La diferencia de un gobierno burgués con una revolución

Un buen gobierno burgués es un anhelo limitado, se trata de mejorar lo peor para que pueda seguir siendo malo, de ocultar la realidad con malabarismos numéricos, de engañar con promesas y con miedos. Un buen gobierno burgués está condenado al engaño. Veamos.

Opera dentro de una contradicción: tratar de remediar los males que el capitalismo origina y, simultáneamente, defender al capitalismo, no salirse de sus reglas, estimular, proteger, perpetuar al sistema que crea la miseria espiritual y material. Por supuesto, el resultado de esta tarea imposible tiene que ser el engaño, la creación de espejismos y, necesariamente, la represión física y mental de los que sientan y denuncien la brecha entra realidad y publicidad.

Lo más lejos que puede llegar un gobierno burgués es a moderar los males del capitalismo, pero siempre dentro de lo permitido. Las relaciones básicas deben permanecer, son sagradas. La propiedad privada, las salidas individuales, la conciencia egoísta, el consumismo, son pilares prácticos y mentales, intocables. Las metas, los valores, los dicta el capitalismo. El que se salga de estas reglas, el que denuncie las relaciones, es excomulgado.

De esta manera, los triunfos sólo pueden ser numéricos, de cantidad, en relación al pasado: “ahora hemos construidos más carreteras”, “este gobierno ha hecho más que aquellos otros”, “hay más de esto, más de aquello”, “nunca ningún gobierno se había preocupado tanto de los viejitos”, “ahora hay más planes para alimentar a los niños”, “el dólar bajó”, “subiremos el salario mínimo”… etc. Números, cifras, y la esencia sigue igual. Estas peroratas constructoras de espejismos son comunes a todos los gobiernos burgueses, retumban en todo el planeta desde siempre.

Un gobierno revolucionario, socialista, va más allá de una mejor repartición dentro de las reglas del capitalismo. ¡Sustituye las relaciones capitalistas! Esa es la diferencia esencial del Revolucionario con el burgués, es allí que se mide su eficacia, lo demás es engaño, candidez. Un gobierno revolucionario se pone al frente de un gran movimiento social de sustitución de las relaciones capitalistas. Con tareas sociales, reintegra el tejido social fragmentado por el capitalismo.

El centro de las relaciones capitalistas es la conciencia egoísta entrelazada con la propiedad egoísta de los medios de producción, que serán instrumentos para apropiarse del trabajo ajeno. Ese egoísmo y esa propiedad se realizan en el mercado. He allí, en rápidas palabras, los objetivos a sustituir por un gobierno revolucionario. La medida final será el reemplazo de la conciencia egoísta, ese será el índice que muestre si el proceso va bien o va mal, esa será la brújula. Por esta vía, la sociedad toma control de su economía, la planifica para bienestar de la sociedad y no de una fracción explotadora.

Un gobierno burgués no tiene mayores dificultades, sólo tiene que dejarse llevar por la corriente. En cambio, un gobierno revolucionario es obra de gigantes.

 

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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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