Hay líderes que en los procesos políticos se hacen imprescindibles. Y esa propiedad que con infinita inspiración en la acometividad de la lucha, conquistan los adalides de los procesos revolucionarios, se agiganta, cuando en el infinito esfuerzo de superación espiritual comprenden a contrapeso, que en algún momento es necesario menguar ese nivel de su forzosa necesidad histórica. Y entonces surge la herramienta de los liderazgos alternativos que ataría los hilos de la historia para dar continuidad a los procesos. Y Chávez en eso estaba clarito cuando ungió a Maduro para la célebre tarea de proseguir la revolución. Pero hay cosas que sucediendo después de la partida física de Chávez, no logran entenderse cuando se ha proclamado hasta la saciedad, continuar su legado. Ese golpe de timón que Chávez pregonó con fuerza antes de partir, en muy poco se ha practicado. Tan sólo, como si adrede se malinterpretara a Chávez, se hicieron enroques ministeriales en economía que no terminan de dar los mejores resultados. Y se elevó tanto el número de ministros, vices y protectores hasta de los cuentos de Juancito Trucupey, que un pleno ministerial tendría que realizarse en algún estadio caraqueño para lograr la asistencia física de tan multitudinario aglomerado. La productividad socialista no avanza, apartándose de aquel discurso irreverente de “eficiencia o nada”. Los bienes y servicios no están a la vuelta de la esquina para el ciudadano común y conseguir una batería de carro o aceite para el motor constituye una desesperada situación con bordes de paranoia. Y no solo entonces están las fallas del suministro en las cosas sencillas de la casa. Comprar un vehículo para la familia está casi vetado. Sin embargo suele ocurrir, que los afamados carros chinos o iraníes de aceptable posibilidad de compra para el pueblo, no terminan de cubrir una demanda con ofertas prometidas desde hace mucho tiempo. Y eso desagrada a un pueblo que aun en límites de desesperanza, cree en el legado de Chávez. Chávez no se hubiera calado esa. Los acuerdos con el sector privado deben pasar a la transparencia de los acuerdos públicos, porque claro se está que el sector privado honesto es básico para el mejoramiento económico del país. En eso, el complejo debe borrarse de la actividad gubernamental. Y en política, ahora montan con indiscreta displicencia, un Congreso Socialista limitado y con visos de exclusividad. Si recordamos aquellos viejos Batallones Socialistas que dieron origen al PSUV, tendremos que concluir que el retroceso político en ese tema es asombroso. Diera la impresión que se pretende montar un tinglado burocrático para el intercambio de loas en unas políticas gubernamentales que hasta el más elemental socialista critica. Por eso Chávez sigue siendo la referencia. Nunca podrá argumentarse que se respeta su legado si la práctica muestra a mil luces, que la revolución empieza a tomar caminos que él desde hace tiempo hubiera evitado.