En las guerras se gana y se pierde, sino recordemos la de independencia en territorio venezolano. Fueron once años batallando entre derrotas y victorias por parte de las fuerzas republicanas, con Bolívar a la cabeza, pero al final se obtuvo la victoria definitiva y nunca más los colonialistas españoles sometieron a los venezolanos a su dominio. Se perdieron en este caso los primeros combates, pero luego del correspondiente aprendizaje que cada derrota proporcionaba a los emancipadores se consiguió el objetivo anhelado: la independencia.
Pero ahora en esta guerra librada en Venezuela el desarrollo de los acontecimientos evoluciona en sentido inverso a lo acontecido en nuestro territorio luego del 19 de abril de 1810. Iniciamos ganando pero parece que vamos a terminar perdiendo, pues tal como se muestra la situación en los días que corren no son buenas las noticias para la mayoría de los venezolanos, víctimas de las consecuencias de este conflicto. La Guerra económica la estamos perdiendo. En estos últimos años lo que hemos recibido son derrotas consecutivas. Nos han derrotado en estos meses de dicha guerra los especuladores, los acaparadores, los bachaqueros, los contrabandistas, los corruptos, los malandros, los delincuentes. Nos ha derrotado igualmente la inflación, la especulación, la escasez, el contrabando, el bachaqueo, la inseguridad, las colas. Y está siendo derrotado también y principalmente el gobierno presidido por Nicolás Maduro pues hasta ahora se ha mostrado totalmente errático e ineficiente para combatir cada uno de estos problemas.
A este respecto el gobierno no da en el clavo, perdió el mingo, está ponchao, la brújula la tiene desenfocada. Intenta pero no pasa nada. Aprueba leyes, cambia ministros, designa comisiones, discursea, pero los problemas persisten, se mantienen, están vivitos y coleando. Y nosotros sufriendo. No se consigue leche, aceite comestible, papel sanitario, harina de maíz, pastas, café, desodorante, pañales, baterías para automóviles, cauchos, etc. La carne de res, el pescado y el pollo están por las nubes y siguen subiendo de precio; lo mismo pasa con las frutas, hortalizas, granos, tubérculos y verduras, e igualmente ocurre con la ropa y calzados. Algunos productos se pueden obtener en los abastos Bicentenario, pero eso después de madrugar y soportar una cola inmensa durante diez o más horas, en medio de la cual lo que uno ve y oye son insultos, agresiones, groserías, además de las peleas de la gente por los puestos, por los coleados, por los maltratos, etc.
En fin, las cosas no están bien en el país y esto afecta en demasía tanto al pueblo como al gobierno. Para este último lo anterior acarrea, entre otros efectos, la disminución continua de su credibilidad, tal como lo corroboran las encuestas y la participación cada vez más mermada de la gente en las elecciones internas del PSUV. Hay decepción sin duda, el ánimo está decaído, existe desencanto y frustración, sino métanse los funcionarios gubernamentales en una sola de las miles de colas que hoy abarrotan supermercados, farmacias, caucheras, los PDVAL, los MERCAL y los abastos Bicentenario. Aquí lo que escuchamos son quejas, denuncias, críticas, insatisfacciones.
Así que, compatriotas gobernantes, menos discurso y más acción, menos macropolítica y más micropolítica, más soluciones reales a los problemas cotidianos, más victorias frente a la guerra económica. Menos colas, menos inflación, más abastecimiento, más producción nacional, más eficiencia gubernamental respecto al desempeño económico nacional. De no ser así, las venideras elecciones parlamentarias están perdidas con toda seguridad, lo cual será el inicio de la catástrofe y el acabose del chavismo como gobierno. Si esto ocurriera, podemos caracterizar tal derrota como la mayor traición infringida al legado del Arañero de Sabaneta, y esto apenas dos años después de su fallecimiento.