La historia de los pueblos, sin duda, forjan identidades colectivas, que se traducen en fuerza emancipadora o en germen reaccionario para el resguardo del statu quo. Así pudiéramos iniciar reflexionando sobre muchas de las cosas, que sobre el pasado se han dicho. Sin embargo, por ser día de la juventud abordaremos dos puntos fundamentales para comprender un poco, no solo el rol, sino la ontología del hecho de ser joven. Ver la historia, problematizarla, re-conceptualizarla, mirar de nuevo su contexto, puede sin duda servir para comprender lo que está ocurriendo hoy en NUESTRA AMÉRICA. Dejar de ser espectadores pasivos de un cuento épico, es el motor para la construcción de un futuro que nos reconoce en la insurgencia y la resistencia, contra la explotación, y las desigualdades naturalizadas por las clases dominantes. Ya lo decía Marx, la ideología del Estado, no es otra cosa que la reproducción de las ideas de la clase dominante, y la historia oficial es un reflejo de ello. Pero entremos en materia.
Podríamos partir anunciando, que la batalla de la Victoria ha sido un acontecimiento realmente épico, el cual nuestra historiografía tradicional ha ensalzado poniendo en evidencia, que la participación en este evento, inmortalizó a los protagonistas del hecho. Muchas cosas pudiéramos decir al respecto, sobre todo si hacemos mano de los textos producidos por los historiadores positivistas, sin embargo, de hacerlo así, estaríamos dando vueltas como perros mordiéndonos la cola, tratando de generar discursos nuevos, que repitiendo lo viejo, que en el fondo buscan como objetivo que nada cambie.
La responsabilidad histórica de estos tiempos, por el contrario, nos invita, no a ha construir discursos elegantes, nos convoca a generar nuevas identidades colectivas, y para ello es necesario levantar una nueva arquitectura del conocimiento, y cuando hablamos del conocimiento, hacemos mención a la diversidad disciplinaria que a ello refiere. De esta forma, la historia, como elemento forjador de identidades colectivas, nos invita desde nuestro tiempo, a consolidar procesos organizativos que permitan visualizarnos con nuestros propios ojos, partir de lo que hemos sido como pueblo explotado, para de esta forma reconocernos en las luchas libertarias.
Historiográficamente se nos ha pretendido decir -o mejor, se nos ha dicho- que la historia son fragmentos aislados e inconexos, descontextualizados y dicotómicos. Que la batalla de la Victoria no tiene nada que ver con el fortalecimiento del ejercito popular dirigido por Boves (el cual según Juan Uslar consolidó, posteriormente la independencia del sub-continente americano); incluso, que los dos hechos históricos son antagónicos, por tanto incomparables. Trataremos, de esta forma, de hacer un ejercicio de de-construcción de lo que hasta ahora pareciera ser un cuento inmutable.
Tomaremos como ejemplo el texto de Eduardo Blanco titulado Venezuela Heroica (siglo XX), en el cual se afirma sobre Boves, que: "en torno aque feroz caudillo, improvisado por el odio, más que por el fanatismo realista, las hordas diseminadas en la dilatada región de nuestras pampas, invaden, como las tumultuosas olas del mar embravecida, las comarcas hasta entonces vedadas a sus depredaciones" (1982: p. 33).
Evidentemente, ese ejercito que acompañó a José Tomás Boves, además de violento, reclamaba demandas por siglos de explotación de una clase sobre otra, sin embargo, es sabido que la profesionalización de la historia tan en boga en el siglo XIX, pintó un panorama político y social dicotómico, de buenos y malos, blancos y negros, realistas y patriotas, y por su puesto, de héroes y anti-héroes, era necesaria una historia patria, que nos identificara a todos como parte del naciente territorio que se convertía en Estado-Nación. Lo cierto es, que si de juventud hablamos, en los dos bandos en disputa, pululaban fuerzas juveniles, con la particularidad, de que en ambas filas luchaban por la libertad, unos por la libertad de una clase sobre otra, sin que la connotación sea necesariamente la lucha de clases, y otros por la libertad del yugo español. Suena espinoso el planteamiento, pero volvamos sobre el contexto.
La oligarquía criolla fue la que liderizó, o mejor dicho capitalizó, la independencia, luego por supuesto, de distintas rebeliones que daban cuenta de la crisis de la sociedad colonial. Esa oligarquía era la que directamente oprimía a los sectores populares, los cuales de la noche a la mañana se vieron envueltos en una guerra civil, que construía razones para apoyar a determinado bando; sin embargo, debemos dejar claro, que no se trata de hacer apología, ahora, de los desmanes ocasionados por las fuerzas populares dirigidas por el caudillo Boves, se trata de mirar la historia desde otra perspectiva y entender que las razones o subjetividades con las cuales argumentamos nuestro accionar forma parte de un contexto histórico complejo.
Francisco Herrera Luque, en Boves El Urogallo (1975), dice que: "recia fue la pelea en la Victoria. Ribas derrotó a Boves. Los seminaristas de Caracas en casi su totalidad pierden la vida. Entre ellos muere, aunque no era seminarista, ni heroico, José María Ascanio, hijo de Doñana. Los patriotas persiguen al ejercito de Boves que se bate en retirada hasta Villa de Cura" (1975: p.177).
