El concepto de "dogma" es vapuleado por la pequeña burguesía y por los oportunistas, lo confinan al baúl del descrédito. De esa forma, basta calificar un concepto de “dogmático” para anularlo.

Pero, ¿qué es un dogma? Podemos intentar una respuesta diciendo junto al diccionario de la Real Academia de la Lengua: “un dogma es un postulado que se valora por su condición de firme y verídico y al cual se reconoce como una afirmación irrefutable frente a la cual no hay espacio para réplicas”.

De esta definición surgen preguntas: ¿tiene la teoría revolucionaria dogmas?, ¿cuáles serían?, ¿son necesarios?, ¿se puede avanzar sin ellos?

Los dogmas son imprescindibles en la teoría y práctica revolucionarias, sin ellos no se podría construir una estrategia. La acción revolucionaria no podría defenderse de desviaciones, estaría condenada a un rumbo necesariamente errático, no tendría piso teórico, coherencia, allí cabría cualquier cosa. La revolución sería fácil víctima del tacticismo, del oportunismo, de la improvisación.

La historia de las Revoluciones tiene sus dogmas que le dan sentido y nitidez a la lucha. El "Horror a la oligarquía" de Zamora es un dogma. La sentencia de Fidel, "El deber de un Revolucionario es hacer la Revolución" también es un dogma. Martí apunta: "Patria es Humanidad", otro dogma. Todas verdades que no aceptan réplica, que guían la lucha de los pueblos. Bolívar tenía como dogma a la Independencia, ese concepto no admitía discusión.

Los dogmas, estas verdades, estas precisiones, le cierran las puertas a las restauraciones, son obstáculos para piruetas teóricas y prácticas, y son barreras, definiciones, frente a los dogmas capitalistas.

Ahora bien, ¿cuándo un dogma es dogma, quién le confiere su condición? La respuesta es: sólo la práctica puede consagrar un dogma revolucionario, sólo la práctica, la realidad, puede situar la discusión más allá de la guerra de frases, de las habilidades retóricas, o de la fuerza mediática.

Hoy, aquí entre nosotros está en discusión un dogma revolucionario. Veamos.

Es el siguiente: “El capitalismo, los capitalistas, no pueden construir el Socialismo”, o dicho de otra manera, “la lógica del capital es antagónica a la lógica Revolucionaria”. Mucha tinta se puede gastar defendiendo o desprestigiando estos dogmas, sin embargo, lo mejor es dejar que sea la práctica la que nos traiga la respuesta.

Recurramos a la historia universal, allí no hay un sólo caso de capitalista construyendo Socialismo, al contrario, esos intentos, todos, han terminado en la restauración del capitalismo más salvaje. Ya lo dijo el Che y lo confirmó la Unión Soviética: “No se puede construir Socialismo con las armas melladas del capitalismo”, esas armas melladas son los dogmas del capitalismo.

La historia de esta Revolución Chavista ilustra mejor el asunto, los sucesos recientes y los no tan recientes nos enseñan que siempre que la Revolución tiende la mano a los capitalistas estos aprovechan el perdón, la impunidad, para ensayar nuevos ataques a la Revolución. De esa "clemencia criminal", como dijo el Libertador, surgió el sabotaje petrolero, y ahora dio pie para el robo de los miles de millones de dólares, para el desabastecimiento, la carestía de la vida, el guarimbeo.

Hay que caer en cuenta que esta Revolución nuestra, mientras más dialoga, más mesas de paz construye, más manos extendidas a los capitalistas, entonces, más se debilita, más es atacada por esos capitalistas. Aquí se cumple el dogma de que “capitalista es enemigo del Socialismo… siempre”.

Debemos concluir que a esta Revolución le hace falta más dogmatismo revolucionario y menos conciliación con el dogmatismo capitalista.

¡No se  puede confiar en los capitalistas ni tantito así!