Si no puedes responder al argumento de un adversario, no está todo perdido: puedes insultarle. Elbert Hubbard…
En lugar de refutar las opiniones que se emiten, muchos camaradas intentan descalificarnos personalmente, a través de correos soeces y escatológicos que en mi caso me envían. Consiste, por ejemplo, en negar la razón a una persona alegando que uno es un escuálido, apátrida, majunche etc. Quien tenga formación política y actué de esta manera es un estúpido, poco fiable de ser un revolucionario, lleno de contradicciones o de prejuicios, pretendiendo que uno guarde silencio o, por lo menos, que pierda su credibilidad, ante la molestia del pueblo venezolano por la escasez, las colas, la inseguridad, la inflación etc.
Me dio mucha tristeza un correo insultante que me llegó de un individuo, yo le pregunto porque no lo envió a www.aporrea.org como un derecho a replica ante mi articulo www.aporrea.org/actualidad/a177665.html , para que los lectores evaluaran su grosera opinión. Estamos ante un ataque dirigido hacia la persona, no hacia sus razonamientos. Siendo esto una agresión moral por parte de un fanático, esto es casi o igual al del jugador de fútbol que no logra alcanzar la pelota, y le da una patada a su adversario para derribarlo.
Estos individuos de forma adhominem utilizan las descalificaciones ideológicas: es adeco, es de la ultra derecha, opositor... y todo cuanto, en este sentido, pueda ser considerado perverso o al menos reprobable para cierto punto de vista vomitar su odio: esto lo utilizan, gente incapaz de articular ideas o puntos de vista respetables.
Uno trata de exponer con claridad, y franqueza sus análisis para que el gobierno nacional bolivariano, corrija ciertos errores de su política económica. Son comentarios sinceros alejados del fanatismo ramplón y adulador, sin el temor de no poder obtener prebendas, tratando de poner los puntos sobre las íes, explicando los peligros que amenazan seriamente a la Revolución Bolivariana. Cuando se habla de la incompetencia, la corrupción, y la deslealtad de quienes se supone tienen el mando y deben defenderla. Estamos frente a una realidad socioeconómica verdaderamente desconsoladora y preocupante.
Es muy lamentable, que el alto gobierno bolivariano no haya respondido con una estrategia contundente para neutralizar este cáncer económico buscando las causas reales y derrotarlo por completo.
Los que emplean una falacia adhominem antes de escuchar el argumento del contrario, es pretender negar que uno esté calificado para dar una opinión: “Hasta un reloj parado dice la verdad dos veces al día”.
El fascista no se esfuerza en convencer a su adversario. Nunca trata de buscar la verdad, lo que busca siempre es la victoria, utilizando cualquier medio para obtenerla. Todo lo contrario de un revolucionario con ideas socialistas democráticas, que no buscar ganar a costa de hacer leña del árbol caído…el fascista para conseguirlo, cree que todos los medios son buenos: la zancadilla, la amenaza, el insulto, el atizar el odio sobre el contrario etc.
No le temo al ataque contra mis opiniones por parte de personas ignorantes carente de la más elemental educación socialista, que practican una retórica guerrera, sin método ni arte.
Con frecuencia el fascista apela a las contradicciones entre lo que se defiende hoy, y lo que se sostenía ayer. Siempre anda con opiniones que se pisan el rabo, buscando descalificar al que emite una opinión contraria, siempre defienden cosas que antes combatían.
Es un recurso falaz porque apela a contradicciones ajenas a la discusión y que, seguramente, no tienen nada que ver con lo bien fundado del punto que se sostiene hoy.
Hay personas que durante su vida mantienen solo una idea fija, y por lo tanto se estancan. No pertenezco a esa casta; trato de aprender de la vida diaria y, por lo tanto intento aprender del mundo moderno de hoy con sus adelantos tecnológicos. La política es dinámica y es cambiante, uno no puede estar atado a errores fijos: “Es posible que lo que hoy es mi opinión, de aquí a un año no lo sea, o la considere errónea”.
En conclusión, el fascista utiliza la falacia ad hominem para descalificar los argumentos del contrario, tratando de obviar el rechazo del pueblo hacia unas medidas en razón de que las mismas por quienes la promueven le hacen daño a la revolución bolivariana.