Lo banalizan o lo desechan. Esos sectores comienzan invocándolo cuando les interesa o por atribuirle insólitas connotaciones cuando deja de interesarles. Ejemplo: que es una trampa. Que cuando es auspiciado por el Gobierno es porque éste quiere ganar tiempo -como afirmara un excandidato presidencial-, y cuando no lo hace es por sectarismo y desafío a la opinión pública. En concreto, si llamas al diálogo es porque estás montando una celada, y si no lo haces es porque promueves la violencia. Lo de siempre, si no te coge el chingo te agarra el sin nariz.
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Pero resulta que el diálogo, valga la redundancia, es eso: diálogo. Nada más. Es la posibilidad de que las partes en cualquier circunstancia, conflicto, divergencias insuperables, en vez de dirimirlas en el terreno de la violencia, lo hagan pacíficamente, con el arma más noble del ser humano, la palabra. El resto de lo que se afirma del diálogo carece de pertinencia. Cuando se dicen las sandeces que uno escucha por estos días en que la idea de dialogar se ha puesto de moda y hay manifestaciones concretas del interés por asumirlo, tanto por el chavismo como por el antichavismo -para hablar con claras menciones- empieza el fuego graneado de los francotiradores de siempre para acabar con una alternativa útil al país, la única posible ante la violencia.
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Diálogo no es imposición, ni trampa, ni recurso oportunista. Puede serlo para algunos, pero dejaría de ser diálogo. Sería politiquería. Todo remite a la voluntad de las partes. A su sinceridad. Al deseo de explorar opciones que permitan recomponer el tejido humano del país. A que los venezolanos no veamos en el otro un enemigo potencial al que hay que eliminar y busquemos soluciones a los problemas nacionales. Que reconozcamos en el otro un compatriota con el que es posible coincidir o diferir sin que la oprobiosa sombra del odio lo impida. Creo que ese es el propósito de la iniciativa de diálogo que circula actualmente. A la cual apuesta el Gobierno de Maduro, recordando, de paso, que iniciativas similares del presidente Chávez fracasaron porque no hubo madurez suficiente en sus adversarios para captar la verdadera intención que las inspiraba.
Optimismo y pesimismo
En materia de diálogo -y de otros temas- prefiero ser optimista a pesimista. Por muchas razones, una, porque ser optimista exige el reconocimiento de la condición humana. Un escritor que inspiró muchos actos de mi vida, André Malraux, lo expresaba sin ambages. Aplicándolo a la política llegó a decir que un fascista es un hombre de acción pesimista. En efecto, la ideología totalitaria que en esencia niega los valores del ser humano, implica incapacidad para asumir con esperanza el futuro. Expreso un punto de vista en momentos en que Venezuela -su pueblo- requieren optimismo para no dejarse abrumar por circunstancias adversas y por el pesimismo a ultranza. Además, percibo que el país está cambiando, para avanzar y no para retroceder. En función de principios fundamentales, apuntalados en la calidad de nuestro pueblo. A partir de un hecho electoral, municipal, como las elecciones del pasado 8 de diciembre, uno puede observar -caso de no estar bloqueado por el sectarismo y el negativismo crónico que invade a algunos sectores- que se abre paso un sentimiento que prioriza la distensión y la paz.
Hay quienes no dan importancia a lo que ocurre. Antes no la tuvo debido a que el país chapoteaba el pantano de la polarización. Pero la asistencia de personajes de la oposición a eventos en Miraflores para reunirse con miembros del Ejecutivo -incluido el presidente Maduro-; al igual que los reiterados contactos con empresarios y otros sectores; el empleo de un lenguaje con acento en el entendimiento; la actitud ponderada del liderazgo partidista a nivel de cuadros medios y bases como expresión de madurez; el repudio unánime a la inseguridad, son indicadores de que se avanza en la dirección correcta. El mismo hecho de que, al parecer, la política comienza a municipalizarse y el poder popular cobra fuerza, es signo positivo de lo que pasa. Corresponde al liderazgo detectar de qué se trata. De no subestimar el fenómeno a priori y al contrario de potenciarlo. Porque sería irresponsable no valorar lo que comienza a surgir. Por cierto, ahí están los colombianos realizando un diálogo, insólito hasta hace poco. Según parece tomaron conciencia de que es mejor dialogar que matarse. Cincuenta años llevan en ese oficio macabro y, ¡por fin!, reaccionan ante el absurdo. Para los venezolanos lo que ocurre del otro lado de la frontera debe ser emblemático. La reflexión es válida: allá pudieron evitar que corriera tanta sangre con solo recurrir al diálogo; aquí estamos a tiempo de evitar algo parecido, si entendemos que el camino no es la confrontación irracional, sino el reconocimiento recíproco de la divergencia en el marco de la Constitución. Siempre hay que aprender de las experiencias vividas por otros y potenciar las propias.
LABERINTO
Decir que hoy Venezuela está peor que cuando Pérez Jiménez no sólo es una desproporción, sino una insólita demostración de desconocimiento de lo que fue aquél régimen. Empezando porque quien utilizó semejante mentira no lo hubiera podido hacer sin parar de inmediato en la cárcel. Pero se opina en esos términos cuando hay la certeza de que al autor nada le pasará
El diario La Tercera de Chile, el de mayor circulación en ese país, hizo recientemente el siguiente comentario político: La crisis de identidad de la derecha chilena no difiere a la situación de este sector en la región. En efecto, en otros países es igual o parecida. Lo dicho por el diario chileno es aplicable, en general, a la oposición venezolana, carente de definición ideológica y con una unidad construida sobre arena movediza. En Chile la derrota electoral que le propinó la alianza progresista de Michel Bachelet sirvió para decretar la división interna de la derecha y la pérdida de espacio político. En Venezuela ocurre lo mismo. La derrota del 8-D en las municipales, facilitó la irrupción de graves contradicciones que comienzan a manifestarse públicamente. Es un sector sin programa, que perdió el único liderazgo que tenía, afectado por las sucesivas derrotas, errores de conducción y manejo torpe, sectario, de la alianza. Ante lo que ocurre, la oposición tiene que revisarse seriamente. Tomar distancia de los grupos golpistas y redefinir su actitud ante los dictados de EEUU. El respeto riguroso de la Constitución y una política soberana, pensada y ejecutada en Venezuela, es clave. Pero es sabido que resulta inútil dar consejos. Cada quien está condenado a padecer sus propios errores
Las medidas económicas del Gobierno, y todo cuanto tiene que ver con el manejo de las divisas, está en la línea correcta. Los resultados lo confirmarán
Lo del papel periódico no es como lo plantean los dueños de diarios que eluden la verdad. Si peligrara la libertad de expresión, muchos respaldarían el reclamo. Pero en el fondo hay negocios turbios y la politiquería de quienes pretenden asumir liderazgos nacionales desde los diarios que poseen
La reunión de la Celac en Cuba: triunfo total de la integración libre y democrática de Latinoamérica y el Caribe.