial entre la televisión más violenta y el imperio más violento, que obsesivamente invade y crea infiernos que lo afectan incluso a él mismo: en Libia unos asalariados puestos por el Imperio mataron en 2013 al Excelentísimo Señor Embajador de los Estados Unidos de América.
No, no es un problema sencillo y una solución simplona solo lo empeoraría. ¿Por qué en vez de decir necedades hipócritas no nos ponemos a pensar con honestidad? Un rato. Nos conviene. Mercaderes de detergentes abstenerse. Gracias.
@rhm1947