El Comandante Chávez reúne todas las características de un Mesías: causa noble, vida corta, habitado por una llamarada, muerte trágica, obra inconclusa, recuerdo empañado por los dominantes.
La obra mesiánica es una continuidad, se inicia con Cristo y cada uno de los sucesivos Mesías reflejan su obra y la complementan, así avanza la humanidad hacia su realización plena.
La tragedia de un Mesías, su muerte, abre un periodo de turbulencia ideológica. Aparecen los espectros del pasado intentando convertirlo en bronce, en iglesia pomposa, apartándolo así de su fuerza que es el fervor de los humildes que buscan comprender su desgracia, encontrar la tierra prometida, donde los ríos son de miel y el maná surge del trabajo de todos para beneficio de todos.
Los Mesías se tallan con fuego en el alma de los humildes, de allí que la principal arma de los espectros del pasado sea deformar su imagen, convertirlos en alegorías inocuas, inofensivas, soporte del mundo que combatieron, saben que el olvido es imposible.
El Mesías pasa a vivir en el sueño, el sentimiento, de los pueblos. Se convierte en poesía, en música, fe, pero sobre todo, se convierte en esperanza, canto triste que invoca el regreso de otro en quien confiar, convicción de que un día vendrá.
La gestación del nuevo Mesías comienza en las pequeñas rebeldías, al principio, individuales. Luego, de pequeños grupos que guardan la idea justa que se transformará tarde o temprano en ejército liberador. El nuevo Mesías se empina sobre los hombros de la corriente mesiánica, la complementa, empuja a los pueblos hacia su realización y abre camino a la marcha de la humanidad, ese es el signo de la historia de la humanidad.
Chávez es el último de los Mesías, vendrán otros, el río de la historia no se detiene. Nuestro deber es luchar para que su pensamiento, su vida, su legado original, sean combustible para seguir avanzando y no se transforme en bronce inocuo, en iglesia inútil, en mentira.
¿Cuál es el legado de Chávez? ¿Cuál su aporte al camino de la historia?
A un año de su crucifixión, la obra inconclusa del Comandante surge nítida, el reto para los revolucionarios está claro. El Comandante, empinado sobre el pensamiento revolucionario universal, emprendió la tarea de dar base material al mandato del primer Mesías, de Cristo, de su “amaos los unos a los otros”.
Dos mil años pasó la humanidad buscando la forma de vivir amorosamente, hasta que se encontró con el Socialismo. Entendió que no puede haber relación amorosa, no puede haber paz, si la relación económica es egoísta, basada en la competencia, en la guerra de todos contra todos. Ésta condicionará una relación, de egoísmo, entre los humanos. Con el Socialismo, que ya ejercían los cristianos primitivos, se evidenció que sólo “recibiendo de cada uno según su capacidad y dando a cada uno según su necesidad” la humanidad podría salvarse, podría establecer una relación amorosa entre sus miembros y de estos con la naturaleza.
Chávez unió la espiritualidad del Cristianismo con el Socialismo, con su fuerza superadora del capitalismo. Así, el monaguillo de Sabaneta se hizo Mesías.
Este es el compromiso con el Comandante: anunciar al mundo que ya sabemos cuál es el camino hacia el Reino de los cielos, que dos mil años fueron necesarios, que muchos Mesías vinieron para comprender, al final, cuál es el rumbo hacia la tierra prometida, avizorarla, hacerla posible… No dejemos que se pierda el sueño de Chávez, concluyamos su obra.
¡Viva Chávez y su legado original: el Socialismo!
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