El Libertador de Guayana, Manuel Piar, fue fusilado en la ciudad de Angostura, el día 16 de octubre de 1817, seis meses después de haber conducido sus tropas a la más importante victoria obtenida por el ejército libertador en la gesta independentista venezolana, por supuesto que después de Carabobo. Esta victoria cambió el curso de la guerra libertadora. A partir de entonces las fuerzas patriotas pasaron a ser unas fuerzas victoriosas, capaces de rivalizar de tú a tú con el poderoso ejército invasor de Pablo Morillo, y capaces también de obtener grandes triunfos, como fueron los que se lograron poco tiempo después en Boyacá (07-08-1819) y en Carabobo (24-06-1821). Todo esto fue posible por los beneficios proporcionados a los partidarios de la República por la provincia de Guayana, un territorio hasta ese momento no afectado directamente por la guerra, que por tal razón mantenía una actividad económica próspera, con mucha riqueza acumulada en los pueblos misionales a cargo de los capuchinos. Tal riqueza pasó a manos de los libertadores y con ella se obtuvieron armas, municiones, pólvora, sables, uniformes; se compró una imprenta para activar la artillería del pensamiento; y se financió la venida hacia Angostura de efectivos militares extranjeros dispuestos a apoyar la independencia. También la Angostura libre permitió organizar la Tercera República y sumar a este gobierno el invencible ejército de llaneros comandados por José Antonio Páez.
Manuel Piar fue uno de los generales del ejército libertador que acompañó a Simón Bolívar en la expedición de los Cayos, expedición que desembarcó en Carúpano a fines de mayo del año 1816. A él se designó para que arrojara de Maturín y otros lugares del oriente venezolano a los españoles ocupantes de estos territorios, y estando en cumplimiento de tales instrucciones se vio obligado a entablar batalla contra las tropas comandadas por Francisco Tomás Morales, el día 27 de septiembre, en El Juncal, cerca de Barcelona. Por la victoria obtenida esa vez Piar fue ascendido, en junta de oficiales, a la condición de General en Jefe del ejército libertador y en tal jefatura lo veremos semanas después, el día 26 de noviembre, cruzando junto a sus tropas el gran río Orinoco, en pos de sumar el vasto y rico territorio guayanés para la causa de las armas republicanas.
Para este momento contaba Piar con 42 años, pues había nacido en abril de 1774 en la ciudad de Willemstadt, Curazao, colonia holandesa para ese tiempo. Hijo de María Isabel Gómez, mulata nacida en la isla, y de Fernando Piar Lottyn, comerciante canario (Asdrubal González. 1988). Tales datos los sabemos gracias al descubrimiento de su partida de bautismo, encontrada en los archivos de la iglesia católica de la mencionada ciudad. Desde el día de su nacimiento hasta 1784 vivió Piar con su madre y hermanos en su isla de nacimiento. Luego vivió en la Guaira, desde este año hasta 1797, cuando todos ellos fueron expulsados del territorio venezolano por sospecharse que la señora María Isabel Gómez estaba comprometida en el intento insurreccional, contra las autoridades españolas, organizado y dirigido por Manuel Gual, José María España Juan Bautista Picornell. Estos años finales del siglo XVIII serían tiempos muy convulsionados en Curazao dado que la isla fue rivalizada por potencias, como Holanda, Inglaterra y Francia, que en procura de su posesión entraron en guerra varias veces por estos años. Además, estaba lo que ocurría en Haití en estos mismos tiempos. Aquí los esclavos de origen africano habían emprendido la guerra por la liberación colonial y social y luego de obtenida la victoria sobre los colonialistas franceses instauraron la república negra de Haití. Todo ello lo vivió de cerca Manuel Piar. De manera que fueron estos unos años de forja de su espíritu inquieto, irreverente, díscolo. Sus inquietudes emancipadoras y justicieras se aquilataron. Por eso al conocer la nueva situación de Venezuela, inaugurada el 19 de abril de 1810, se viene a estas tierras y entra a formar parte de los conductores del ejército enfrentado al bando de los colonialistas españoles. Se incorpora con toda su carga de hombre imbuido de preocupaciones sociales. Se incorpora como un miembro de las mal llamadas castas, que aspira a través de su lucha terminar con esa odiosa situación social que separa a las personas en razón del pigmento de su piel, que impide a pardos y mestizos ingresar a la universidad, que les niega la posibilidad de ser propietario de tierras, que les frena la oportunidad de ejercer funciones de gobierno y de seguir la carrera sacerdotal.
Pero tales preocupaciones serán el origen de la desgracia por la que pasará el héroe guayanés al final de sus días. En un ejército cuyos oficiales eran todos miembros de la clase de los propietarios y por tal razón blancos, la presencia de un general mulato, muy exitoso ganando batallas, que esgrimía banderas de justicia social, no podía ser bien percibida. Eso de salir en defensa de la gente de color se podía aceptar a medias en el caso de Simón Bolívar, pues además de ser éste uno de los suyos, era gracias a su jefatura militar como se garantizaba ganar la guerra a los españoles y establecer en Venezuela la república gobernada por los godos. Pero con Manuel Piar la cosa era de otro tenor, el asunto era más peligroso, pues éste le daba a su lucha un contenido de clase, quería levantar el pardaje para que hicieran la guerra a los mantuanos. Y esa prédica solapada le había proporcionado una gran ascendencia entre la gente de su clase, convirtiéndolo en un líder militar popular. Además, por su conciencia de clase estaba dispuesto a enfrentarse a los demás oficiales del ejército libertador si se oponían a sus designios. En tal sentido sostenía el curazoleño que “era preciso acabar con ellos (el mantuanaje militar) para poder hacer patria (…) era de absoluta conveniencia y necesidad deshacerse de Bolívar y de todos los blanquitos caraqueños que querían mandarlos”. Y agregaba: “Yo he penetrado el gran misterio de la administración actual, y he jurado a mi honor restituirle la libertad a tanto inocente que está derramando su sangre por encadenarse más y más en una esclavitud vergonzosa; me voy a Maturín, y al fin del mundo si es necesario, a ponerme a la cabeza de los que no tienen otro apoyo que sus propias fuerzas” (Proceso a Piar, en O`Leary Tomo XV).
