La palabra traidor tiene muchos sinónimos, entre los que debo resaltar: infiel, desleal, perjuro, renegado, fementido, felón, judas, indigno, falso, infame, entre tantos de los calificativos que se suelen usar para calificar al sujeto que comete la más vil infamia: la traición. Indudablemente, los fastos de la historia (de nuevo con la historia), desde la aparición del hombre y de la mujer sobre la Tierra, en todas las épocas, tienen a tal indignidad como protagonista. La Biblia nos narra la traición de Caín sobre Abel, la de Judas Iscariote contra Jesús, la de Brutus contra César, la de Philippe Petain quien conspiró contra el pueblo francés, entre las que mi mollera me permite refrescar la memoria. No debo dejar de lado las felonías ocurridas durante el período de los faraones de Egipto, de las monarquías, tanto la española, como la francesa, la inglesa, la alemana, la italiana, etc. Tales acciones, por lo general, iban acompañadas con algún envenenamiento, un cuerpo sin cabeza, una desaparición, un degüello, un o una aristócrata flotando en un río. En fin, mediante estos tétricos procedimientos los felones resolvían problemas de ascenso al trono, candidaturas presidenciales, dificultades financieras, de mayorazgo, de todo aquello que implicara la necesidad de desaparecer a la persona que en un momento dado estorbara o dificultara un ascenso.
Detrás de una traición siempre hay un interés malsano como la ambición, sin dejar de lado una imperfección humana como es la envidia. Por lo general los traidores nunca se detienen en su objetivo. Son capaces de esperar el tiempo necesario para que una vez que el enemigo está débil, se aprovecha de esta coyuntura para arrojarse sediento sobre la presa y destrozarlo entre sus garras. El traidor envidioso no posee el nivel profesional, intelectual, de entereza, ni la visión, ni la honradez, tampoco el carisma, mucho menos la sensibilidad y notoriedad de la persona contra la cual enfila sus malas intenciones y viles subterfugios. El traidor se caracteriza por su hipocresía y está siempre dado al elogio al ser que más envidia.
Unos de los personajes que supo de traiciones fue nuestro insigne Libertador Simón, el hombre visionario, el creador de la gran patria americana llamada Colombia, la cual se mantuvo en la mira de la Santa Alianza y del gobierno de EEUU para la destrucción de la republica en cierne. No era posible la existencia de una nación poderosa que encarara las ambiciones de las monarquías europeas y del recién imperio del norte. Para confeccionar la traición se necesitaban hombres cercanos a Bolívar para acabar con el objetivo de la formación de una confederación suramericana, basada en la libertad y la democracia intercontinental. Como era de esperar, aquellos hombres, quienes brillaron porque Bolívar los impregnó de su luz, desde un comienzo comenzaron a conspirar. Lo imperioso era desbaratar el proyecto de la gran confederación suramericana y para eso se pusieron a la orden los homúnculos sin visón de futuro. Ellos no querían una patria sino una patriecita donde gobernar como caudillos parroquiales. Individuos como Santander, J.J Flores, Miguel Peña, Bermúdez, Páez, Mariño, Piar, Arismendi, entre tantos, siempre mantuvieron soterradas sus bellacas ambiciones y envidias. Siempre permanecieron detrás de la conspiración contra Simón, de allí que son famosos en la historia de América el congresillo de Cariaco, el congreso anfictiónico de Panamá, el congreso de Ocaña y el congreso de Valencia. Lugares y momentos propicios para que los conspiradores, actuando con subterráneas intenciones, acabaran con el gran anhelo del Libertador. La historia nos cobró caro esta traición y hoy estamos pagando lo que se dejó de hacer en aquella oportunidad.
En el futuro, la historia tendrá que registrar la tracción de algunos individuos que desean destruir el proyecto integracionista de mi comandante Chávez. La Revolución Bolivariana se convirtió en un peligro para el imperio Norteamericano, para las avaras empresas financieras y las transnacionales de energía. Los felones de ahora no desean una patria, se conforman con una patriecita para compartir con sus patronos, con tal que los imperialistas le permitan conservar los privilegios de hace más de cien años. Lo inmediato es acabar con el gobierno del presidente MM con la perversa intención, bien confeccionada, de destruir el chavismo como un modelo político nacionalista que no se entrega a los lineamientos de los antiguos amos.
Lo que está viviendo Venezuela no es una suerte ni un azar, es la continuación de la traición diseñada en los congresos nombrados anteriormente. Los imperios se obligan a imposibilitar que los países suramericanos se desarrollen, deben tener un patio trasero para robarle la materia prima y venderles sus porquerías a los demás. Para eso inventan frases melifluas, tales como: tribunales internacionales, derechos humanos universales, justicia penal internacional y libre comercio, solo para embaucar a los tontos. En verdad, esto no es el realismo mágico del inmortal Gabo, esto es puro realismo capitalista.
Ahora tenemos los voceros de la patriecita, entre los que relumbran María Machado, Leopoldo López, Aveledo, Lilian Tintori, María Conchita Alonso a quien se le debería revocar la nacionalidad venezolana, entre otros, quienes permanecen en la conspiración diseñada por sus amos del norte. Son como las hienas, se juntan para alimentarse de la carroña: el dólar putrefacto que financia la conspiración. Para eso cuentan con los medios de comunicación, nacionales e internacionales, cuyos periodistas se comportan como zamuros de la basura mediática.
Debemos permanecer vigilantes ante los traidores(as) de la patriecita, estos sujetos saben esperar, tal como lo hicieron hace 184 años. Este intervalo de quince años es para ellos un tiempo de espera para arremeter nuevamente en el momento menos pensado. A ellos les importa un carajo la democracia, la paz, el dialogo, los convenios, los pactos, la intermediación de UNASUR, las decisiones de la OEA, los derechos humanosa estos rufianes lo único que les interesa es su patrimonio y las ganancias de las castas que han gobernado por más de cien años. El dólar es su única motivación.
Aquellos seres minusválidos de sentimientos patrios se conforman con una patriecita, la misma que compartirán con los EEUU y por eso, para ellos la visa de esta nación es su gran tesoro. En oposición a los traidores están los patriotas, para quienes es indivisible la patria de Bolívar, de Urdaneta, de Sucre, de Hugo Chávez, de Otaiza, de Jacinto Convit, de Reverón, de César Rengifo, de Fernández Moránentre tantos venezolanos que contribuyeron a la creación de una gran nación y no a su destrucción.
¡Cuidado! Como parte de la arremetida y de la guerra económica alguien está escondiendo los billetes de alta denominación. Otra forma de embestir contra el gobierno del presidente Nicolás.