Insisto en la preocupación. La Revolución Bolivariana no entusiasma ahora con la misma potencia de tiempos como aquellos vividos por nosotros el año 1999 cuando en nuestro país se desarrolló el proceso constituyente, que culminó con la aprobación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; o los del año 2002 cuando el pueblo se lanzó a la calle a restaurar el poder revolucionario y al presidente Chávez luego del golpe de Estado propinado por los poderes fácticos tradicionales venezolanos; o los del año 2004 cuando el pueblo acompañó al comandante en la Batalla de Santa Inés, que terminó con una soberbia victoria de Chávez en el referéndum de ese año. Fueron estas unas experiencias políticas extraordinarias, plenas ellas de un ambiente entusiasta, fervoroso, apasionante, que convocaba a la militancia revolucionaria a la participación vehemente, al compromiso activo con el proyecto bolivariano, animados además, cada uno de estos eventos, con los cantos y discursos del comandante presidente, unos discursos apasionados, persuasivos, convincentes, aleccionadores e impactantes.
En esas oportunidades el pueblo fue protagonista entusiasta de cada uno de los eventos organizados, su presencia fue abrumadora, su compromiso fue absoluto. Las calles venezolanas se llenaron de pueblo chavista, que dio así una extraordinaria manifestación de fuerza, misma que sin duda atemorizó a los factores sociales opositores y los indujo a acuartelarse por algún tiempo en sus grandes ciudades comerciales y recintos residenciales. Sin embargo, pasados los años, al día de hoy, el ambiente político nacional ha cambiado. Se nota cierto desgano en el pueblo chavista respecto a la revolución. El entusiasmo político popular ha decaído bastante y eso es un mal síntoma, pues significa que se está produciendo un divorcio de la base popular respecto a su revolución. Sin duda que en esta actitud mucho ha incidido la desaparición física del gran líder en marzo de 2013, pero al respecto también ha incidido la frustración y malestar causado por los problemas económicos y sociales hasta ahora no resueltos por el gobierno. Algunos de estos problemas son: la inflación, el acaparamiento, la escasez, la especulación, la corrupción y la inseguridad. Pero hay otros factores incidentes en este asunto que debemos mencionar. Tienen que ver los mismos con la calidad del liderazgo revolucionario, con las cualidades de las personas que en este momento tienen en sus manos la batuta de la revolución, tanto nacional como regional y local, tiene que ver en fin con los hombres y mujeres que hoy día se encuentran al frente de algún cargo de la administración pública o de la dirección del PSUV. A este respecto se observan carencias puntuales si comparamos a estas personas con el presidente Chávez, que tenía cualidades únicas, extraordinarias, sobresalientes, admirables. Chávez encantaba a sus seguidores por las notables virtudes reunidas en su personalidad. Es lo que falta ahora en estos tiempos, el liderazgo encantador, el liderazgo fascinante, el liderazgo seductor. Pero esto se puede superar, si quienes conducen las riendas del gobierno reconocen en primer lugar que es necesario recuperar el entusiasmo popular a favor de la revolución.
Es a estas personas a quienes compete esta importante tarea, la de entusiasmar al conglomerado chavista, la de energizarlo nuevamente para que recobre el brío y la voluntad, y esto se logra con una estupenda acción gubernamental y política que por ser así, estupenda, todos los días tiene motivos de sobra para reunir al pueblo en actos públicos, bien para inaugurar una obra, para iniciar la construcción de otra; bien para discutir acerca de temas y problemas de la revolución; bien para abordar la solución de algún asunto de interés nacional, regional o local; bien para ventilar temas de formación sociopolítica; bien para asistir a eventos culturales y deportivos. Lo cierto es que en esto del entusiasmo hay que preocuparse todos los días por alimentarlo y los líderes de la revolución son los más llamados a hacerlo. Aquí el verbo juega papel fundamental. Me refiero a la capacidad para elaborar buenos discursos, de esos que apasionan a la gente, que llenan de energía a las personas, que los entusiasman, que siembran buen ánimo, que fervorizan la voluntad de la gente, que incentivan sus bríos, que persuaden, que convencen, que adoctrinan, que provocan alegría, risas, contento.
El presidente Chávez era maestro en esto de facturar estupendos discursos. De manera que él es el mejor referente como líder, como animador popular, como conductor revolucionario. Se trata entonces de intentar ser como fue nuestro comandante, de intentar serlo en verbo, en pensamiento y en acción.