Tomo de El Universal del 12 de marzo último la nota, firmada por José Carreño, cuya cabeza dice: “Salinas critica a caudillos de izquierda en AL” “Dice que le preocupa el futuro tras la elección aquí”. Reproduzco los párrafos sustantivos de la nota: “ El ex presidente Salinas reapareció aquí para lanzar una alerta contra los peligros por el retorno de los caudillos en Latinoamérica, que sólo debilitan las democracias de la región” “La democracia debe ir adelante, pero con respeto al régimen de derecho y ley, o se convertirá en un instrumento de los caudillos” “Al inicio de su intervención expresó su preocupación por las consecuencias de los resultados de las elecciones presidenciales en México y su impacto en la siguiente generación” “ El centro político y económico en Latinoamérica está donde estuvo en los 90, pero la retórica se ha ido a los extremos y los países de la región corren el peligro de permitir el retorno de caudillos que usen las formas democráticas para debilitar la democracia, advirtió Salinas”.
Ciertamente, en lo dicho por el tal Salinas, no hay desperdicio. Nunca ha sido más oportuna, como lo es hoy, su aportación al proceso histórico que viven nuestros pueblos, esos que por todas partes se manifiestan maldiciendo la herencia de los brujos que pretenden retornar (esos de los 90), los Carlos Andrés Pérez, de Venezuela, los Carlos Menem, de Argentina, los Carlos Salinas, de México, y de tantos otros tránsfugas que, bajo el manto del Consenso de Washington, regalaron las riquezas nacionales a los intereses transnacionales, en aras de la “democracia”. La verdadera democracia (simple y sin comillas) es la que está llevando al poder, por la vía electoral, a líderes que proponen proyectos diferentes al nefasto neoliberalismo empobrecedor y entreguista. Si la democracia es el instrumento para que el pueblo decida el destino de sus países y para que designe a sus gobernantes, incluso para que los destituya en caso de no cumplir, entonces eso es lo que resulta ser una verdadera amenaza, pero para los privilegios de unos cuantos. Si convocar al pueblo para emprender el camino propio es caudillismo, pues adelante con el tal caudillismo; de lo que sí puedo estar seguro es que, por muy iluminado que sea el convocante, sólo podrá lograr el respaldo si responde al interés popular, llámese como se llame; sea Andrés Manuel, sea Lula, sea Tabaré, Kirschner o Chávez o Evo o Batellet. Durante la guerra fría se acostumbraba descalificar los movimientos populares, aduciendo el fantasma de comunismo y explicándolos como producto de la agitación provocada por el oro de Moscú; hoy que eso ya no existe, tienen que inventar nuevos demonios para seguir intentando engañar a la gente. Para ellos (los Salinas) Fidel Castro ya pasó de moda o ya no les es útil como espantapájaros (será porque cada vez es más admirable su dignidad y resistencia) ahora el “petate del muerto” es Hugo Chávez, ese demonio que está “desestabilizando a sus vecinos” con los dólares de su petróleo; el que “impuso” a Evo Morales en Bolivia y que, según el PAN, está manipulando a los mexicanos para “imponer” a López Obrador. Suponen que el pueblo sigue siendo el mismo tonto que creyó en sus promesas y, ahora, en sus amenazas. Las campañas mediáticas ya no producen el mismo efecto desmovilizador. La gente tiene muy claro quienes han sido los causantes de sus padecimientos, se alía con quienes identifican como contrarios a los depredadores; no de otra manera se puede entender que, contra toda la parafernalia mediática aplicada contra AMLO, su popularidad sigue en ascenso.
Lo único que en común tienen los llamados caudillos latinoamericanos, tan temibles para Salinas, es que responden, cada quien a su manera, al rechazo popular a las políticas de empobrecimiento impuestas por los neoliberales.
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