Los crímenes de la oposición

        Después de escuchar la noticia sobre el asesinato del diputado revolucionario Robert Serra, la señora Juana Casterola se quedó sentada sobre el borde de la cama y con la mirada triste empezó a repasar cada una de las circunstancias donde han ido cayendo muertos los hombres y mujeres que se han atrevido a enarbolar las banderas de la lucha revolucionaria. Así por ejemplo, recordó aquellos días aciagos de abril de 2002 cuando los sectores opositores y criminales contrataron a francotiradores para que asesinaran a varios hombres y mujeres, quienes fueron engañados a participar en una marcha para luego aparecer con sendos tiros en la cabeza. Cuando lograron su plan macabro y dieron el Golpe de Estado, los grupos opositores de conducta asesina emprendieron una feroz cacería contra funcionarios del gobierno chavista, donde el objetivo principal era asesinar al Presidente Hugo Chávez. Se inicia una patología criminal en la filas opositoras que desde entonces se ha ido agravando azarosamente.

          No había terminado se secarse la sangre derramada en el asfalto caliente cuando la oposición venezolana se embarca en una nueva y criminal aventura que atenta contra la estabilidad y seguridad de la familia venezolana. Efectivamente el paro petrolero de fines del 2002 y los primeros meses de 2003, fue el atentado mas grande que se ha cometido contra la sociedad venezolana en 500 años, porque se pretendió asesinar de hambre al pueblo venezolano. Era un genocidio colectivo.

          Tras cada recuerdo sobrevenido, la señora Juana Casterola respiraba profundo y pensaba sobre el carácter violento de la oposición y el daño que causaba a la salud política del país. En voz baja decía una y otra vez: es una pobre oposición que está infestada por personalidades enfermizas que peligrosamente van desarrollando y construyendo la cultura de la muerte y del odio. De inmediato recordó aquella  situación de violencia en la plaza Altamira en diciembre de 2002, cuando se presentó un tiroteo y murieron tres personas  a manos de un criminal, que supuestamente había sido contratado por los grupos opositores para generar una situación de caos y acelerar la caída de Chávez. La señora Juana Casterola se seca las lagrimas y penosamente vuelve a repetir: la oposición tiene tendencia asesina.

        Luego recuerda a Danilo Anderson, el fiscal valiente, quien fue asesinado cobardemente el 18 de noviembre de 2004, cuando colocaron explosivos a su vehiculo y lo detonaron cuando Anderson lo conducia por la urbanización de Los Chaguaramos de Caracas. Es la misma oposición de siempre, dice la entristecida señora Juana Casterola, al pensar en las desapariciones, asesinatos y torturas cometidas en la Cuarta República. Como escudriñando en las rendijas de su memoria y sus recuerdos, doña Juana Casterola seguía el rastro de los crímenes de la oposición. En una especie de giro mental, saltó en el tiempo y recordó claramente la violencia de abril de 2013, cuando el candidato perdedor Capriles Radonsky  incitó a seguigores de la oposición a “descargar su arrechera”, arrebato que le costó la vida a muchos venezolanos, incluyendo a niños inocentes. También la guarimba reciente  acabó con la vida de 41 compatriotas y causaron un trauma a la familia venezolana. Definitivamente, la oposición practica la cultura de la muerte y siente un enorme desprecio por la vida de los venezolanos.



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Eduardo Marapacuto


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