Los cuatro títeres del Apocalipsis

Y escuché cuando Obama abrió el primero de los siete sellos y oí a uno de los cuatro seres vivientes que decía como voz trueno: ven. Y miré, y apareció un moderno y costoso auto deportivo blanco; y quien lo conducía llevaba un legajo. Del auto descendió una mujer mostrando una vejez prematura, algo orejona y  de ojos cansados. Todos los escasos reunidos gritaron ¡Salve María Corina y la marchita, de nívea vestidura, mostró una desencajada mueca que los pocos presentes la tomaron como una diabólica sonrisa. La anciana precoz levantó los documentos venidos del norte en señal de victoria. Salió como vencedora para vencer. Todo estaba consumado, la invasión era ineludible lo único que no serían bombardeado serían los pozos crudo que resguardaban, desde hace millones de años, la primera riqueza petrolera del mundo.

Y cuando abrió el segundo sello, oí al segundo viviente que decía: ven. Y apareció un cansado y sudoroso corredor vestido todo de color rojo con una franela naique y unos pantalones cortos de la misma marca. Todos escucharon cuando el correcaminos gritó: Me llamo Leopoldo. Y al que corría se le dio el poder de quitar la paz de una nación petrolera y hacer que se degollaran unos a otros; y se le dio una bomba molotov y un rollo de alambre de púas para consumar la degollina.

Y cuando abrió el tercer sello, oí al tercer viviente que decía: ven. Y miré y salió una costosa y lujosa moto de color negro. De la máquina se bajó un adulto de la cuarta edad, con el rostro mutilado por diversas cicatrices confundidas con las arrugas que le circundaban el rostro. A pesar de su edad avanzada, el del pellejo descocido quería mostrar los escombros de una apariencia juvenil. Vestía unos yin también negros, bastantes ajustados intentando exhibir una virilidad que los años le había desgastado y deteriorado. Todos escucharon: me llamo Diego, no De la Vega, el corrupto Arria. En la mano exhibía un frasco de viagra como símbolo de la eterna juventud. Y oí como una voz en medio de los cuatros seres vivientes que decía: una botella de güisqui 18 años por cien dólares y tres potes de caviar de Irán por quinientos dólares. Pero el champan y el vino de oporto no lo dañes. Por la comida no te preocupes, el hambre los matará.

Y cuando abrió el tercer sello, oí al tercer viviente que decía: ven. Y miré, y apareció una dispendiosa limosina con placas diplomáticas de color bayo, un blanco amarillento bien pulido y en la antena ondeaba una bandera con barras y estrellas; y el que se bajó del lujoso automóvil tenía por nombre Burelly, el hijo del padre y apodado la peste. Cuando se irguió sobre el asfalto el atildado chófer de librea  enarboló una lúgubre guadaña. Obama le dio la potestad sobre la mitad de la nación petrolera para matar con morteros, con hambre o con peste y con los marines provenientes de tierras extranjeras.   

Una vez que los cuatro vivientes aparecieron sobre el país petrolero todo fue una terrible confusión y debacle. La familias que habitaban en diferentes zonas escucharon el bramido de unos aviones que surcaban cielo y durante la noche se distingan una trayectorias luminosas que al tener contacto con el suelo producían estentóreas explosiones y como consecuencia, las destrucciones causadas por estos artilugios de la muerte. Algunos de los sobrevivientes de las clases adineradas exclamaban que eran antichavista y que no merecían este trato. Los drones no miraban hacia los lados, a pesar de que sus bombas eran inteligentes la brutalidad se colaba entre los intersticios de los circuitos electrónicos y no diferenciaba entre chavistas y escuálidos.

Los residentes de la clase alta advirtieron que la luz eléctrica se convirtió en un bien recordado, dado que algunas plantas eléctricas fueron arrasadas por unos misiles inteligentes provenientes de unos barcos estacionados en la costa próxima al país petrolero. Como era de esperar, al abrir los grifos el vital líquido había desaparecido y los grandes oligarcas descubrieron que el coco chanel number five no servía para encubrir los malos efluvios provenientes de delicada y tersa piel blanca.

Con el tiempo las inclemencias de los bombardeos se acentuaron más y más; los rigores de la sed y el hambre  deterioraron las relaciones entre los habitantes del país petrolero. Las peleas entre los vecinos eran comunes y las muertes que no producían los bombardeos se originaban por las riñas entre vecinos por un bocado de comida o una botella de agua contaminada.  Las miradas hacia los perros y gatos no estaban condicionadas bajo el afecto de siempre sino con una inopinada avidez gastronómica; todo aquello que volaba, caminaba en cuatro patas y se arrastraba por el suelo tenía una elevada cuantía para la dieta diaria. Una bolsa de papa adquirió un  valor por encima de un costoso brillante engastado en una hermosa montura de oro. Durante la noche las capitales de los estados del país petrolero permanecían desoladas. Fue necesaria la creación de brigadas armadas entre los vecinos para evitar violaciones y robos de comida. El caos se había apoderado de una nación que vivía en paz mucho antes de la aparición de aquellos nefastos personajes. Mientras tanto, los cuatro títeres del apocalipsis le informaban a su amo del norte que los pozos petroleros permanecían ardiendo secuela de las explosiones provocadas por los trabajadores petroleros, quienes se negaban entregar la riqueza del país.  

Era notorio que los habitantes del país petrolero vivían días de calamidad nacional, de seguro las estructuras ancestrales de convivencia no retornarían por mucho tiempo y los sobrevivientes hubiesen preferido la muerte. Entre los residentes de la capital y las ciudades grandes verificaban con asombro que cada día se hacía imposible satisfacer las necesidades más elementales de la vida tales como comida, agua, abrigo y del combustible para los autos ni pensarlo, las calles y las carreteras estaban destruidas en su totalidad. La familia se fragmentó y como consecuencia, los oligarcas se acercaron a las zonas populares para aprender de ellos la coexistencia en comunidad y así evitar una muerte segura. Las grandes sociedades urbanas se fueron transformando en comunas, la única manea de sentirse protegidos entré sí y evitar el pillaje que estaba acabando con los humanos. Era asombroso que, al igual que las personas de las zonas populares y las provenientes de la clase media alta, comenzaron a buscar pequeños terrenos para plantar semillas y cultivar algunos alimentos: única manera de sobrevivir a la hambruna desatada por la las nefastas decisiones de los cuatro títeres del apocalipsis.

Y cuando abrió el quinto sello, vi al pie del altar las almas de los degollados de varios motorizados por causa de la palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron. Escuché la trompeta tocada por un ángel y cuando intenté averiguar lo que seguiría a la debacle me desperté algo atolondrado. En medio del duermevela y la angustia producida por la pesadilla, recordé a los cuarenta dos muertos inocentes fruto de las ambiciones personales de un grupo de   oligarcas rapaces.   



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Enoc Sánchez


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