Este artículo es un homenaje a quienes con valentía, inteligencia y espíritu revolucionario permiten la crítica.
Es cierto lo que anuncia el título: sin crítica no hay Revolución. No es ésta una frase frívola, al contrario, la afirmación nos remite a uno de los problemas centrales de la filosofía: La verdad. Y, por tanto, al corazón de la teoría de la Revolución. Veamos.
Si entendemos la crítica como la valoración o ajuste de nuestra apreciación de la realidad, como búsqueda de la verdad, entonces, la crítica es consustancial a la formación del humano, es motor de humanización, responsable de la cultura, de la evolución humana.
No es posible imaginar al humano sin el ejercicio de la crítica. Sin ella no tendríamos el fuego, ni siquiera la rueda. La ciencia es, en definitiva, la suma de milenarias críticas oídas.
Ahora bien, como ya hemos dicho en “Sospecha de la crítica y crítica de la sospecha” (http://elaradoyelmar.
La calidad de la crítica la confiere la práctica, ésta tiene la última palabra. De los errores, de la no adecuación de la teoría con la realidad, se debe aprender tanto como de los aciertos. Por eso, la historia es valioso auxiliar para acertar en la búsqueda de la verdad, en la aproximación a ella. El que no considere la historia está condenado al fracaso. Por ejemplo, ¿cómo ignorar que las alianzas estratégicas entre tío tigre y tío conejo nunca han dado resultados positivos para los conejos?
Queda claro que el tratamiento de la crítica no es un problema menor, al contrario, va a definir el rumbo de un proceso, sus posibilidades de éxito, su calidad revolucionaria. Cuando un proceso aplasta la crítica está transitando un camino expedito hacia la restauración, se está privando de una de sus armas más valiosas. Nada más pensemos cómo sería de diferente la historia del mundo si la Unión Soviética hubiese oído las críticas del Che.
En esta Revolución Chavista se debía hacer una “Misión Crítica”, ese sería un buen comienzo para la inexistente escuela de cuadros. Se empezaría a estudiar la teoría revolucionaria desde el enjuiciamiento de las acciones del gobierno, de su obra, se someterían a la crítica los planes futuros. Así, estudiar la historia tendría un sentido, los clásicos iluminarían al presente.
Se debe rescatar el valor de la crítica, hacer de ella una parte importante de la cultura, dejar de asimilarla con ataque, considerarla pieza invalorable en la construcción de la nueva sociedad.
Permítannos, a riesgo de que nos llamen dogmáticos, que finalicemos con un aleccionador párrafo del olvidado extremista Mao, en Sobre el gobierno de coalición (24 de abril de 1945), Obras Escogidas, t. III:
“El agua corriente no se corrompe y a los goznes de la puerta no los carcomen los gusanos. Este proverbio expresa cómo el movimiento constante impide el ataque de los microbios y otros organismos. Revisar regularmente nuestro trabajo, desarrollar durante el proceso de revisión el estilo democrático de trabajo, no temer a la crítica ni a la autocrítica y aplicar aquellas máximas populares chinas tan buenas como di todo lo que sepas y dilo sin reservas, no culpes al que hable, antes bien, toma sus palabras como una advertencia y corrige tus errores si los has cometido, y guárdate de ellos si no has cometido ninguno: he aquí la única forma eficaz de evitar que el polvo y microbios políticos infecten la mente de nuestros camaradas y el cuerpo de nuestro Partido”.
¡Ni fascismo ni conciliación!
¡Viva Chávez y su legado original: el Socialismo!
