Hugo Chávez, el educador popular

Sin temor a equivocarnos nos atrevemos a afirmar que la vida pública de Hugo Chávez fue la vida pública de un educador contumaz. Fue la vida pública de un hombre dedicado cada segundo de su existencia a educar a los demás. Este fue un aspecto de la vida del máximo líder de la Revolución Bolivariana al que éste le dedicó bastante atención. En todas las circunstancias de sus veinte años de vida pública venezolana, transcurridos entre febrero de 1992, cuando hizo su aparición en la escena política nacional en ocasión de la rebelión militar y de su memorable por ahora, hasta el 8 de diciembre de 2013 cuando pronunciara su alocución de despedida a los venezolanos, procuró siempre Hugo Chávez dar lecciones formativas a los hombres y mujeres del pueblo bolivariano, así como también procuró que desde las instituciones del Estado no se dejara a un lado esta tarea. Ya de presidente de la República Bolivariana de Venezuela dispuso, en los primeros días de su gobierno, aumentar el presupuesto dedicado a la educación e inmediatamente después diseño e impulsó las numerosas misiones educativas, Robinson, Rivas, Sucre, Moral y Luces, el Plan Simoncito, las escuelas bolivarianas, la Universidad Bolivariana, todas dedicadas a ofrecer oportunidades de estudios a millones de personas diseminadas a lo extenso del país, en los lugares más recónditos de la geografía venezolana. Igualmente, se construyeron en los catorce años de  presidencia de Chávez, centenares de preescolares, escuelas, liceos y universidades para satisfacer los requerimientos educativos de niños, adolescentes, jóvenes y adultos. De manera que la expresión Toda la patria una escuela fue una consigna del gobierno presidido por Hugo Chávez que resume muy bien la intención profundamente educadora de la Revolución Bolivariana liderada por el Arañero de Sabaneta, que no se quedó como mera consigna sino que se concretó en realidad tangible en nuestro país al alcanzar por estos años la matrícula estudiantil más de la mitad de toda la población habitante del territorio nacional.

Es cierto que, como personalidad compleja, multidimensional, a Chávez no se le puede reducir a una sola dimensión, a una única cualidad. Pero es verdad también que de todas sus facetas, entre las que destacan las de estadista, escritor, político, comunicador, cantor, escritor, declamador, etc., sobresale  su condición de educador, la de un educador popular excepcional, la de un educador no convencional, no clásico, sino la de un educador revolucionario, irreverente, transgresor de códigos y tradiciones, tipo Simón Rodríguez, tipo Paulo Freire, tipo Sócrates. Un admirador de su liderazgo, personalidad y obra nos dice sobre esto: Chávez fue un pedagogo, un formador desde que estaba en la Academia, que profundizó en las reivindicaciones sociales, en la soberanía popular y de la patria. Yo creo que Chávez en eso fue muy avanzado. (Teniente de fragata, José Américo Faría Abreu. La Artillería. Domingo, 8 de mayo de 2014).

En la configuración de su perfil educador lo ayudó mucho su asombrosa memoria, sus extraordinarias facultades comunicativas, su insaciable voracidad lectora y sus tremendas ganas de servir a nuestra patria, Venezuela, y hacer de ésta una nación soberana, dueña de su propio destino, democrática, próspera y justa.

Su vena de educador la fue cultivando desde muy temprano en su pueblo natal Sabaneta de Barinas, al lado de su abuela Rosa Inés y de sus padres, Hugo de los Reyes y Elena Frías, maestros, estos últimos, en la escuela de Los Rastrojos, un caserío situado a varios kilómetros de Sabaneta. Su abuela Mama Rosa fue quien le enseño a leer y a escribir en aquella casa de Sabaneta, donde dio sus primeros pasos, una casa de paredes de bahareque, techo de palma y piso de tierra, con un patio muy grande, lleno de árboles frutales y de muchos pájaros que andaban volando y trinando por todas partes. La abuela era como la rectora, la formadora; mi verdadera educadora fue mi abuela. Me enseño mucho con el ejemplo, me educó a la solidaridad, la humildad, la honestidad. (Ignacio Ramonet. Mi primera vida: P. 134). De ella aprendió además, buenos valores y virtudes, los necesarios para hacer de él un hombre bueno, un hombre dispuesto a servir, ganado para ayudar al más necesitado, enemigo de las injusticias. La educación de Rosa Inés fue muy importante para mí. La vida a su lado fue de forja y de espíritu. Mi abuela era un ser humano puro. Ella era puro amor, pura bondad. (Chávez nuestro: P. 319). Esas enseñanzas de su abuela que marcaron el camino de su vida las reconoció Chávez.  Al lado de ella conocí la humildad, la pobreza, el dolor, el no tener a veces para la comida, supe de las injusticias de este mundo. Aprendí con ella a trabajar y a cosechar, aprendí con ella los principios y valores del venezolano humilde, de los que nunca tuvieron nada y que constituyen el alma de mi país (Cuentos del arañero: P. 370). Su abuela también le contaba cuentos en las noches, antes de dormir, que fueron aquilatando su sensibilidad para escuchar y narrar. Le contaba ella de las hazañas de hombres llaneros valientes que pelearon en las batallas de la Guerra de Independencia venezolana, en la Guerra Federal o se levantaron en armas contra la terrible dictadura de Juan Vicente Gómez. Ella hablaba de un cabo Zamora y de un Chávez, abuelo de ella, que se fue con el cabo Zamora y no regresó más nunca. También oía los comentarios de mis abuelas las Frías, de que hubo un maluco, un tal Pedro Pérez Delgado. (Cuentos del Arañero: Pp.5-6).

