De entrada, la guarimba y la muerte son dos palabras sombrías que semánticamente no riman en el lenguaje político venezolano, porque las mismas son la esencia de los planes mas oscuros y tenebrosos de quienes viven y actúan en los abismos de la maldad. Precisamente, cuando se juntan allí, la muerte sonríe en la cresta de las llamas, entre el dolor y llanto de la patria, que ve morir a sus hijos e hijas por la santa voluntad de unos guarimberos, supuestamente estudiantes de universidades tradicionales, quienes pareciera que están estudiando para graduarse de asesinos. En el caso del Táchira, es lamentable que esas universidades tradicionales sean las que propicien las cátedras de la guarimba, la violencia y la muerte, que aliándose con las fuerzas mas oscuras del fascismo y el paramilitarismo han sembrado el caos, que indudablemente, tendrá sus efectos colaterales a lo largo y ancho de este estado fronterizo, particularmente en la ciudad de San Cristóbal.
Como trofeo de los infiernos, los manifestantes violentos y alguno que otro tachirense incauto se jactaban diciendo: “Pensar que todo comenzó por el Táchira”. Pareciera que algunos tachirenses se sienten orgullosos de ser los carniceros y sepultureros de la patria, de sembrar el caos, de atentar contra la vida y la tranquilidad de los ciudadanos, de incendiar la ciudad, de trancar la ciudad, de imponerle un “toque de queda” a las familias, a los niños, a nuestros abuelos y mujeres y hombres que vivimos en esta ciudad, supuestamente de la cordialidad. De igual manera, algunos tachirenses parecieran estar de acuerdo con los grupos paramilitares, con el contrabando de gasolina y de alimentos, porque cualquier medida que se tome al respecto, la cuestionan automáticamente.
Cuando dicen “pensar que todo comenzó por el Táchira”, es abrazar el trofeo de la mediocridad y querer tender una estela de espontaneidad a las protestas, cuando realmente no es así; pues todos sabemos que las mismas responden a un esquema bien delineado, con sus cálculos y niveles de violencia máxima para causar el mayor daño en cada esquina, en cada cuadra, en cada avenida y autopistas, tal como ocurrió acá en San Cristóbal y otros municipios del país. Y cuando digo en otros municipios, me refiero en total a 18 municipios de todo el territorio nacional, donde el fascismo asomó nuevamente sus colmillos y montó la guarimba para sembrar el caos y la muerte. En la zona alta de la ciudad de San Cristóbal, algunos vecinos alienados y con el apoyo de grupos violentos, lograron trancar todas las calles y avenidas. Allí en las fogatas de la mediocridad, descargaban no sólo la basura, sino también sus miserias, sus frustraciones, su desprecio a la vida. Ese es el auténtico pensamiento fascista, donde el cerebro se contrae y no hay capacidad para pensar en el raciocinio, en la verdad y la paz. Se produce la ceguera mental que obnubila la visión de la vida.
El plan macabro de la derecha fascista se estructuró por etapas. La primera fue el acaparamiento y desabastecimiento de los productos alimenticios, así como de otros productos de uso humano. La segunda etapa fue la ola especulativa que se desató en todo el país, donde comenzó el pillaje y la usura por parte del sector empresarial y comercial, que le puso precios a los productos de hasta un tres mil por ciento (3.000%). Ante la reacción del Gobierno revolucionario para contrarrestar las agresiones hacia las familias venezolanas, la derecha fascista activó la tercera etapa que no es otra que esta que vivimos, que es sembrar el caos y la muerte. Y la cuarta etapa que esperaban era el levantamiento del pueblo en apoyo al fascismo, la guarimba y la muerte. Pero le salió el tiro por la culata y el pueblo salió fue a defender la vida, la paz y la revolución. Nuestro gobierno liderado por Nicolás Maduro supo conducir el sentimiento de amor revolucionario para derrotar el fascismo, la guarimba y la muerte. Viva Venezuela, la patria de Bolívar y de Chávez.