Jóvenes, muchos jóvenes participaron en los dos bandos, héroes y anti-héroes, buenos y malos según la historia oficial, pueblo en general decimos nosotros, muchachos de a pie que se alimentaban con las arengas de expropiación a los terratenientes, o con las palabras recias de Ribas, quien vitoreaba:
“soldados: lo que tanto hemos deseado va a realizarse hoy: he ahí a Boves. Cinco veces mayor es el ejercito que trae a combatirnos; pero aún me parece escaso para disputarnos la victoria. Defendéis del furor de los tiranos la vida de vuestros hijos, el honor de vuestras esposas, el suelo de la patria; mostradles vuestra omnipotencia. En esta jornada que ha de ser memorable, ni aun podemos optar entre vencer y morir: necesario es vencer. ¡Viva la República!” (1982: p. 43)
República, que un primer momento no representaba la Libertad para ejercito de harapientos comandados por el Taita Boves. Con este corto análisis histórico no pretendemos caer la trampa postmoderna, de que todo depende del cristal con que se mire; es que han cambiado las formas de hacer historia - a propósito de Peter Burke- y con ello las maneras de entender el pasado. Ese pasado escrito, por el positivismo, que estuvo al servicio de la clase dominante, que dejó además ocultas muchas interrogantes, entre ellas el hecho de que, por más decididamente que luchemos por evitar los prejuicios asociados al color, el credo, la clase social o el sexo, no podemos evitar mirar al pasado desde una perspectiva particular (1996). De esta forma podemos afirmar, que los objetivos del ejercito popular y los comandados por Ribas compartían la necesidad de la emancipación, claro, hay muchas cosas más que decir al respecto, sin embargo esa lucha por la construcción de una realidad distinta llevó a la continuación de la política por otros medios, como lo afirma Clausewitz en una de sus premisas fundamentales.
Ahora bien, los tiempos actuales son tiempos de cambio, no son tiempos de retrocesos históricos, es por ello que la convocatoria está puesta ante la necesidad de profundizar y entender la independencia como un proceso inacabado, consolidar un nuevo sistema organizacional del pueblo que rompa con la hegemonía del capital y ser consecuentes con el medio ambiente, para echar mano del plan de la patria y no quedarnos dando vueltas sobre discursos bonitos, que en última instancia huelen a gatopardismo traidor. Hoy día, nuestra juventud tiene sobre sus manos herramientas poderosas, que le permiten soñar y hacer, diseñarse un futuro desde sus propias concepciones insurgentes, y no estar sumisos ante las imposiciones del mercado y del gran capital transnacional, y eso es una oportunidad que nos indica compromiso. Es estar a la altura del momento histórico que estamos viviendo.
En la actualidad, en los países neoliberales se margina a los harapientos y a los seminaristas, a los “patriotas” y los “realistas”, a los buenos y a los malos, las oportunidades y las condiciones materiales forman un embudo en el que la competencia no da cabida a la paz. La violencia la genera el Estado, el mercado, el capital. En nuestro país hay posibilidades de hacer una nueva historia, desde la militancia, desde el compromiso, desde la posibilidad de seguir soñando. En ese sentido, a nuestro juicio, Ya estamos dando saltos reales en la consolidación de nuevos paradigmas, por lo menos sabemos que las construcciones sociales, de cualquier tipo, son colectivas. Y así la ciencia, y así la historia, y así el conocimiento, y así el desarrollo del país, y así la patria grande.
El mismo Eduardo Blando se preguntaba: "¿por qué oculto y misterioso comunica ese fuego sublime, que engendra héroes, realiza prodigios y convierte hasta los más pequeños en gigantes? ¿qué alienta a aquellos corazones? ¿qué los hace invulnerables a la debilidad, omnipotentes para el sufrimiento? Una idea, una sola inspiración: La Libertad..." (1982: p. 48-49).
La libertad con conciencia de clase, la libertad que nos compromete con nuestro pueblo, la libertad que nos libera de la competencia y el individualismo. En resumen, la libertad militante!!!
En medio de todo éste debate, existe la pretensión del academicismo reaccionario de retornar al positivismo Rankeano, de negar las subjetividades y los intereses políticos en el plano de la investigación social, elemento ideológico que sirvió de herramienta para que los usos y manejos que se le dieron a lo ocurrido en el pasado, sirviera para levantar una noción elistesca y fragmentada de lo que habíamos sido como pueblo.
La juventud tiene el lápiz para escribir la historia del futuro. Pero eso es una responsabilidad, que debe protegerse para que no sea manipulada nuevamente por los carroñeros, saqueadores de siempre y representantes de la ignominia. Hoy a 200 años, celebramos nuestra historia, re-construyéndola, re-definiéndola, re-conceptualizándola. Hoy es el tiempo histórico del mañana.
Bibliografía:
• Blanco, Eduardo. Venezuela Heroica. Colección Caura, Clásicos Literarios Venezolanos. Fundación CADAFE. Carcas, 1982.
• Burke, Peter. Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro. en: Formas de Hacer Historia. Alianza Universidad. España, 1996.
• Herrera Luque, Francisco. Boves el Urogallo. Editorial fuentes. 7Ma Edicion Caracas, 1975.