Por el lado de sus padres, Chávez recibió el ejemplo de un hombre y de una mujer que se ganaban la vida como maestros de escuela en una comunidad  de campesinos pobres. Sobre esta influencia nos habla Jacinto Silva, uno de los maestros de Hugo Chávez allá en sabaneta: En su formación influyó el hecho de ser hijo de maestros que se tomaban la educación muy en serio y con mucho sacrificio lograron que todos sus hijos  hicieran una carrera y fueran hombres de bien. (Cuentos del arañero: P. 55). En este caso la influencia respecto a su disposición a fungir luego como educador fue directa y concreta. Ver diariamente a su padre y a su madre dirigirse temprano en la mañana a la escuela donde trabajaban, verlos en sus aulas impartiendo enseñanzas a los niños del pueblo, verlos en las noches preparando clases y revisando las tareas de los alumnos, fueron experiencias que alimentaron poco a poco la inclinación educadora del futuro presidente Chávez. En algunas ocasiones, el Chávez niño estuvo de alumno de su propio padre. Esto ocurrió cuando  estudiaba el quinto grado de primaria en la escuela Julián Pino. Y una de las tareas que gustaba asignar el maestro Chávez a su hijo Hugo era la de hacer que éste se parara en frente de sus compañeros de aula a leer discursos en los días de las fechas patrias. Y los leía muy bien el futuro presidente de Venezuela, tanto que por su buen desempeño fueron muchas las ocasiones en que el niño Hugo ocupó este lugar privilegiado al frente de sus condiscípulos. Así recuerda uno de esos momentos: Un día me tocó dar un discurso en honor del primer obispo que nombraron en Barinas, monseñor Rafael Ángel González Ramírez. El obispo visitó Sabaneta. Yo estaba en sexto grado y me designaron para decir unas palabras a través de un microfonito. Flor Figueredo, tan linda me dio un beso. Me sentía en las nubes. No se me olvida que me dijo: A Huguito le va a gustar dar discursos, mira que bien lo hace. (Chávez nuestro: P. 310).

De manera que, desde los momentos iniciales de su existencia estuvo Chávez vinculado directa y frecuentemente con libros, maestros, escuelas, alumnos, estudios. Lo educativo no le fue ajeno jamás. Su necesidad de aprender fue permanente, así como también lo fue su disposición a educar. Reconozco, dice Chávez, que desde niño me metí en una escuela y ahí sigo, en una escuela, siempre tratando de aprender. (Mi primera vida: P. 150). Y siempre, agregamos nosotros, resuelto también a enseñar, a formar, a estimular  en los otros la voluntad de saber más y mejor acerca del mundo, la vida, la realidad, el entorno. 

