La alienación o plusvalía espiritual trasciende las generaciones del trabajador[1].
Los hábitos laborales sembrados por el capitalismo tienden a sostenerse en el tiempo a punta de los sucesores de los agentes burgueses, como son los fabricantes, los comerciantes y los banqueros burgueses.
Esta característica patrimonial que acompaña la propiedad privada de los medios de producción, o sea, de la riqueza acumulada proveniente del trabajo expropiado a los asalariados, y también proveniente de la corrupción impune que también entra en el maquiavélico paquete de los medios burgueses para la obtención de riqueza fácil, además del plusvalor fabril, del patrimonio del Estado.
Ahora que estamos hablando de una reconducción, de un redireccionamiento cualitativo de los objetivos pensumarios de la Educación venezolana, es momento oportuno para que se comience a quebrar la alienación espiritual de los beneficiarios del patrimonio burgués.
Nos referimos, por ejemplo, a que en la historia actual debe tener prioridad la Historia patria que impartamos en la Primaria, Secundaria Y Universitaria.
En el texto de esa historia, clasificada por estados, municipios, parroquias, oficios, ramos productivos y apellidos familiares de connotada sonoridad social, debe irse señalando con pelos y señales el árbol genealógico de los actuales dueños de fábricas y grandes tiendas comerciales con toda su carga contable de la riqueza sucesorable.
[1] Sobre estas ideas nos enseñó mucho el gran Ludovico Silva: Teoría y Práctica de la Ideología
[2] Goethe, citado por Karl Marx (El Capital, Tomo I, Nota 2, Cartago) pregunta socráticamente a uno de sus alumnos feudales sobre el origen de la fortuna actual de su padre, de sus abuelo, de su bisabuelo, y así este alumno termina confesando que su testador más antiguo simplemente tomó para sí esas tierras, ese botín de guerra o tomado por la fuerza y que ahora este alumno heredaría.