“Cuenta la leyenda que en la época del primer presidente de nuestro país, general José Antonio Páez, los aduladores, que querían congraciarse con el caudillo, se sentaban a su lado y comenzaban a halar el mecate de la hamaca -donde él yacía plácidamente- para mecerlo. Esto derivó en el sustantivo jala mecate. Con el pasar del tiempo, la frase se transformó en jala bola; en otros países se conoce como lame suelas o lameculo. Lo que ha derivado en una frase muy jocosa: jala pero no te guindes, porque funciona tanto para el mecate como para las bolas”…Anónimo.
Me decía un camarada pocos meses antes de morir Hugo Chávez, cuando ya se presentía que se encontraba en un estado de deterioro físico irreversible, hecho este que le impediría regresar a ejercer la presidencia del 2013 al 2019, que las personas que le habían rodeado, y a los que consideraba sus amigos, lo defraudarían al fallecer. Ya que después de su muerte no lo iban a dejar descansar en paz, ya que en todo acto político o de gobierno, iban a utilizar todo lo que quedo grabado para la historia, para hacer politiquería, manipulando y decepcionando al pueblo que lo siguió en vida hasta el cansancio.
Toda esa caterva de aduladores que durante muchos años lo habían adorado y venerado por “el interés de te amo comandante” cuando llegó la hora en la que consideraron que ya no sería “el comandante eterno”, se bajarían del autobús, y cambiarían de ruta, buscando sin duda otro presa para adularlo y luego esquilmarlo. Yo creo que ya basta del excesivo culto a la personalidad post mortem del presidente Hugo Chávez respetemos su memoria.
Un testimonio más el de este cruel jalabolismo se puso de manifiesto el pasado 5 de julio, cuando vimos lo bajo y cruel que pueden llegar a ser los seres humanos cuando se comportan como unas garrapatas con nuestro pueblo a los que se les acercan con el único fin de chuparles la sangre y achicarle los bolsillos. ¡¡¡Esto lo traigo a colación porque el mismo camarada me dijo hoy 6/7/2014: “Perdomo te recuerdas que te dije que cuando Chávez muriera sus “herederos” políticos no lo iban dejar descansar en paz, y nos lo iban a meter hasta en la sopa”!!!!!
Toda la vida tras el poder han existido los oportunistas y los arribistas alrededor de los presidentes, grupos de arrastrados que a modo de alegres lame suelas, aplauden todas las actuaciones del “presidente”. No todos buscan los mismas objetivos de aquel a quien acompañan desde que se levanta hasta que se duerme, de todo hay en la viña del señor, pues algunos lo que buscan es figurar, y robar cámaras son tan vanidosos como efímeros a costa de sus jaladas. Pero hay otros que tienen más “agallas” y que son los más peligrosos, y que al final son los que coronan. De todos ellos los más hipócritas de estas “claques de aplaudidores “que merodean en todos los recintos palaciegos, los componen los denominados en el lenguaje coloquial como los jala bolas de togas y birretes.
El jala bolas es ese tipo de persona excesivamente adulador y servil, entregado a la persona que ejerce el poder de una manera desmedida para ganarse su confianza, y a quien adula con el único fin de conseguir favores, y beneficios políticos y económicos. Son tipos sin escrúpulos que venden su dignidad sin ningún pudor arrastrándose hasta los extremos para desde el suelo poder capturar cualquier migaja, y después sacarle provecho donde lo crea conveniente.
El adulador resulta en principio tan de mucha confianza que termina formando parte de la corte más íntima del presidente, de una confianza extrema que al final cuando lo descubren resulta despreciado. Es la rémora que se confunde con su víctima a la que se come lentamente. Lo peor del adulador es que consigue permanecer tan agarrado a su presa que ésta no tiene la suficiente fortaleza para quitárselo de encima; es él, el adulador el que decide desprenderse cuando el presidente empieza a perder el poder.
Si los billetes hablaran qué mal quedaría cuando esas actitudes en torno a quien tiene el poder lo relega a aparecer como un bolsa ante la sociedad, y eleva a otro inepto y trepador. ¡Lástima vivir para contemplar estos actos, que lo que dan es asco en pleno siglo XXI!
Hay muchas variantes del fenómeno: desde los guataneros a los cagalitrosos. Por no hablar de aquellos que hacen válida la frase de que los dictadores son como los niños pequeños: no se sostienen solos. También cuando Don Quijote se dirige a Sancho: “Cómo se nota que eres plebeyo, siempre estás con los vencedores”. Son los eunucos, dependientes… de cualquier poder establecido.
Los jala bolas son supervivientes que aunque no brillan por sí mismos, nunca estarán faltos de cierto resplandor traicionero y miserable. Aunque intentan convencerse y convencer de que “todo el mundo va a lo suyo” y “hay que ser muy vivo en esta vida”, suelen olvidar que también hay gente que se sacrifica generosamente por aquellos que les rodean y por sus principios e ideales, pero por desgracia en estos tiempos tan faltos de ambas cosas, parece que todo vale.
Efectivamente, sin ánimo de polemizar, cuando un jala bola se le pega como una garrapata al que llega al poder, se olvida de la ética si la tuvo, y se convierte además en el látigo del débil y en el felpudo o limpia pie de quien lo puso allí. Pero siempre su olor lo delata, ya que siempre le huele mal la cara.