Mi palabra

El Gabo y Cheo Feliciano

Los que mueren por la vida,

no pueden llamarse muertos,

 y a partir de este

momento es prohibido llorarlos

Ali Primera

En plena semana santa, se marcharon a la eternidad; al selecto salón de la inmortalidad, dos personajes nacidos para sobresalir en dos actividades totalmente diferentes, en el cual ayudaron a entretener y hacer felices a millares de seres humanos en el mundo: Gabriel García Márquez, el popular Gabo, el mágico maestro de las letras y José Cheo Feliciano, músico y cantante, quien con su recia voz se destacó en el género musical de la salsa.

Estos ilustres caballeros, por una extraña coincidencia se marcharón el mismo día: 17 de abril, jueves santo; haciéndome  recordar una expresión, que le escuche hace algunos años a un salsero puertorriqueño en pleno concierto: La música y la literatura siempre andan de la mano, nadie puede negar está afirmación. Todo el encanto de la literatura, con los impresionantes personajes creados por el hijo de Aracataca, tienen alguna semejanza con la expresión musical, magistralmente interpretada por el sonero de Puerto Rico: Cheo Feliciano. Estos fieles exponentes, transitaron un camino muy largo, lleno de inmensas dificultades; se consagraron con esfuerzo, sacrificio, creatividad y una cualidad reservada a un selecto grupo de personas: la imaginación.

Para las nuevas  generaciones, puede que no signifique nada la muerte de estos cultivadores de la música y la literatura; sencillamente estamos viviendo una etapa muy distinta a la emprendida por ellos; el consumismo no devora, sin dejar espacio para disfrutar las hermosas creaciones de estos ilustres viajeros; no es fácil conseguir jóvenes preocupados por leer a García Márquez o escuchar la voz inconfundible del sonero puertorriqueño Cheo Feliciano; cantaba para los eternos enamorados de sus raíces;  los nacidos en los arrabales, con la sangre caribeña, propia de nuestros antepasados. Su interpretación sobre una tumba humilde lo dice todo, para solamente nombrar una, entre la cantidad de melodías, grabadas con sabor a pueblo, mojadas por el sudor de los embriagados bailadores de la salsa, ansiosos de libertad.

En estos momentos, cuando dos pueblos hermanos se sienten sacudidos por la desaparición física de sus hijos; consagrados exponentes de la música y la literatura, es propicia la ocasión para recordarles a todos los lectores, que nadie en este mundo es apolítico y los que aparentan serlo, se convierten en los seres más peligrosos, porque saben disimular las lágrimas; se le arriman  al mejor postor, y en el momento menos pensado se convierten en unos verdaderos Judas. Nadie puede negar la manera de pensar del Gabo, siempre fue un hombre de avanzada; estuvo al lado de los pueblos, que valientemente buscan la verdadera emancipación; no, es un secreto la sólida amistad con el comandante Fidel Castro, quien en una oportunidad le hizo una corrección a un manuscrito, que luego se convirtió en una de las grandes obras, como bien se lo hizo saber al periodista colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, en la entrevista titulada El olor de la Guayaba.

La manera de pensar de García Márquez, le ocasionó fuertes enfrentamientos con otros destacados escritores latinoamericanos, siendo el más tenaz y venenoso: el peruano Mario Vargas Llosa, convirtiéndose con el paso de los años, en un desenfrenado ideólogo, para lo más reaccionario de la derecha en el continente americano; lo ha demostrado atacando el proceso venezolano, iniciado por el desaparecido Comandante Hugo Chávez; pero, esa es la lucha: la confrontación de las ideas, donde debe prevalecer la verdad, la conciencia y el ejemplo de los líderes de avanzada. La historia le pertenece a los que ayudan a construir un mundo nuevo y ahí estarán siempre presentes los pobres de la tierra, como bien lo expresaba en sus canciones Cheo Feliciano; la pieza Juan Albañil del maestro Tite Curet Alonzo, nos da una explicación; es un verdadero clase, hecha canción sobre la explotación del hombre por hombre; trabaja, pero, al final solamente le quedan las manos callosas, sin poder disfrutar lo que ayuda a construir.

Por eso, el mayor homenaje, que le podemos hacer los caribeños curtidos por el sol que alumbra hacia una nueva sociedad, es leer al gabo, él inmortal Gabriel García Márquez, el amigo de los pobres de la tierra; pero, además escuchar el hermoso repertorio de un hombre humilde como José Luis Feliciano Vega, conocido como Cheo Feliciano, quien siempre utilizaba un palabra, propia del llano venezolano ¡Familia! De mi parte, puedo decir, que termine este artículo, desobedeciendo al  cantor de pueblo Alí Primera; sencillamente no pude contener las lágrimas, por dos maestros, que me enseñaron apreciar la literatura y el son de la música, con el sentimiento que eleva al hombre: el amor.



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Narciso Torrealba


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