La jovencita de las señas, la del cuadrito de abajo

Dormite mi niña despierten los viejos busquen

la alborada por un mundo nuevo.

Alí Primera

Se llamaba Adriana, la seguirán llamando Adriana y como Adriana quedará inscrita siempre en la memoria colectiva, Se hizo de luz, a diferencia de la otra Adriana, la que en nombre de la profecía miente desde los astros y de allí su oscurana.

Pero yo me refiero a otra, y hoy en el noticiero vi a su madre y a su hermana invitando a una marcha sin el mínimo asomo de odio- como homenaje a la memoria de esta Adriana de luz, la del cuadrito inferior derecho en el noticiero, la del bebe que como ángel venía creciendo hacia la vida hasta que una bala sin otro sentido que la muerte le robará su presencia física para hacerse inmortal en la madre que no odia, en la hermana que no perdió la fe, en el joven esposo que pese a todo no se le acabó el amor, porque aprendió junto a ella a multiplicarlo a sumarlo, y en el sinnúmero de amistades que por su entrega fue cultivando en esa especie de camino de ixoras enanas, puticas moradas y bella´las once que hoy conducen por ese camino hacia el alma que ella labró.

Se fue, aunque debo decir mejor que la fueron, que la apartaron del camino que labró y aprendió a caminar en el con sus propios pasos y, lo más importante de todo, sin apartarse del prójimo que tendido en el, le reclamaba ayuda y una ADRIANA gigante le daba todo en la mejor expresión de la entrega evangélica hacia el otro y la otra que lo necesitan.

El cuadrito, ese el de la esquinita de abajo no está vacío. Muchos a partir de la partida de esta muchacha empezaron a verlo con detenimiento. Y siguen viendo ahora un cuadrito más lleno que nunca, ¡si! El cuadrito como una señal de vida, de un acto que demuestra que esta muchacha adelantó el parto, rompió fuentes, para pedir como dijera el cantor que sea humana la humanidad, para pedir más vida, vida para darla.

Si la muerte es ausencia de vida, entonces debe decirse que esta muchacha no ha muerto, que sigue viva pese a los intentos de otros para multiplicar la muerte, no importa cuánto inocente vaya quedando en el camino. Adriana no murió -puede resultar estúpido pero creo quien murió fue el agresor independientemente haya querido o no asesinarla- y resultaría torpe sacar cuentas sobre cuántos muertos son míos y cuantos los tuyos, porque no se darán cuenta de de tantas cuentas que sacar apenas quedaremos para contarnos, sin darnos cuenta de que construimos otra babel, aunque odiemos y destruyamos o amemos o construyamos como lo señalara Martí.

Y esto que pasó, que no siga pasando. La ecuación no es nada fácil, quien no puede entender a la que le habla el corazón, a la que entrelaza las manos para que una caiga sobre la otra y signifique la amistad, quien no pueda entender que esa muchacha estaba hecha de luceros y adentro se adornaba de trinitarias no puede entender la vida, no puede, ni aún quitándonos a esa muchacha, ni asesinando un árbol.

Y yo no te conocí muchacha, ni a ti ni a tu bebé, y eso no importó para sentirme hoy cerca de ustedes y de los tuyos y provocar un nuevo credo, lejos del sanedrín nuestro, creo en ti, muchacha de luz, hija de las bambalinas, corazón de chucherías que guardas en tu seno ese pequeño rio que hizo que en estos días su inundación se viera en las mejillas de todos, muy cerca de las costas del amor.



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Nelson España

Miembro del Frente Antiimperialista de la Zona Sur - Anzoátegui

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