“La muerte de un joven, preparado y con un inmenso amor a la Patria, debe ser repudiado por cualquier venezolano que sienta una chispa de querencia por esta tierra de todos, independientemente de la ideología, credo o religión que profese; de lo contrario, no tiene corazón en el pecho y es un vil miserable y me perdonan, el calificativo, pero no puedo pensar de otra manera”.
Las palabras del amigo Pedro Cachamay, recorrieron el espacio que ocupaba el grupo, pues entre el dolor y la rabia, eran expresadas. Sin embargo, guardando la compostura, que guardan los que aman a esta Patria, agregó: “Cuando se asesinan jóvenes y más de la forma que lo hicieron, como fue el caso del crimen abominable del diputado Robert Serra, uno tiene que dolerle en todo el punto exacto donde tiene el corazón, porque sabemos y requetesabemos que los jóvenes son el futuro del país, y cuando asesinan, sin piedad alguna, a un muchacho tan valioso como Robert Serra, es como si le apagaran un montón de luces a la Patria, y así ésta no puede transitar bien por el derrotero hermoso que tiene trazado”.
Cachamay, calló y observó el grupo, como esperando comentario alguno de él, pero como el silencio, hizo presencia, dando entender que estaban de acuerdo con sus palabras, el amigo apunto:
“Con este bochornoso hecho, tengo que repetir una frase, que repetimos muchas veces en la cuarta República, cada vez que aquellos apátridas nos asesinaban un dirigente popular; y esa frase es la reconocida del gran Pablo Neruda: “Podrán cortar todas las flores, pero jamás impedirán la llegada de la Primavera”. Porque aquí Robert Sierra vivirá en el legado del comandante eterno, en el amor que se siente por la Patria, en la sonrisa de los niños cuando reciben su canaimita, en la alegría de la familia que recibe una vivienda digna, en la emoción del adulto mayor, que se le otorga su pensión; y sobre todo en esa cantidad de jóvenes que a lo largo y ancho de esta patria grande, están dispuestos, desde cualquier trinchera, a defender la revolución, porque definitivamente, el pueblo es un cuero seco que lo pisan por un lado y por el otro se levanta”, dijo Cachamay y se despidió.
