Las amenazas contra la Revolución Bolivariana son muchas y provienen de diversas fuentes. Del exterior son conocidas las intenciones de la gran burguesía internacional por destruir el proceso político venezolano; es innegable la participación del gobierno de los Estados Unidos en las acciones desestabilizadoras en alianza con las burguesías latinoamericanas, especialmente la colombiana con Álvaro Uribe al frente. Pero lo que más socaba el propósito revolucionario de transitar hacia el socialismo, es la actuación de dos fuerzas contrarias a la revolución, que operan simultáneas al interior de la Patria. Una de ellas está constituida por 1) la hegemonía del pensamiento burgués nacional, con mayor expresión en la burguesía apátrida que de manera sostenida, desde 1998, viene desarrollando una estrategia (la que le corresponde como enemiga) destinada al deterioro de la economía interna mediante la expoliación de las divisas, el saboteo a la producción interna, el acaparamiento y la especulación; esta estrategia, lamentablemente, ha permeado a toda la sociedad. Hoy no sólo los ricos raspan cupos en el exterior, sino también sectores de la clase media; el acaparamiento y la especulación están en los barrios; la corrupción no distingue entre funcionarios de alta, media o baja jerarquía. 2) En esta primera fuerza opera, con su propia estrategia de guerra, la derecha política opositora, desde el intento de golpe, pasando por el paro petrolero, las guarimbas, el asesinato de líderes campesinos, indígenas y políticos.
Estas fuentes de amenazas, las externas y las internas de la burguesía y la derecha política nacional, no son extrañas para cualquier proceso revolucionario que, como el nuestro, busca desplazarlas del poder político y económico. El triunfo de la revolución dependerá de cuánta fuerza acumulemos mediante el diseño de nuestra propia estrategia de guerra en lo ideológico, político, internacional, militar, organizativo, económico, financiero, etc. Así lo entendió Chávez y por eso la unión cívico-militar, los consejos comunales y las comunas, los organismos de integración internacional, el Plan de la Patria, la soberanía sobre nuestras materias primas, la propuesta socialista, etc.
La segunda fuerza contraria a la revolución tiene su origen en la debilidad ideológica, política y organizativa al interior del propio proceso revolucionario, que por ser tal y sin pretender justificar nada pero si interpretar, es lógico que ese sea un resultado, más aún cuando el camino recorrido muchas veces se cruza y confunde con los de la burguesía. Esas debilidades se manifiestan de muchas maneras; una queda contenida en una palabra: "infiltrados" o también en la expresión "quinta columna". La idea que subyace tanto en la palabra como en la frase, no adquiere materialidad sólo en una persona, sino fundamentalmente en el cómo se concibe hacer gobierno; es decir, es cierto que el enemigo inserta a su gente dentro de las estructuras del gobierno con la objetivo político de sabotear, pero no lo es menos la falta de mecanismos que lo impidan. Y más allá de los mecanismos, es la concepción que se tenga de para qué "ocupamos" esas estructuras. Si tuviéramos esa claridad, si comprendiéramos que "ocupamos" una parte del gobierno para transformarla en beneficio de los objetivos de la revolución, entonces esos enemigos difícilmente entrarían o, si lo hicieran, serían detectados y expulsados inmediatamente.
No es entonces con números telefónicos o correos que resolveremos el problema; no es convirtiendo a la militancia en soplones que vamos a superar esas debilidades. No ser un soplón, no ser un sapo, es una de las principales características de un verdadero revolucionario. Esos mecanismos, por las mismas condiciones que explican a los infiltrados, fácilmente pueden convertirse en medios para venganzas personales, para el "quítate tú pa’ ponerme yo", para crear clanes y grupos. Si queremos enfrentar esa amenaza la estrategia debe concentrarse en el componente ideológico y político de nuestros cuadros mediante el sistema de formación que diseñamos; en el desarrollo y fortalecimiento de las estructuras del Poder Popular, en la ejecución del Plan de la Patria, en ir transformando cada espacio que ocupemos. Entre tanto, se debe afinar el tino para designar jefes y responsabilidades, como parte de una clara estrategia revolucionaria.
Impidamos que después ya no sea el teléfono o un correo, sino mecanismos de exterminio físico los que se propongan.
*Comunero, Diputado AN/Psuv, Portuguesa, [email protected]