Carta a mi comandante Nicolás Maduro (I)

Algo tenía en mente el Comandante Chávez, cuando en mayo de 2012, a través de la Dirección de Geografía y Cartografía de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Digecafa), entregó a los oficiales de la FANB una biblioteca personal compuesta de apenas 9 libros. Entre ellos se encontraba uno "maldito": El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo.

En la dedicatoria de esta obra monumental, él le dice a Lorenzo El Magnífico: “Desearía, sin embargo, que no se considerara como presunción reprensible en un hombre de condición inferior, y aun baja, si se quiere, la audacia de discurrir sobre la gobernación de los príncipes y de aspirar o darles reglas... [porque] también ocurre que únicamente desde el fondo de los valles pueden verse las montañas bien y en toda su extensión. En la política sucede algo semejante...”.

Amparado en tan sabias palabras, me atrevo a escribirle esta serie de Cartas, que iré paulatinamente dando a la luz de la opinión pública, con el explícito deseo que lleguen a sus manos o la de sus colaboradores más inmediatos. Al igual que Maquiavelo, y guardando las inconmensurables distancias que me separan de este genial y puro pensador político, no adornaré mis palabras ni haré giros semánticos con el solo fin de impresionar a los lectores.

Por ser lo mediático un asunto de fundamental importancia, porque buena parte de la política no es sobre la realidad desnuda, sino más bien de cómo ésta se percibe, en esta primera Carta me referiré a ello y le indicaré, respetuosamente, las fallas, los aciertos y lo que Usted debería hacer y no hacer en este difícil campo, de acuerdo a un detallado análisis, el cual, por razones de espacio, no expondré.

En primer lugar, no es conveniente hablar en primera persona: “Yo tengo los reales”, “Yo voy a meterlos presos”, “Yo les prometo...”, “Yo sé cómo”. Recomiendo hacerlo en segunda persona del plural: “Tenemos los reales”, “Vamos a meterlos presos”, “Le prometemos...”, “Sabemos”. Es menos chocante y da sensación de liderar un verdadero y homogéneo equipo de trabajo; porque sólo después de forjar un liderazgo propio, que aún no tiene la magnitud y brillo del Comandante Chávez, podrá utilizar su persona como sinónimo de lucha y símbolo del poder del Estado.

Evite hacer anuncios con términos rimbombantes como “Sacudón”, “Golpe de Timón”, “Importantes Anuncios”, si tales anuncios son (o convienen que sean) ambiguos, laterales, dilatantes o secundarios; porque se pierde efectividad en el poder de convocatoria y la necesaria expectativa que conlleva la alocución del Jefe del Estado. Sin embargo, ha sido acertada, en mi opinión, “diluir” los duros anuncios económicos, a través de una estrategia de “goteo”; lo cual hace recordar el famoso experimento de la rana que saltaría fuera si es arrojada a una cacerola de agua hirviendo, pero que se cocinará tranquilamente si la temperatura es aumentada paulatina y sin sobresaltos.

La sobre-exposición del Comandante Chávez a los medios de comunicación fue algo notorio y complejo; por cuanto precisa de un difícil y esquivo equilibrio: poca aparición en los medios denota ausentismo y debilidad en el manejo de la cosa pública; pero mucho conlleva paradójicamente a la saturación y agotamiento de la imagen presidencial. En este sentido, el punto óptimo sólo lo establece Usted. Sea especialmente cuidadoso con este factor.

Por último, en esta primera Carta, sugiero organice o disponga, si aún no lo ha hecho, algo que Maquiavelo encarecidamente recomendaba: que quien ejerce el poder político debe disponer de un grupo de “sujetos sabios” que “no teman decirle la verdad”, como contrapartida a los aduladores “de que todas las cortes están llenas y atestadas”. Esto especialmente es importante, y me recuerda cuando en junio del 2009 surgió el asunto del “hiperliderazgo” de Chávez (Centro Internacional Miranda, CIM), momento en el cual tanto el Comandante Chávez como Usted, siendo su Ministro de Relaciones Exteriores, mostraron fuerte desacuerdo. Chávez, sin embargo, rectificó su posición dos años después, en conversación telefónica con Ernesto Villegas, mientras entrevistaba a Juan Carlos Monedero, miembro, precisamente, del CIM. Eso muestra humildad, magnanimidad, de la cual, respetuosamente, sería conveniente mostrara más a menudo. Es importante.



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Juan Carlos Villegas Febres


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