No ha bastado las miles de muertes, torturas y desapariciones que ocurrieron durante los 40 años de la IV República, ni los heridos y muertes y ocurridas durante el proceso revolucionario bolivariano por mano de la derecha fascista en contra el bravo pueblo venezolano para comprender la dimensión histórica que representa la Revolución Socialista Bolivariana, no sólo para nuestro país, sino para Latinoamérica y el planeta tierra en general.
Bien claro lo expresa el Comandante Eterno en el Plan de la Patria al afirmar que es fundamental defender la revolución socialista para salvar a la humanidad de su exterminio, al planeta tierra del holocausto al que nos lleva el capitalismo depredador.
El capitalismo vive de la muerte, de la depredación, del homicidio, del genocidio. Millones de muertes desde que el capitalismo advino a la faz de la tierra: miles de niños y mujeres muertos en la época del capitalismo salvaje en Inglaterra, Alemania, Francia. Millones de aborígenes americanos exterminados por sobreexplotación y asesinatos de fe, millones de africanos exterminados por la explotación sobrehumana, miles de muertes durante las jornadas revolucionarias en Europa (La comuna de París, la revolución italiana, alemana, francés) Miles de muertes durante la Revolución Rusa. Miles de muertes durante el proceso de colonización europea en Asia y África. Millones de muertes durante la Primera y Segunda Guerra Mundial. Millones de muertes por las invasiones colonialistas en América, Europa, África, Asia por parte de Inglaterra, Holanda, Francia, Portugal, Estados Unidos. El capitalismo camina por una senda de dolor y sangre y construye con los huesos de la humanidad, con la desertización, con la contaminación, con la extinción, la lápida del hombre y del planeta.
El proceso socialista bolivariano que está en curso y construyéndose lentamente en nuestro país constituye la esperanza de millones de seres humanos que viven en el abandono, en la ignorancia, en la miseria. Constituye la concreción de los sueños de Martí, Zamora, Bolívar, El Ché, Zapata, Artigas, Alfaro, Pancho Villa, Allende, Farabundo Martí, Sandino, Mariategui y los valientes seguidores de sus ideales proyectada hacia los pueblos de África, Asia, Medio Oriente y los segmentos más oprimidos y marginados de los países de Europa y Norteamérica.
Muchos tropiezos, dificultades y traiciones sufrieron estos luchadores, deslealtades y conjuras que emergieron de sus propios compañeros: Carujo, Piar, Miguel Peña, Pinochet, Huber Matos, Kautsky, y en contra el Comandante Eterno surgieron Rosendo, Miquelena, Alvarenga, Arias Cárdenas y otros quienes emergieron en el momento más difícil que vivió el proceso revolucionario en sus inicios.
Con la desaparición física del Comandante Chávez el peligro que hoy amenaza la Revolución Socialista Bolivariana asume rango de alerta roja. Al considerar mayor debilidad en el nuevo gobierno todas las fuerzas del imperio le disparan a mansalva con mayor ofensiva, y desde todos los ángulos. La conspiración mediática internacional, el capital internacional, los empresarios nacionales y extranjeros, el clero, los partidos de oposición, las ong´s, los gobiernos lacayos de América latina y de Europa, los partidos de derecha de todas las naciones, los empleados públicos de oposición saboteando, los paramilitares, las guarimbas, los mercenarios, los terroristas.
Internamente tenemos, por una parte a los corruptos los ineptos, los incapaces, los infiltrados, los oportunistas cuyo accionar generan críticas y malestar en el pueblo el cual espera soluciones a sus problemas.
En consecuencia es necesario hacer las siguientes consideraciones. Todo proceso revolucionario nace y se construye en la crítica. La crítica es la condición sine cua non para el despliegue de las contradicciones y la dialéctica revolucionaria. Sin crítica no hay revolución. La crítica permite la reafirmación o negación de la tesis y en consecuencia el avance práctico del proceso. La crítica permite revisar y corregir errores, superar desaciertos, avanzar históricamente. La autocrítica permite a su vez la crítica permanente del accionar práctico. Crítica y autocrítica son dos caras de la misma moneda.
No obstante es necesario establecer el momento, las circunstancias y el lugar donde deben someterse a la discusión revolucionaria las ideas, planteamientos, acciones, proyectos. Eso forma parte de los principios y de la disciplina revolucionaria. Principios que los militantes deben mantener y respetar, más aún si son militantes de larga y profunda data.
En algunos artículos escritos por mi persona y publicados en Aporrea he hecho referencia a lo inoportunas que resultan algunas críticas ya que, en vez de ayudar a corregir desviaciones, desaciertos o aclarar dudas por parte del gobierno del Pte. Maduro, parecen dirigidas a formar parte de la canalla escuálida al descalificar los logros de la Revolución Bolivariana y plantear como solución la salida del camarada Nicolás.
He afirmado que lo que está en juego no es poca cosa, se trata nada más y nada menos que el futuro de la humanidad, de nuestros hijos, nuestros nietos, la Patria. Están en juego los logros y aciertos, los desaciertos y los errores. Pero sobre todo está en juego la libertad de un pueblo que decidió a ser digno y soberano, aún a costa de su vida.
Sin querer comparar al camarada Giordani con el traidor Miquelena, ya que entre los dos hay una enorme diferencia, la publicación del documento en el cual se establecen críticas a la gestión del Presidente Obrero, lejos de favorecer el proceso revolucionario, hace un espléndido favor a la oposición, al imperialismo y sus secuaces, sobre todo en estos momentos que somos la presea a lograr por los E.U.
Desde hace tiempo he leído críticas contra el camarada Giordani. Respeto sus opiniones. Pero parte de esos que solicitaban su salida del Equipo de Gobierno, por considerarlo un economista obsoleto, culpable de los desaciertos, tanto de Chávez como de Maduro en el campo de la economía, hoy aparecen apoyando su documento. ¿Cómo se come eso?
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