¿Por qué nos dejamos gobernar?; los límites y la necesidad en el camino del alzamiento

“Que no quepa duda,

 Les responderemos con el puño a aquellos

que quieran afectar el interés nacional”

Nicolás Maduro

¿Verdad?

De acuerdo con el discurso de Maduro en la Asamblea Nacional, se ratifica el control estatista y oligopolio de la economía rentista mediado -siendo su garantía de paz- por las políticas sociales redistributivas. El sujeto fundamental de desarrollo como nunca en estos años, es la inversión privada y el empresariado (los enemigos odiados de Diosdado terminan siendo la salvación de Nicolás, solo los pendejos como nosotros no nos hemos dado cuenta la trampa discursiva que hay en esto. Ya el nazi Karl Smith lo había dicho: el jefe gobernante, gobierna inventando el enemigo que más le conviene). Se ratifica en definitiva el desastre a que nos ha llevado un reformismo guiado por la visión corporativa burocrática del poder sin una masa alzada que lo haya puesto contra la pared.

Pero no es el caso de examinar políticas sino las peticiones frente a este cuadro agónico. La idea de que del “ya basta este gobierno” se deja colar por muchos espacios, unos más explícitos que otros en el campo político, tanto izquierdistas como derechistas: Ugalde, la liga protofascista, hasta el arrogante reformismo de Heinz Dieterich. Pero no se queda allí, de hecho ya rueda por las calles. La situación es tan desesperante como incomprensible, por lo que se hace cada vez más común establecer una causalidad simple: gobierno=ladrones-=penuria propia, por tanto ”váyase Maduro”. Las vivencias reales en calles, colas y trabajos hacen que esta ecuación por más simple que sea y no tome en cuenta otras tantas razones y causas del desastre, tenga una enorme carga de verdad. Ladrones significa mucho más que robarse algo, es robarse una esperanza común que se condensó en el significante de la revolución.

Pero a continuación uno tras otro de nosotros vive su vacío propio: ¿y entonces qué?. “Tendrá que venir otro gobierno”, será la norma que se debe reafirmar a continuación. El “político” ya lo tiene claro según sus intereses respectivos de poder, mientras que la base del pueblo no. El vacío masivo ya no denota una posición en este caso, sino connota una actitud por lo general de sometimiento de acuerdo a su propia configuración  de ciudadano; “sí debe venir otro gobierno”, dicho de cualquier forma. Sin tener ni idea de cuál podría ser ya la trampa esta creada: “tenemos que ser gobernados por otros”, vaya a saber quien, a estos niveles nadie convence (“pero no acepto escuálidos” dirá el chavista harto y a la vez leal, solo hasta allí). Lo cierto es que según parece debemos ser gobernados, como el salvaje ha de ser civilizado. La caída tramposa está hecha.

¿Tendría razón Mao?.

Los espíritus tristes -digo tristes por la ausencia de vitalidad- le temen en general a la dimensión rebelde de un pueblo, su alzamiento, su expresión de insumisión, atacan la palabra que estimula. La tristeza tiene que ver con el miedo, el miedo al conservadurismo de quien objetivamente no necesita de la revolución aunque la aclame, este último a la necesidad de que todo se diga pero nada cambie; se disuelve la voluntad de poder que tanto costó regar entre nuestros pueblos. El Presidente Mao, una vez fracasada las dos grandes campañas del “gran salto adelante” (económico) “¡que despierten todas las flores!” (político-cultural), entendió los inmensos obstáculos que representaban una casta pro burguesa ya cristalizadas en el poder del partido y el gobierno. Poniéndose del lado de las rebeliones a nivel de la juventud y de los sectores obreros sobretodo en Shangai que se negaban a ser reconvertidos en simples piezas de trabajo a las órdenes de los jefes impuestos, promueve a mediados de los años sesenta la revolución cultural. Posiblemente el movimiento revolucionario de masas mas gigantesco del siglo XX.

