No es exactamente eso que plasmas en tu carta imaginada, Laureano. Si algo de verdad hay allí señor Márquez, es que si, que Venezuela fue dotada de incontables recursos naturales, con los cuales debió haberle correspondido otro sitial en el desarrollo económico de los pueblos del mundo. Pero de allí a que le achaques a los 15 años de revolución bolivariana, todos los desaciertos por los cuales no se ha alcanzado tal sitial, me parece una exageración, mi estimado Laureano. Mira Laureano, de fácil es recordar si tu memoria no sesga por conveniencia, que desde hace unos cuarenta años la creatividad popular produjo un chiste donde se insinuaba que Dios había enviado a Venezuela incontables riquezas, pero nos envió a adecos y copeyanos para la aniquilación de tales bondades naturales. Es probable, por esas sin razones que los humanos alimentamos, que allí estuvo parte de tu inspiración en la carta a Maduro que a Dios le achacas. Porque es que Laureano, por más que con notable cinismo, le impongas a tus letras ese humor grisáceo que sueles exponer, el odio a los logros para los más necesitados, aunque pequeños sean, pareces exhibirlo a leguas mil. Una Carta de Dios jamás obviaría por ejemplo, estimado Laureano a los tres millones de pensionados que en algo justifica esa aritmética simple con la cual intentas, en vano descalificar las inversiones sociales de la revolución. Le achacas a Dios una inconsistencia matemática si dejas en incógnita algebraica la variable ponderativa de la población humana. O no vale nada el casi millón de viviendas para los pobres, Laureano, por Dios. No Laureano, tu carta está mal imaginada. Ese no es el Dios de los pueblos. Jamás un socialista aspiraría de ti Laureano, que entre los más notables personeros que mencionas y de los cuales la naturaleza nos pudo dotar, menciones al venerable presidente Chávez, pero no sé, que segundees al El Libertador después de Bello, no me parece altruista. Porque Laureano, ni ése Dios que tu imaginación anima, podría omitir la entrega de Chávez por la causa necesitada de este país. Por último, laureado escritor de elegantes prosas mordaces, no me le diga a su Dios que José Guerra, renegado comunista de pasiones encontradas, conforme el equipo que podría recomendar a Maduro las excelencias de un camino económico para Venezuela. Por favor no. Porque es que sería fácil pensar entonces, que no se trata de una imaginación trasmutada al Supremo Ejecutor, sino, mal que te pese, de una diabólica travesura devenida de las profundidades del infierno.