Es Venezuela hoy un país demasiado importante en la escena mundial. Dos son las causales de tal condición. Primero, sus riquezas naturales, que las tiene de distinto tipo y en cantidades inmensas. Pero destacan entre todas el petróleo y el gas, que se encuentran en nuestro subsuelo en cantidades extraordinarias. Es nuestro país la primera reserva mundial de crudo, en su mayoría pesado, con casi cuatrocientos mil millones de barriles, cifra que representa el 25% de todo el petróleo existente en el planeta; y es también Venezuela un inmenso reservorio de gas, tanto como para compartir junto a Bolivia y Brasil los primeros lugares en este continente. Por supuesto que tal riqueza despierta la codicia de empresarios y gobiernos extranjeros, mismos que usufructuaron durante casi un siglo la explotación de los hidrocarburos venezolanos sin que los gobiernos de nuestro país pusieran límites a sus desmanes. Entonces se trata en nuestro caso, de un país con una amplísima historia de colonialismo, de saqueo, de sometimiento, de explotación, por cuya tradición es concebido desde los centros de poder mundiales no como nación ni tampoco como república, sino como un simple territorio, cuya riqueza ha de ser explotada y usufructuada por las mismas fuerzas de siempre, con la mínima interferencia de sus legítimos propietarios, que son los venezolanos.
En el primer lugar de la lista de codiciosos aspirantes a controlar el petróleo y el gas venezolano está el gobierno norteamericano y sus poderosas empresas petroleras, que, para lograrlo, están dispuestos a utilizar todos los recursos a su alcance, los recursos de un país con vocación y prácticas imperialistas, que por tal condición destruye pueblos, invade territorios, asesina políticos y presidentes, derroca gobiernos. Esta disposición se acentúa si consideramos que el petróleo es un recurso no renovable que ha llegado a su pico máximo de producción, al mismo tiempo que, del otro lado, se incrementa la demanda mundial del mismo. De allí que los países petroleros constituyen hoy día objetivos demasiado atractivos en la geopolítica mundial. Y Venezuela destaca sobre todos ellos por ser el que tiene las mayores riquezas de este tipo.
La segunda razón causal de esa condición atractiva de Venezuela en la escena mundial es el proceso político revolucionario en curso en nuestro país, un proceso transformador que pone en cuestionamiento el sistema de gobierno tradicionalmente predominante entre nosotros, a cuya cabeza han estado las elites económicas y los partidos tradicionales servidores de aquellas. Es un proceso político aleccionador, ejemplarizante, revolucionario. Aquí se está dando una lección al mundo, la lección de que se puede gobernar de otra manera, gobernar con el pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Y esta lección se está difundiendo y replicando en países vecinos, fenómeno que provoca nerviosismo, temor, angustia en las burguesías, partidos tradicionales y gobierno imperialista yanqui, aliados eternos a la hora de explotar a los trabajadores, de tiranizar pueblos, de saquear riquezas de otros y de enfrentar gobiernos populares.
En nuestro caso venezolano esta alianza se ha constituido y ha venido actuando desde el primer día que Hugo Chávez Frías asumió la Primera Magistratura. El objetivo de tal alianza es crear una situación de ingobernabilidad nacional y truncar el proyecto revolucionario bolivariano y socialista impulsado por las fuerzas del chavismo. La búsqueda de estos objetivos es lo que ha dificultado, tanto en el caso del presidente Chávez como de Nicolás Maduro, llevar adelante los planes de gobierno en santa paz. Todo este tiempo ha sido de permanente conflicto, de duro batallar, de constante confrontación. Es por esto que los problemas vividos por la revolución se inscriben como parte de las acciones emprendidas por los enemigos de ésta para destruirla. Tales problemas no son casuales, sino que son inducidos, provocados, incitados. Ahí están como expresiones de tales acciones la escasez de productos de la dieta venezolana, la especulación, el contrabando, la inflación, las guarimbas, el narcotráfico, el paramilitarismo, la desinformación mediática, el sicariato, la inseguridad y los crímenes políticos. Y están también las muertes de más de cuatrocientos campesinos en la región occidental del país, la del cacique yukpa Sabino Romero y familiares, la de Danilo Anderson, Eliecer Otaiza, Hugo Chávez Frías y de Robert Serra. Todo forma parte de lo mismo. Ninguno de tales hechos está divorciado de los otros, así como tampoco están divorciados de las dos condiciones señaladas al principio que hacen de Venezuela un país demasiado apetecido por empresas y gobiernos poderosos.
Es así como la Revolución Bolivariana es un proyecto en constante asedio, sus enemigos históricos insistirán con sus acciones en procura de su derrota total. En distintos frentes se realiza este asedio. En este momento el ataque es despiadado, sin cuartel, sin reglas. El asesinato de líderes políticos del chavismo es una acción más ejecutada por estas fuerzas de la reacción. Se ha pasado al plano de la máxima violencia, de la confrontación total. Es como una declaratoria de guerra lo que se ha formulado. Por tanto, el gobierno presidido por Nicolás Maduro debe responder en la misma proporción si quiere sobrevivir. Debe responder haciendo uso del poder total. Nada de blandenguerías para enfrentar a enemigos dispuestos a todo. Es obligación del gobierno defenderse, defender al pueblo y evitar que continúen ocurriendo las acciones criminales. Aquí es oportuno recordar las enseñanzas de Simón Bolívar sobre el manejo de la política en situaciones difíciles. Bolívar nos da lecciones pertinentes para estos tiempos peligrosos.
Por ejemplo, en el Manifiesto de Cartagena, septiembre 1812, el gran caraqueño explica los motivos por los cuales fue derrotado aquél primer experimento republicano establecido en nuestro territorio. Allí resaltaba como causal destacada de tal derrota el desempeño timorato del gobierno venezolano de entonces, su blandenguería con los enemigos, la tolerancia con los delincuentes. Decía Bolívar: "El más consecuente error que cometió Venezuela, al presentarse en el teatro político fue la fatal adopción que hizo del sistema tolerante, sistema improbado por débil e ineficaz". Y prosigue Bolívar: "Los códigos que consultaban nuestro magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose REPÚBLICAS AÉREAS, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. De manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal. De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos y particularmente por nuestros natos e implacables enemigos (…). La doctrina que apoyaba esta conducta tenía su origen en las máximas filantrópicas de algunos escritores a cuyo abrigo ocurría que a cada conspiración sucedía un perdón y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar. Clemencia criminal que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido".
Aprendamos entonces de Bolívar, hoy cuando nuestra patria se encuentra asediada, aprendamos para no repetir como aquella vez los errores de los políticos filántropos que pretendieron crear en Venezuela, en el contexto de la primera independencia, una República Boba, una República Aérea. Hoy también tamaña pretensión sería gravísimo error. Hoy, en el contexto de la segunda independencia, lo que corresponde a nuestro gobierno hacer es aplicar mano dura a los delincuentes enemigos de la nación, tal como lo recomendaba Bolívar para entonces y lo solicita el pueblo para ahora. Mano dura con los saboteadores, con los golpistas, con los especuladores, con los contrabandistas, con los narcotraficantes, con los paramilitares, con los apátridas, con los sicarios, con los incitadores al odio, con los criminales, con los corruptos. No hay otra opción. Para enfrentar el extremismo opositor se impone la defensa total de la revolución bolivariana.