El cortejo fúnebre avanza, se mueve lentamente. Tras el sarcófago van los dolientes, mujeres vestidas de negro con velo en el rostro, militares con uniforme de campaña, obreros con bragas y botas de faena, niños cargando gastados juguetes, campesinos con sus ropas humildes pero muy limpias. También acompañan animales, abejas, lobos, especies en peligro de extinción. Juntos van, en organizada formación, flores y árboles que dan a la marcha imagen irreal... Tras el cortejo va la vida.
Los sollozos se confunden con el Réquiem de Mozart que se oye a lo lejos, un tambor mayor marca el lento paso. Los excluidos son los más, muchos van en moto, pero con el motor apagado en señal de duelo, otros van descalzos, sucios, andrajosos.
En el sarcófago va la esperanza, el sueño de los próceres, de los humanos más humanos. A veces el entierro se detiene, surge en el camino una señal de que no todo está perdido, de que aún hay promesas, buenos augurios, profecías. El cielo se ilumina con un rayo azul que viene de lejos, dicen que de un país que siglos antes también detuvo el cortejo con su lucha desprendida. Dicen que la luz la encendió un hombre descendiente de centauros, que vino de la sabana inmensa llena de los fantasmas de aquellas luchas, un muchacho que en las noches estrelladas del llano oía la caballería de Páez cruzar el río, y sentía en su piel el llamado heroico.
El cortejo fúnebre retoma su lenta marcha, el muchacho de la sabana fue asesinado y con él se fue el sueño, se transformó en humo, en verbo inútil, en engaño. Volvieron los buitres anunciando carroña, el águila de la cabeza blanca revolotea sobre sus víctimas, urracas parlanchinas reaparecen, se oyen los lamentos de los pobres, las carcajadas de los poseedores, el miedo conduce al rebaño. Volvieron a ganar, compraron con espejitos dorados a los responsables del timón.
Nadie sabe cuánto falta para que la procesión llegue a la sepultura, dicen que con cada paso se acorta el tiempo y la distancia, que ya es poco. Quizá años, quizá décadas, a menos que alguien, algo, detenga de nuevo la marcha fúnebre.
Puede que la luz del rayo azul surja de nuevo en el país del muchacho de la sabana, puede que surja de otro lugar del planeta, o que se ahogue en el mar de lo trivial, que ya el hombre no sea capaz de iluminar, que esté perdido en las pequeñeces que parecen inmensas, que sólo pueda verse los pies y el bolsillo, que el circo pueda más que la vida... entre tanto, el cortejo avanza.
A veces los hombres buenos, angustiados, se levantan en las madrugadas, fijan su vista en el cielo y perciben, o quieren imaginar, un pequeño destello de la luz azul. Y se tranquilizan, la interpretan como señal de esperanza, de que el hombre no es una especie fallida, que hay futuro para la especie. Profecía de que un día podrán transformarse en guardianes de la vida, que se organizarán como hermanos, todos por el bien de todos. Ese día volverán los próceres, los pioneros de la vida, ese día el cortejo se detendrá definitivamente y el Socialismo florecerá sobre el planeta, la vida volverá a sonreír. La Humanidad será liberada de ella misma, y ese día “pagarán su culpa los traidores”.
¡Chávez vive en la lucha por el Socialismo!
elaradoyelmar@gmail.com
www.elaradoyelmar.blogspot.com