El extraño mundo de Subuso fue una tira cómica de años ha, surrealista, divertida, sutil, ingeniosa, profunda. O sea, no parecía una historieta. Se publicaba en algunos periódicos por los años 50 y 60. Pongo la frase «el extraño mundo de Subuso» en Internet y hallo que nombra cualquier extrañeza.
Cedo a la tentación de usar este lugar ya común para caracterizar el mundo extravagante en que vive la oposición histérica y gafa. ¿Hay otra? Ojalá. Me refiero a esa que jamás ve el Canal 8 ni oye la Radio Nacional y apaga el televisor o el radio al comenzar una cadena. Deben vivir un mundo bien extraño, amén de las amenazas en que se sienten, como la que me comunicó una eminente académica: el militarismo, el fascismo. No supe si se refería al militarismo y al fascismo del 12 de abril de 2002.
Pongamos este caso: un opositor paga por cuotas un vehículo o una vivienda adquiridos mediante crédito mexicano, indizado, indexado, como se llame. Le dicen anatocismo, palabra que no sé de dónde viene. He fatigado diccionarios en varios idiomas y la palabrita no aparece, como esa otra de escabino, ya aceptada por el Diccionario de la Real. Anatocismo significa en todo caso capitalización de intereses. Cualquier deuda se vuelve, pues, una máquina infernal en que al final se debe más que al comienzo, luego de pagar tal vez varias veces el préstamo, con la consiguiente pérdida del bien. Es kafkiano porque hay casos en que prohíbe abonar al capital. Cuando ya tiene casi perdida su vivienda o su auto, el banco lo llama e inesperada cuan inexplicablemente le anuncia que le reprograma el crédito y le devuelve el dinero pagado en exceso. Ninguno de sus medios mentirosos le informó que el Tribunal Supremo anuló esta forma de crédito, que bloqueaba el acceso de la clase media a la propiedad sobre bienes cardinales.
Y viajando en el automóvil salvado se encuentra de pronto con un puente sobre el Orinoco o con una autopista nueva. O se entera de repente de que hay un tren en el Tuy o una nueva línea de metro o que su jardinero aprendió a leer y hojea un Quijote lujoso y gratuito. O cómo fue que la cieguita vecina volvió a ver gracias a la Misión Milagro.
Si supiera las cosas que se está perdiendo.