De allí que muy temprano asumió conscientemente y con fruición el ejercicio pedagógico, la práctica de la enseñanza, la labor docente. Lo hizo primero como alfabetizador, enseñando las primeras letras a personas adultas carentes de la destreza lectora. Y luego, en el liceo Daniel Florencio O´leary de la ciudad de Barinas, donde cursó el Bachillerato, dio clases a sus compañeros de estudios. (Mi primera vida: P. 432). Más tarde, siendo subteniente, en la misma ciudad de Barinas y encargado de la campaña para la captación de aspirantes a la Academia Militar, tuvo que recorrer todos los liceos del Estado y dar charlas de motivación a los estudiantes de quinto año de bachillerato. También ejerció docencia en la Academia Militar Venezolana, la Casa de los Sueños Azules, como él la llamaba, oportunidad que supo aprovechar muy bien. Aquí dictó cátedra en distintas asignaturas, a aspirantes a oficiales de niveles académicos diferentes. Fue ésta una experiencia calificada por Chávez como maravillosa. Así relata el comandante la noticia recibida aquel día de marzo de 1981 cuando uno de sus superiores le informó que sería trasladado a la Academia Militar en calidad de instructor:  Un buen día de marzo me llama Humberto Prieto, el nuevo comandante, y me dice: me alegro por usted, porque ha sido cambiado, va para Caracas, a la Academia Militar () Ese mismo mes de marzo de 1981 me presenté en la Academia Militar () Llego a la Academia en pleno auge personal () lo vi clarito, aquí está el nido de las águilas () la cuna de la revolución () Era instructor, daba clases de táctica, de juegos de guerra, de historia, de liderazgo. Me encantaba dar clases. A veces no podía ni dormir, preparando mis cursos () tenía 28 años. (Mi primera vida: Pp.428, 429 y 432). Más tarde, en 1983, fue nombrado instructor de la Escuela de Blindados, donde se mantuvo hasta comienzos de 1984. En este último año me propusieron dar clases  en la escuela Superior del Ejército a oficiales superiores. Di clases de táctica y estrategia a altos oficiales que se preparaban para ingresar al Curso de Estado Mayor. (Mi primera vida: Pp.456-457).

La Academia Militar Venezolana fue la institución que mayor impacto tuvo en la formación de la personalidad y carácter de Hugo Chávez Frías, primero como cadete, y luego como oficial. La experiencia de la Casa de los Sueños Azules dejó en él una impronta imborrable. La Academia me encantó () la vida militar me apasionó, hasta el punto de que lo subordiné todo a ella () Me sentí como pez en el agua en la Academia Militar, que todavía es para mí, y lo será para toda la vida, un recinto sagrado. (Chávez nuestro: Pp.331 y 334). Fue ésta la casa en la que maduró su pensamiento social y político. En la Academia afloraron en mí las motivaciones políticas. No podría señalar un momento específico. Fue un proceso que comenzó a sustituir todo lo que hasta ese momento mis sueños y mi rutina. (Chávez nuestro: P.335).

Su arribo a la Academia coincidió con un momento especial para la institución, pues ese año 1971 ésta cambiaba su programa de estudios y elevaba su condición académica al rango universitario, por lo que sus egresados adquirían a partir de este momento el grado de licenciados en Ciencias y Artes Militares. Este fue el Plan Andrés Bello, un experimento educativo tendiente a humanizar la carrera militar, que por su orientación contribuyó bastante en la formación del grupo de cadetes que cursaron junto a Chávez estudios militares. En ese lugar tendrá como profesores a destacados oficiales como, Jacinto Pérez Arcay, Luis Acosta Rodríguez, Jorge Ernesto  Osorio García, Betancourt Infante, Pompeyo Torralba, maestros en disciplinas como: Historia Militar, Historia de Venezuela, Sociedad Bolivariana de Venezuela, Sociología, Metodología, Economía, Historia Universal, Derecho Constitucional, etc. Las siguientes son palabras del propio Chávez describiendo un poco el ambiente que por esos años existía en la institución militar. Recibíamos instrucción militar, pero combinada con ese curso propedéutico científico, que nos fue abriendo campo, pues la Academia tenía que cumplir con el currículo para poder optar al nivel de licenciados con validez universitaria.  Allí nos fuimos acercando bastante a la sociología, la historia económica, por ejemplo. Recuerdo mucho a un coronel que está retirado, nos daba clases de historia de las ideas políticas y de la economía. Uno veía gente, profesores civiles y militares con buen nivel de preparación y con apertura, una libertad de cátedra absoluta para discutir, para buscar ciertas verdades en la historia, el proceso económico. Así nos fuimos llenando () uno quería saber de todo, leer de todo () queríamos inundarnos por aquello de que mientras más leo más sé y nos damos cuenta de que no sabemos nada. Estuvimos más bien en la búsqueda de nuestras raíces. Creo que eso influyó mucho en el rumbo que después decidimos tomar. (Habla el comandante.1998: P. 42). En esos años iniciales de la década de los setenta y por influencia de algunos de sus profesores en la Academia fue que le nació a Chávez la pasión por el estudio de Bolívar, su gran mentor intelectual desde entonces. Primero, se metió en la biblioteca de la Academia a leerse los libros que abordaban la vida del Libertador, y luego, después de aprender lo suficiente a este respecto, se la pasaba entonces por los pasillos de la institución hablando del gran caraqueño, recordando sus batallas, evocando sus documentos políticos, sus discursos, cartas, hazañas militares. En las conversaciones con otros cadetes el tema recurrente era Bolívar. Por esto, al grupo de amigos de Chávez, aspirantes a oficiales, los empezaron a distinguir con el nombre de bolivarianos. Y desde estos días, en todas las intervenciones públicas del futuro presidente de Venezuela, se hizo obligatorio para él mencionar al Libertador 

