Osos en el mar

¡Qué incomprensión! El pobre Juan Carlos que, en un alarde de coherencia histórica, abdica al trono de España a favor de su heredero Felipe sólo encuentra el repudio de las multitudes en las plazas españolas exigiendo la supresión de la monarquía y la reinstauración de la república.

Dirá el abdicante –parafraseando a Massiel- que es más fácil encontrar osos en el mar (o elefantes en el cielo) que no la comprensión donde “abunda la mentira y es escasa la verdad”. Ni modo, mi rey, son gajes del oficio. Para fortuna de Felipe, que será el sexto, el destino le depara una cómoda majestad, con el soberano en las calles pero sin manera de romper los candados de la ilegítima legalidad que protegen a la monarquía.

Independientemente de la obsolescencia de la forma, la figura del jefe de estado, monarca o presidente, sólo es válida si es de común aceptación, de suerte de ser el árbitro de última instancia en los conflictos políticos; no es el caso: un determinado sector de la población la rechaza, motivo suficiente para someter a referéndum su permanencia, a riesgo resultar inútil. Tal es el reclamo de los españoles en las plazas.

Por cierto, hablando de consultas al pueblo, es de llamar la atención que la oposición venezolana la soslaye y opte por la intención de derrocar al presiente Maduro por la vía del golpe, auspiciado desde Washington, no obstante que su constitución contempla la revocación del mandato. Es la más clara confesión de que se trata sólo de una minoría la que pretende destroncar la Revolución Bolivariana. El imperio insensato y los cipayos criollos a su servicio, optan por la desestabilización y la destrucción ilegal e ilegítima, aplicando recetas muy sabidas en Nuestra América, desde el golpe contra Jacobo Arbenz de Guatemala y Salvador Allende en Chile, con recorrido por la geografía de todo el subcontinente, con la única excepción de México.

En su estrategia el primer objetivo es forzar a una mesa de diálogo entre un gobierno legalmente electo y una mezcolanza opositora, colocados en nivel de igualdad; logrado lo anterior el gobierno lleva todas las de perder y la oposición las de ganar, sin pasar por el filtro de la legalidad constitucional.

Consultar al pueblo es lo que exige la izquierda mexicana para dirimir respecto de la modificación constitucional que entrega los recursos naturales y la actividad estratégica en materia de energía en beneficio de los particulares. No guardo esperanzas en el sentido de que la consulta resulte en un rechazo a las reformas, dado que a su favor estaría toda la parafernalia propagandística del régimen y sus medios masivos de comunicación, pero lo importante será instaurar la soberanía popular; algún día podrá alcanzarse la racionalidad y la objetividad ciudadanas.

El régimen sabe que el horno no está para bollos y el descontento puede estallar en cualquier momento y con cualquier pretexto; prefiere hacer el desfiguro de la discusión de las leyes secundarias en pleno mundial de futbol, no porque la gente vaya a estar al pendiente del debate por el Canal del Congreso, sino porque nadie tendrá capacidad para convocar a una movilización de protesta en tales condiciones. Por la misma razón, evitará tomar el riesgo de la consulta popular; tiene suficiente capacidad para manipular la ley para lograrlo, aunque signifique seguir aumentando peligrosamente la presión de la olla, hasta que estalle.

Cabe la posibilidad de que, por causa del cambio climático, pronto se puedan encontrar rosas en el mar o que, por causa del cambio político, ya no sea necesario buscarlas. Lo cierto es que la protesta cunde en el mundo, sea como respuesta natural contra regímenes neoliberales divorciados de los intereses de los pueblos, o sea como acciones desestabilizadoras contra los que han optado por la emancipación antiimperialista. Resulta fácil la caracterización de uno u otro caso; baste con asomarse a CNN, si alaba la protesta y difunde sus glorias es que se trata del segundo caso; si la ignora o la descalifica por provocar molestias a los ciudadanos “decentes” es que se trata de la primera.

Para mayor detalle, con que el vocero de la Casa Blanca diga que tal o cual situación es preocupante y convoca a la mesa de diálogo, es que la protesta es manipulada. Así de fácil.



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Gerardo Fernández Casanova


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