El problema no estaba en tumbar gobiernos y poner otro, el problema era la profundización revolucionaria bajo un impresionante movimiento de masas insumisas que exigían la transformación total de la sociedad, donde desaparezcan todos los arcaísmos autoritarios de la vieja sociedad feudal y los nuevos burgueses dando paso a una verdadera democracia popular. ¡No queremos que nos gobiernen, queremos gobernar!, podría ser una frase síntesis de aquel maravilloso movimiento. A la final fue imposible a pesar de su fuerza. Miles de años de  los más terribles despotismos chinos no pudieron ser vencidos y la revolución cultural  se hunde en ellos también. Las consecuencias están hoy a la vista, pero el ejemplo nunca muere.

Entre nosotros, todo este programa estatista, oligopolio, estimulado por el reformismo  burocrático instalado en el poder desde hace más de diez años, ha fracasado por completo, moral y económicamente. Han defalcado un país por entero. Y allí es donde viene el problema. ¿Se estimula o no la rebelión revolucionaria de masas?, ¿tenía o no tenía razón Mao?.

El miedo tiene la dimensión del enemigo a quien se debe enfrentar, y los enemigos aparentemente lucen muy poderosos y hasta asesinos hoy en día (la misma manipulación mediática de la muerte hecha por la derecha lo estimula). Si no les es posible vencernos por el espíritu entonces será directamente tu cuerpo el que sufra. Ese es el mensaje. A la final no nos damos cuenta de nuestro propio poder como fuerza colectiva y nos arrimamos a los puntos fuertes externos, por miedo a fuerzas que creemos no tener. Es el efecto de alienación inducida que ejerce la impostura del miedo virtualmente difundido y reforzado finalmente a través del fanatismo religioso.

Ya sea presentes y gobernantes, en este caso ¡viva Maduro!, o los deseados ¡viva lo que sea desde opositores derechistas hasta cualquier fórmula, o saquen este gobierno y pongan otro, lo que sea!, se pide que nos gobiernen. Entre tanto, el ejercicio directo y colectivo del poder nunca está presente, teniéndole pánico si quiera a pensarlo como posibilidad. Es el miedo del ciervo (dicotomía entre la moral del ciervo y la moral del alzado) cuando se entra en una situación crítica y desastrosa como la que empezamos a vivir. 

La pobreza de los gobiernos proporcionalmente equiparable a la riqueza espiritual y productiva de los pueblos. Principio de “Buen Gobierno”.

Es el momento de ordenar lo que los gobiernos revolucionarios de Chávez y Maduro fueron incapaces de materializar. No por ineptos, ni razones ideológicas o de moral individual de uno u otro. Simplemente con el aparataje que tenemos encima gobernándonos ni el Che Guevara fuese capaz de emprender un programa socialista y libertario de la magnitud que una y otra vez pidió Chávez, testimoniando su impotencia. Eso significa dar un paso de poder que por mucho tiempo se ha pedido y postergado, fatigando hasta la imaginación colectiva liberadora y llenándola de promesas y recursos, que llegaban según lo grados de silencio y obediencia comprobados. Pero todo eso se acabó, ya no hay más, los amos terminaron de chuparse todita una renta que el mercado capitalista le quita valor cuando le da la gana. Mucho mejor entonces que ahora sí se puede hablar claro.

La pobreza contiene la alegría de lo colectivo. Lo vivimos con todas las dificultades y peligros que supone comunidades invadidas por la “ocupación mafiosa” que se viene acrecentando en todo el país. Pero aún así está y se expresa, no hay resistencia más extraordinaria que la continuidad de ese colectivismo y solidaridad de la pobreza contra el cual no ha habido mafia ni poder, ni arrinconamiento urbano que pueda. Allí está toda la potencia revolucionaria y desde ella se pudo hacer lo que se hizo. Con el defecto que aún pide bienes que el colonialismo y la desigualdad social les quitó y gobierno que administre la necesaria caridad con su tragedia, allí se esconde también sus propios individualismos y bajas traiciones. Desde estos límites nos convierten en masas a disposición de quien nada tiene que ver con esta historia bella y durísima de la pobreza. La masa por tanto no es nada mientras no se gobierne a sí misma, eso lo ha dicho muy claro el espíritu original de la revolución bolivariana, y los que se dicen sus vanguardias minúsculos condenatorios de ambiciones individuales o grupales, mientras no se conjugue una batalla libertaria común que se funda con la masa.

