La violencia, un producto socio económico

Sin olvidar que la “Violencia” es un fenómeno estructural, producto de las condiciones materiales e ideológicas de la sociedad; es necesario resaltar que lo socioeconómico es el eje central de donde dicho fenómeno, emerge, se alimenta y dimensiona; Lo social, como parte insoslayable de ese complejo mundo donde se ubican las relaciones materiales; tejido, donde se mueven hombres y mujeres, en un entramado de conceptos, categorías, teorías, sentimientos, aspiraciones y acciones; todas ellas interconectadas y alimentadas por las relaciones interpersonales, las cuales fungirán como una especie de vasos conductores, entre dichos elementos o factores. Relaciones Materiales donde además cohabitan tanto las relaciones económicas, de producción y consumo, como aquellas propias de la interrelación entre éste y su entorno; de allí que sea imposible dejar de lado lo social, pues el hombre no existe fuera del contexto, es el para qué de las cosas, su esencia, quien crea la sociedad, la transforma y se transforma.

Por otro lado, Lo económico, motor de la sociedad, aceite que mueve el engranaje social, la energía que da la vida, el alimento e impulsor de la transformación social, económica, tecnológica y educativa; quien a su vez, es el generador de la agresividad manifestada por el hombre o mujer, quien alienado, no encontró otra vía para canalizar esa rabia contenida por años de maltrato, invisibilización, penurias o subyugación; que manifestarse en contra de aquello que le oprime. Es lo vivido quien lo induce a manifestarse, algunas veces de manera “apropiada”, tomándose “apropiada” como en el marco de las leyes, otras veces de forma desproporcionada, es decir con mayor violencia.

¿De que dependerá ello?, como decía antes, pudiese ser por las condiciones materiales de una sociedad que continua con su esencia capitalista, discriminadora y profundizadora de desigualdades, lo cual conduce inexorablemente a la insoportabilidad de lo vivido, el cansancio del día a día por las interminables colas, la frustración ante la ausencia de aquellos elementos necesarios para la subsistencia (comida, medicamentos, vestido, etc.); o por la rabia al ver que el poder adquisitivo es cada día menor, pues los aumentos de salario, se esfuman cada vez más rápido, o como se dice en el argot popular, “se vuelven sal y agua”; también pudiese ser por la delincuencia observada y vivida; o por la impotencia ante la guerra comunicacional, explicita o subliminal; e incluso ante la puerilidad de respuestas dadas tanto por los medios de comunicación que invisibilizan de disimiles maneras la realidad social; o lo que es peor, por la conducta desleal y ofensiva dada por quienes vulnerando nuestra confianza (entiéndase funcionarios públicos), repiten las conductas obscenas que criticaron en otros. Cúmulo de razones que llevan a “supra frustraciones” que deberán ser canalizadas, antes de que hagan implosión de manera violenta, una realidad que en los actuales momentos coquetea con elementos inducidos, que deberán ser incluidos en el necesario análisis social, si lo que se quiere es acercarse «lo máximo posible», a la realidad objetiva y transformarla.

Entonces, como pedir a ese ser social que ha sido objeto de este cúmulo de vejaciones, manipulaciones, maltratos, agresiones, o exclusión social; que mantenga unas relaciones con sus semejantes, sanas, productivas y armónicas; si la sociedad que lo ha “cobijado” tiene una doble moral, por un lado le ordena el acatamiento de una serie de disposiciones o normas, mientras que por el otro, sus “personeros” gozan del beneplácito de sus desviaciones, o en el mejor de los casos, son criticados, más no castigados; franquicia propia de una sociedad con una conformación política y económica discriminatoria, castradora, en ocasiones exacerbadamente punitiva, y en otras groseramente indulgente.

Por supuesto que ello no justifica el nivel tensional de la sociedad, ni las acciones fragosas realizadas en pro de la minimización de la violencia; pues tenemos que recordar que a esas condiciones materiales se le suman las condiciones ideológicas, las cuales en las sociedades capitalistas están centradas en la distribución desigual del dinero, con el consiguiente enriquecimiento de unos pocos «la clase dominante», la burguesía, o los ricos, como se les quiera llamar; pero en esencia, me refiero, a esas pocas familias que siendo los dueños del capital imponen a la mayoría, al pueblo, es decir a nosotras y nosotros “El proletariado”, sus decisiones; valiéndose para ello de cualquier tipo de argucias, vejámenes y acciones que traspasan el umbral de la violencia; para convertirse en “terrorismo”, político, económico, o ideológico. Vieja forma de relacionamiento social, que les permiten grandes beneficios y mayor plusvalía; mientras que las y los trabajadores son cada días más subyugados.

De allí que, para deslindar y tratar de comprender el porqué en los últimos tiempos, nuestras sociedades se debaten en un “mare mágnum” de conflictos donde las manifestaciones de violencia o agresividad parecen haberse convertido en el “lenguaje coloquial” de un pueblo que se ahoga entre cifras de violencia, maltrato, desnutrición, desempleo, frustraciones, desescolarización y sueños utópicos; se hace forzoso hacer una revisión profunda a las condiciones materiales e ideológicas, es necesario transformar la sociedad y su sistema económico; partiendo del análisis de la realidad, las condiciones objetivas y subjetivas; por supuesto que ello, también pasa por discutir sobre lo inducido, pues si bien existen elementos tangibles y observables, implicados en el fenómeno de la Violencia, no es menos cierto que existe una fuerte carga de elementos estimulados desde otras trincheras, con intereses de clase bien claros, que buscan desestabilizar a la sociedad, crear el caos y obtener beneficios; elementos todos conectados con lo ideológico, recuérdese que

Al reflejar la base, la superestructura expresa asimismo de modo correspondiente las contradicciones de la base. En la sociedad dividida en clases antagónicas, las contradicciones económicas se manifiestan ineluctablemente en las contradicciones en la superestructura: entre el Estado y las tendencias revolucionarias (el movimiento de las masas); entre los diferentes partidos políticos; en la lucha de las ideologías de las distintas clases. (Materialismo Histórico.p.79)


ibarraelena@gmail.com
Una Comunista.




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Elena Ibarra

Licenciada en Educación egresada de la Universidad de Carabobo, Doctora en Psicología Educativa y especialista en violencia de género

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