De manera que, a sabiendas de esa prédica incendiaria proferida entre las tropas del ejército libertador por el general curazoleño se desatará en su contra la correspondiente reacción de parte del resto de la oficialidad militar republicana, con el objetivo de impedir que tal prédica ganara fuerza y se convirtiera en un peligro real, el peligro de provocar una guerra civil interna, parecida a la que ocurrió en territorio venezolano entre los años 1813 y 1815. Es así como, en ese contexto, tiene lugar, a mediados del mes de julio, una junta de altos oficiales patriotas para analizar la delicada situación, pues el peligro ameritaba acciones urgentes y también radicales. Por consecuencia, lo que allí se decidirá será el fin de la carrera militar de Piar. Lo que se resolvió fue autorizar a Bolívar para que emitiera el decreto del 5 de agosto, un terrible decreto que declaraba en condición de proscrito al triunfador de San Félix.
Del contenido de este documento rubricado por Bolívar, extraemos las partes que consideramos las más resaltantes. Allí dijo Bolívar:
“Yo denuncio a la faz de la nación el crimen más atroz que ha podido cometer un hombre contra la sociedad, el gobierno y la patria. El general Piar es el autor excecrabel de este fatal delito”
“El general Piar ha formado una conjuración destructora del sistema de igualdad, libertad e independencia. Pero no os alarméis de esta monstruosidad de parte de un hombre cuya vida ha sido un tejido de conspiraciones, crímenes y violencia”.
“Calumniar al gobierno de pretender cambiar la forma republicana en la tiránica; proclamar los principios odiosos de la guerra de colores para así destruir la igualdad que desde el día glorioso de nuestra insurrección hasta este momento ha sido base fundamental; instigar a la guerra civil; es en sustancia lo que ha hecho Piar”.
“El general Piar con su insensata y abominable conspiración sólo ha pretendido una guerra de hermanos en que crueles asesinos degollasen al inocente niño, a la débil mujer, al trémulo anciano, por la inevitable causa de haber nacido de un color más o menos claro”.
“Venezolanos. ¿No os horrorizáis del cuadro sanguinario que os ofrece el nefando proyecto de Piar? Calificar de un delito el accidente casual que no se puede borrar ni evitar. El rostro, según Piar, es un delito y lleva consigo el decreto de vida o de muerte. Así, ninguno sería inocente, pues que todos tienen un color que no se puede arrancar para sustraerse de la mutua persecución”.
“El general Piar ha infringido las leyes, ha conspirado contra el sistema, ha desobedecido al gobierno, ha resistido la fuerza, ha desertado del ejército y ha huido como un cobarde; así pues, él se ha puesto fuera de la ley: su destrucción es un deber y su destructor un bienhechor”.
Luego de esta proclama la suerte de Piar estaba decidida. Se acercaban sus días finales. Al general Manuel Cedeño se asignó la orden de captura del reo, y su arresto se cumplió el día 27 de septiembre, cuando Piar se encontraba en su campamento, en las cercanías de Maturín. De inmediato fue traído a Angostura donde lo esperaba el tribunal militar constituido para seguirle juicio. El proceso legal duró varios días. Se inició la instrucción del expediente el 3 de octubre. Luego, el 8 se comunicó a Piar el inicio del juicio, y el siguiente día 15 se acordó la sentencia. El veredicto fue la pena capital, que se cumplió mediante fusilamiento 24 horas después. Tenía 43 años para ese momento, seis de los cuales los había entregado al proceso de independencia venezolano, tiempo en el cual sobresalió por su arrojo y triunfos obtenidos.
De tales hechos, en donde estuvieron involucrados de manera sobresaliente Bolívar y Piar, se cumplen ahora 197 años. Sin embargo ambos actores no son tratados con igual delicadeza por la historiografía nacional. Respecto a Piar, el mulato, el curazoleño, un manto de dudas se ha tendido. Pareciera privar en este trato el origen extranjero del héroe y su condición mulata. Por eso es también que respecto a su vida abundan los cabos sueltos, las interrogantes, las dudas, las imprecisiones. Y por eso es que entre nosotros no son muy numerosos los libros referidos a su vida, al punto de no contar los venezolanos hoy día con la gran biografía del general curazoleño. Por igual motivo, de sus restos mortales nada se sabe, ni se han realizado muchos esfuerzos por recuperarlos. Tampoco contamos con un monumento digno de su memoria, ni siquiera en Guayana. Por supuesto que ningún concurso de ensayos históricos con su nombre ha sido promovido ni por la gobernación del estado Bolívar ni por la alcaldía de Caroní. Por tales carencias es Manuel Piar un gran olvidado, es el invisibilizado de la historia nacional, el innombrado del bicentenario.