Piar Sosa Oca, aquel polémico decano de la facultad de ingeniería de la UCV de los años setenta, devenido de la filas izquierdistas y que se hizo contumaz enemigo de los grupos revolucionarios de la época, tuvo lo que no ha mostrado decano alguno de la revolución de hoy, la idea de iniciar la formación de ingenieros en convenio con las necesidades de las empresas privadas y de las empresas petroleras, mineras, metal-mecánicas, eléctricas y metalúrgicas del estado venezolano. Innegable es que, la UCV entre los años 70-80 pudo graduar un valioso contingente de ingeniería, que le dio impulso tecnológico a la industria venezolana. La gran mayoría de los ingenieros de la vieja PDVSA, lamentablemente alineados con la derecha golpista, han ido a parar a empresas trasnacionales, que conscientes de sus atributos técnicos, les han contratado con “apetitosos” salarios dolarizados. Lo que faltó entonces en aquella época de esa formación técnica, fue el aspecto ideológico que conformara un profesional sensible a la problemática político-social de aquella Venezuela. Hoy parece ocurrir el fenómeno inverso. Las facultades de ingeniería, sobre todo aquellas que han nacido en esta quinceañera revolución, no han podido conformar un ingeniero de amplias aptitudes técnicas en concordia con una formación socio política integral. La Unefa por ejemplo, nacida del antiguo politécnico de la Fuerza Armada, extendió tanto el pensum de ingeniería que hoy forma verdaderos ingenieros del ocio, siendo que no hay la capacidad empleadora para las incontables especialidades que han equivocadamente ideado en una visión absurda de la realidad. Y así casi todas. Los ingenieros petroquímicos deambulan por las calles de Puerto Ordz, Caracas y Maracay. Ingenieros de gas, cuyo alcance puede lograrse con un ingeniero mecánico químico o geólogo, a través de un rápido curso inductivo. Ingenieros eléctricos o de petróleo muy mal instituidos que no soportan un ligero examen de preparaciones técnicas. Una notable profesora de un tecnológico importante del país, contaba que los estudiantes que recibía en estudios básicos, no tenían la mínima preparación para abordar materias de ingeniería. Ciertamente, la amplia deuda socio-educativa no puede pagarse a través de fáciles títulos académicos. La formación de los profesionales que llevarán la batuta tecnológica del país es algo de trascendencia patria. Lo contrario es traición a ella. Rusia el viejo país socialista de vieja data, contaba con diez mil puestos universitarios para estudiantes de ingeniería en una población de ciento veinte millones, para 1980. Por eso, los colegios de ingenieros, las universidades, medios de producción y gobierno revolucionario, tienen mucho que recapacitar en este sentido. Porque es de inmensa prioridad revisar con audacia los planes educativos para la formación de ingenieros en este país. De nada valió entonces, formar aquel ingeniero audaz en su preparación técnica siendo que el consumismo y su precariedad política lo podrían llevar a posiciones apátridas. Pero también es muy cierto que conformar hoy, un ingeniero de calidad política y variadas dotes sociales, se queda trunco si a la hora de abordar un problema de ingeniería para lo cual fue supuestamente desarrollado no dispone de las herramientas inductivas para tal fin.