La rica experiencia docente vivida en la Academia le servirá de mucho, más tarde, al tomar Chávez el sendero de la política activa, cuando necesitará pronunciar discursos ante concentraciones plenas de gente ávida por escucharlo. La palabra entonces le brotara a torrentes, en discursos muy aleccionadores, bien hilvanados, amenos, llenos de anécdotas, matizados con profusas citas de libros. En tales circunstancias, ante miles de personas ansiosas por oír sus mensajes, Hugo Chávez hacía prodigios con su verbo. Aquel volcán de palabras lanzaba entonces su rojiza y calenturienta lava verbal que encantaba y entibiaba los ánimos del público. En no pocas ocasiones sus discursos eran electrizantes, fantásticos, maravillosos,  como aquel del día 3 de junio de 2004, cuando el presidente Chávez, luego de conocer la decisión del Consejo Nacional Electoral de convocar a referéndum revocatorio del mandato presidencial, habló en cadena nacional de radio y televisión para  anunciar al país su próxima campaña Batalla de Santa Inés. Fue ese uno de los mejores discursos  pronunciados por  el presidente, su impacto fue inmediato, tanto que, al finalizar, el estado de ánimo de la población chavista había cambiado totalmente. Ahora eran todos unos optimistas de la victoria, cuando minutos antes eran lo contrario, uno masa de hombres y mujeres apesadumbrados, a quienes la noticia de la convocatoria a referéndum les había sumido en la más profunda frustración. Todo estaba perdido, era lo que pensaban, pero ese discurso del presidente hizo dar un vuelco completo al ánimo de todos ellos.    

Un educador disposicionero

El ejemplo del Libertador Simón Bolívar contribuyó bastante en la maduración de las cualidades pedagógicas del presidente Chávez, pues a decir verdad nuestro héroe máximo fue otro gran educador popular. Fue inmensa la labor educativa desplegada por el ilustre caraqueño en los veinte años de vida pública que le cupo tener. Sobre este asunto de la condición educadora del Libertador escribió el historiador venezolano Salcedo Bastardo lo siguiente: Sin temor a errar podría decirse que la vida entera de Simón Bolívar fue la de un educador (Morales Gil, 2006: P. 154). Y no le falta razón al autor de Historia Fundamental de Venezuela. Basta con leerse uno solo de los mejores documentos escritos por la pluma de Bolívar, su discurso ante el Congreso de Angostura, para reconocer en él su condición de maestro de los venezolanos, un maestro que como tal se preocupaba en demasía por la educación de su gente. Allí, en ese discurso, fue donde pronunció la célebre frase: moral y luces son los polos de una república; moral y luces son nuestras primeras necesidades.

En verdad que tanto Bolívar como Chávez estaban revestidos de cualidades especiales. Ambos dieron muestras de poseer aguda inteligencia, resolución inquebrantable, verbo fácil, avidez lectora, desapego respecto a los bienes materiales, espíritu justiciero, entrega total a la causa de la liberación nacional, amor patrio y don de servicio. Y todas estas cualidades las pusieron a la orden del pueblo venezolano, cada uno en su contexto.

