El domingo 19 de marzo, en la Avenida Bolívar de la ciudad de Caracas, la verdad se mostró tal cual es, es decir, desnuda.
Y esta creo debe ser la metáfora que se puede construir sobre la base del acto llevado a cabo en ese lugar por el artista conceptual, y fotógrafo, Spencer Tunick.
Qué importa si fueron mil o mil quinientas las personas que prestaron sus cuerpos desnudos para llevar a cabo una intervención del paisaje urbano de la capital venezolana. Lo que importa es que allí estuvieron, que participaron llenos de alegría, que dejaron aparte falsos pudores, y que hombro a hombro estuvieron cuerpos jóvenes y de bellas proporciones, junto con otros de personas mayores, o de no tan agraciadas figuras; así como la de un estudiante universitario que nunca podrá caminar debido a una atrofia de sus miembros superiores e inferiores, razón por la cual está condenado a deambular en silla de ruedas.
Pocos fueron los curiosos que se hicieron presentes en las zonas aledañas, y eso que el evento contó con muy buena promoción en los medios impresos de la capital, y dentro de esa escasa presencia de mirones, muy pocos fueron los que aplaudieron el acto, por lo que de nuevo la verdad desnuda se hizo presente, pero esta vez en forma de tabú, puesto que muchas de las personas que manifestaban su rechazo lo hacían alegando que la estatua del Padre de la patria no se merecía ese irrespeto, y otros, de manera prejuiciada, tildaban de homosexuales a los hombres que participaban en el evento.
Pero donde se puede construir la metáfora es en la imagen que muestra a hombres y mujeres desnudos rodeando la estatua de Simón Bolívar.
Lo que para algunos es un acto que roza el sacrilegio, para otros, entre los que me encuentro, no es más que la materialización de un símbolo de libertad, hermandad e igualdad.
Libertad, puesto que los tabúes fueron derribados.
Hermandad, puesto que bien poco importa quién es, y de donde viene el “otro”, la persona que comparte un mismo espacio y que en la mayoría de los casos nunca antes había tenido contacto con ella.
Igualdad, puesto que al estar desnudos los símbolos externos de riqueza y de clase quedaron abolidos.
Y qué duda cabe, estamos en tiempos de cambio.
El domingo 19 de abril de 2006, sobretodo para quienes tenemos sesenta o más años, marcó un hito en el hecho cultural venezolano, puesto que a la luz de lo que pasó hoy en la Avenida Bolívar, qué lejos se ven aquellos tiempos en los que no se podía cruzar la plaza Bolívar en mangas de camisa, o llevando un bulto en la mano; qué lejos se ven aquellos tiempos en los que se arrestaba a una pareja por besarse en la vía pública.
De eso hace apenas unas tres décadas.
Caracas, 19 de marzo de 2006