La política del cambio

La acción del partido revolucionario está dirigida al cambio social y, consecuente con ese principio básico, el III Congreso del PSUV tiene como tarea la elaboración de la estrategia para ese cambio, los objetivos a mediano y largo plazo y la precisión de la fuerza política y social que los impulse.

Esto confiere al partido coherencia política, ideológica y organizativa. En la lucha social no existe el vacío ideológico y en el enfrentamiento de clase la teoría del proletariado tiene que imponerse para el éxito de la revolución. A falta de ésta, sigue perdurando la ideología burguesa y pequeña burguesa.

La política impone conductas de acuerdo con las circunstancias y la correlación de fuerzas. La política revolucionaria no es un camino recto, una autopista que conduce directamente al cambio. Por el contrario, la confrontación de las fuerzas en lucha determina en cada momento o etapa las características que asume esa confrontación. El talento político del revolucionario consiste en mantener el objetivo transformador dentro de la complejidad del proceso y la clase obrera hace posible el análisis acertado en el sentido de que desde el punto de vista de la clase obrera se puede diagnosticar científicamente el fenómeno social y ese diagnóstico permite la acción consecuente.

Las acciones políticas que imponen las circunstancias solo pueden llevarse a cabo de manera certera y conforme a los principios revolucionarios cuando se actúa sobre la base de una clase obrera unida y organizada. Es el modo de garantizar una correlación de fuerzas favorable al proyecto revolucionario, el cual compromete a las demás clases explotadas por el capital, las cuales se unifican alrededor de la clase obrera.

No se trata solo de la fortaleza de las clases revolucionarias en la política general, lo que tiene gran importancia, sino además la actuación de esas clases en cada sector en concreto. El desabastecimiento, por ejemplo, será vencido cuando dichas clases actúen con eficiencia revolucionaria en cada una de las empresas de producción y comercio donde trabajan. Esto, obviamente, adquiere singular urgencia.

“¡Así vale pena luchar!” dice Fidel ante los actos de sacrificio de la clase obrera en las difíciles condiciones tras el derrumbe de la URSS y de los países del Este europeo. Podemos estar seguros que sin una clase unida Cuba no hubiera resistido el bloqueo imperialista. Un problema decisivo del proceso revolucionario es la coherencia del partido que constituye el instrumento político para la transformación y esa coherencia no puede en modo alguno alcanzarse sin una clase obrera unida y organizada. La revolución es producto de la lucha de clases y el partido tiene que conducirse en función de ese combate. La tarea central del partido revolucionario es la unidad y organización de la clase social que, dado el puesto que ocupa en el proceso de producción, es la llamada históricamente al cambio de la sociedad que solo puede producirse como consecuencia de las fuerzas sociales que en lucha permiten el predominio de la clase obrera.

Esta es la más trascendental conquista de la ciencia social. Marx dijo que él no había descubierto las clases sociales ni la lucha de clases y que su mérito era haber diagnosticado el triunfo definitivo del proletariado. Desde que este principio científico fue descubierto, el propósito de la burguesía es impedir la unidad de la clase obrera. En Venezuela este es el problema más grave que enfrenta la revolución.






Esta nota ha sido leída aproximadamente 1600 veces.



Roberto Hernández Wohnsiedler

Abogado y Sociólogo. Fue diputado, vicepresidente de la Asamblea Nacional, Ministro del Poder Popular del Trabajo y Seguridad Social y militante del Partido Comunista de Venezuela (PCV). Es autor del libro La Clase Obrera y la Revolución Bolivariana.

 robertohernandezw@gmail.com

Visite el perfil de Roberto Hernández Wohnsiedler para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Roberto Hernández Wohnsiedler

Roberto Hernández Wohnsiedler

Más artículos de este autor