Con referencia a lo estrictamente educativo, lo extraordinario tanto de Bolívar como de Chávez es que fueron ellos unos educadores no enclaustrados, fueron unos educadores transfronterizos, pues su labor educadora se extendió a todos los venezolanos de los tiempos que a cada uno le tocó vivir. Su labor educadora no la realizaron dentro de un aula particular, ni con unos programas de estudio instituidos, ni frente a un grupo de estudiantes de una institución escolar específica. Ellos fueron educadores de masa, de pueblo, educadores que formaron a millones de personas. En el caso de Bolívar el aspecto central de su labor educadora estuvo orientado a la formación para la libertad; fue un educador libertador. Sus seguidores se lanzaron detrás suyo a sabiendas que de esta manera aportaban su esfuerzo a la lucha contra la dominación colonial española y por la libertad de estas tierras americanas; mientras que en Hugo Chávez el aspecto central de su obra educativa se orientó a despertar en el pueblo el interés por la participación en la actividad política, para lo cual también incentivó y facilitó la formación de ese pueblo. Dijo una vez: soy un soldado feliz porque el pueblo despertó. Pero esa participación tenía un propósito específico: los millones de personas que siguieron su causa lo hicieron con el convencimiento de que haciendo esto contribuían a instaurar en Venezuela el sistema de gobierno más perfecto, es decir un gobierno  garante de la mayor suma de estabilidad política y de la mayor suma de felicidad social. Al respecto decía el propio Chávez: Nuestro objetivo es que la gente viva  de manera plenamente humana, con dignidad, con decoro. La felicidad es el objetivo supremo de la política () El objetivo no es sólo el vivir mejor sino el vivir bien (Mi primera vida: P. 36).  También fue un educador antimperialista. Reconocía Chávez que el mayor obstáculo para alcanzar la plena soberanía nacional era la sempiterna injerencia norteamericana en nuestro país. De allí que se propusiera concientizar a los venezolanos acerca de esta realidad, educarlos en la política antimperialista 

Como vemos entonces, el estilo educativo del presidente Chávez no corresponde al de un educador clásico, de tiza y pizarrón, encerrado en las paredes de la escuela, con una nómina fija de alumnos asignados a su clase, enseñando al pie de la letra un programa de asignatura determinado. Si bien Chávez fue alguna vez, como evidenciamos páginas atrás, un docente de este tipo, institucional, no es por haber tenido tal experiencia que reconocemos en él una vocación educadora. Del educador Chávez hablamos para referirnos más bien al hombre cuya aula de clase era el país y cuyos alumnos eran los venezolanos más vulnerables, los más necesitados, los más pobres. Por tal razón es que la cátedra fue ejercida por él en escenarios distintos, entre otros, en su programa dominguero Aló Presidente, trasmitido por radio y televisión a millones de venezolanos; en sus numerosas alocuciones pronunciadas desde tarimas levantadas en cualquier ciudad o pueblo del país; desde su columna periodística, publicada por muchos periódicos venezolanos; desde sus entrevistas concedidas a distintos medios de comunicación; en los documentos salidos de su mano y pluma, difundidos a la población por diferentes vías, o desde el hemiciclo de la Asamblea Nacional, lugar desde el cual dirigió numerosos mensajes al país. Lo cierto es que el comandante Chávez fue un educador que trascendió los límites de la escuela, educó a la manera socrática, esto es: en espacios abiertos; sus discursos se trasmitieron al pueblo aglomerado a lo largo y ancho del país a través de los medios de comunicación; tales exposiciones no estaban aferradas a un guión programático fijo; más que enseñar a él lo que le gustaba era que las personas aprendieran, para lo cual se esforzaba por despertar la curiosidad en estos, cargar de energía a sus discípulos, estimular la personalidad crítica, formar voluntades.  Recomendaba así a los jóvenes venezolanos: Prepárense muchachos  al máximo, estudien, lean, investiguen, no se dejen meter cobas, no se dejen meter cuentos. ¡Háganse ustedes dueños de su propia vida. Y avancen hacia la libertad de Venezuela, que en la educación está la verdadera revolución!. (Programa Aló Presidente. 4 de julio de 1999)

En este sentido, se desempeñó el Comandante como un maestro forjador de voluntades insumisas, como un maestro tipo Simón Rodríguez, el mismo que sembró la semilla de la inquietud libertadora suramericana en el díscolo joven mantuano, Simón Bolívar, y lo indujo a conducir esta empresa hasta hacerse Libertador. En verdad, fue así como se desempeño el presidente Hugo Chávez, como un maestro, como un conductor de pueblo, como un guía de multitudes; que como maestro transformador se propuso avivar la voluntad revolucionaria entre los hombres y mujeres humildes de nuestro país. A estos les insufló vitalidad, fuerza, coraje, ánimo, ganas revolucionarias. A estos efectos se alimentó el Comandante tanto del maestro brasileño Paulo Freire, el pedagogo de la esperanza y el de los oprimidos, como también de Peter McLaren,  el poeta laureado de la izquierda educacional, autor, entre otros, del libro La pedagogía de la Revolución (2001), un estudio del legado educativo del Che Guevara y de Paulo Freire. De manera entonces que no cometemos una exageración si calificamos al presidente Hugo Chávez como un gran maestro popular y como un pedagogo revolucionario.