El “Buen Gobierno” que tenemos que conquistar, ahora sí, de lo contrario la burguesía nueva y de siempre aplastarán toda la historia comenzada, no es un desplazamiento del presente por otro caudillismo u otra facción. Todo lo contrario, a estos niveles ¡no necesitamos que nos gobiernen!, no necesitamos de promesas como esa “mano dura” contra el malo expuesta por Maduro; prometida desde las alturas de un gobierno repleto de esos “malos”; inútil creerlo. Esa mano dura tiene que organizarse y activarse desde una base en la protesta, la movilización, la toma de tierras e instituciones, la huelga y el desafío a poderosos y burócratas. Es el alzamiento que necesitamos y está en puertas. ¿Hacia qué?. Necesitamos reventar la contra que impuso la burocracia creyendo que con el manejo de la plusvalía de la renta iba a manejar el país, a burgueses y trabajadores, a su conveniencia.

Ya la actividad de corredores comunales territoriales, con parlamentos y autogobierno propio nos dan la seña del camino hacia el “Buen Gobierno”. Pero es solo el comienzo todavía tímido y sin estrategia general. Es necesario sacar alcaldes y gobernadores que son unas verdaderas lacras sobre las comunidades. Es tomar los bienes de una oligarquía importadora que goza de todos los beneficios en activos dolarizados de la renta nacional y luego impone sus condiciones a la distribución nacional si les da la gana. Tomar toda esa cantidad de industrias y maquinarias todavía enjauladas o abandonadas que hoy no son más que cachivaches que revenden los más vivos. Sacarles las tierras con las cuales hacen negocios cada vez más lucrativos y mafiosos. Tomar los bienes de las mafias distribuidoras y de intermediario. Ponerle un parado a la Guardia Nacional que sigue siendo la misma a aquella que nos disparaba en el 23 de Enero o en la Plaza la India frente a La Vega, y dejó tantos muertos. Exigir que todas esas misiones pasen directo a mecanismos auto gobernantes de distribución tanto de la riqueza redistribuida como del producto tecnológico y alimentario.

Cada cuidad y colectividad, cada toma obrera, es hoy en día un conocimiento y una experiencia aprendida, a partir de la cual podríamos, como decía un campesino ayer ¡alimentar América!, con nuestras manos. Y si quieren no nos compren una gota de petróleo, que una vez “alzados” la sola riqueza natural de nuestras tierras nos dará el capital de partida para hacerlo. Y eso no es para un mañana indefinido. En un “Buen Gobierno” de masas, colectividades, trabajadores, que ponga contra la pared al Estado, y un plan nacional conjunto y multidimensional de fuerzas obreras, comunales, indígenas, urbanas, en poco tiempo no va a sobrar el excedente que la maldita renta parasitaria nos han dado por mengua y mucho más. ¿Hay miedo?, claro, se explica y comprende, pero ese es y allí está el enemigo principal a vencer.

Volvemos a decir: ¡no es solo producir!, es organizar todo lo que se pueda de una población que comenzará a sentir de nuevo el hambre y promover su gobierno colectivo y directo. ¿Hay otra salida? Claro el sometimiento definitivo a ser gobernados por los mismos que ya sacamos y dejamos que de nuevo estén en puertas. Entre una alternativa u otra nos estamos jugando el tiempo que viene.



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Roland Denis

Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación y Desarrollo entre 2002 y 2003. En lo 80s militó en el movimiento La Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es autor de los libros Los Fabricantes de la Rebelión (2001) y Las Tres Repúblicas (2012).

 jansamcar@gmail.com

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