Como buen bolivariano, el Comandante seguía en materia educativa el pensamiento del Libertador en esta materia. De allí su empeño por concientizar al pueblo, por educarlo, por formarlo. Reconocía la fuerza de verdad de aquella enseñanza de Simón Bolívar según la cual a nuestros pueblos, las oligarquías nacionales y extranjeras, los habían dominado más en razón de la ignorancia inducida que por la represión practicada. Y en eso tenía razón el Gran Caraqueño, pues la consecuencia inmediata de la ignorancia es la ceguera mental, la ausencia de criterio riguroso, la falta de juicio propio, la incomprensión de la realidad. La víctima de esta enfermedad carece de autonomía de pensamiento y por tanto es fácil instrumento de los sectores sociales con poder económico y político: una persona ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción. Ante tal problema, como consecuencia del mismo, reconocía el Comandante Chávez, que lo pertinente era ofrecer oportunidades educativas a las personas. Contra la ignorancia, educación, pensaba el veguero barinés. Aquí coincidía, no por casualidad con otro gran libertador latinoamericano, como fue José Martí, pues el prócer de la independencia cubana reconocía que para ser verdaderamente libre había que cultivar el saber: Ser cultos para ser libres.

Total, fue la educación una prioridad en el ejercicio gubernamental de Hugo Chávez, un aspecto de su programa político nacional en el que se mostró seguidor consecuente de Simón Rodríguez, pues según nos decía el mejor hombre del mundo, tal como caracterizaba Bolívar a su maestro, nada importa tanto como tener pueblo, (y) formarlo debe ser la única ocupación de los que se apersonan por la causa social. Y le cumplió muy bien el comandante al maestro del Libertador, pues los logros educativos de su gobierno fueron numerosos y extraordinarios. En su caso la educación se puso al servicio de los sectores populares, la educación se volcó a la calle, salió del recinto cerrado de las aulas; se municipalizó para que los hombres y mujeres habitantes de los numerosos caseríos, pueblos y ciudades del país accedieran a ella. Más aun, en propias palabras de Chávez, toda Venezuela se convirtió en una escuela y esto es parte esencial del proyecto bolivariano. Y va a seguirlo siendo (pues), como decía Bolívar, las naciones marcharán hacia su grandeza al mismo paso con que camina su educación. (José Vicente Rangel, 2012: Entrevista del 13-02-2011).

Pero es que además, en su gobierno se intentó dar un vuelco al sentido de la labor educativa, se intentó romper con la idea profesionalizante de la educación, con esa idea crematística según la cual uno se acerca a la institución escolar con el pecuniario propósito de adquirir un título, un certificado, un pergamino, para luego dedicarse con él a trabajar, a adquirir dinero. Para el Veguero de Sabaneta, la educación es un proceso con un alto contenido de nobleza, mediante la educación lo que nos proponemos en verdad es formar personas dueñas de su propia voluntad, personas rebeldes, gente inquieta; en tal sentido, en ese proceso de la formación el educador, su principal conductor,  lo que tiene que hacer es clavar el aguijón de la inquietud en el espíritu de los educandos. Les debe inquietar creando dudas en su pensamiento, les inquieta forjando en ellos un espíritu crítico, un espíritu insatisfecho; les inquieta porque les ayuda a descubrir las injusticias del mundo y les induce a comprometerse con las tareas del cambio social. En tal sentido fue reiterativo el Comandante al convocar a los venezolanos a ser siempre críticos, a no dejarse conducir a ciegas por sus dirigentes. Los convocó a ser como los briosos llaneros venezolanos que ganaron, bajo la conducción de Bolívar y Páez, la independencia de Venezuela. Nos convocó, decimos nosotros, a ser como él mismo fue, pues nadie mejor que su propia persona para presentarla como ejemplo de sujeto insumiso, de sujeto rebelde, de sujeto inquieto. Nos convocó entonces a ser como el subversivo de Miraflores, como el fundador, dentro del ejército venezolano, del Movimiento Bolivariano 200, como el soldado del Batallón de Blindados del Ejército Libertador Venezolano, encargado, junto con sus compañeros de armas, de guardar la patria que el cielo nos dio.



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Sigfrido Lanz Delgado


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