Buscando los recuerdos en el laberinto de los tiempos, poco a poco fui recordando los hechos y situaciones determinantes de la vida, donde están las huellas que han ido marcando el largo camino recorrido hasta ahora. De repente, sin querer, me quedo en el más profundo silencio y a lo lejos logro escuchar el eco de las palabras que se cruzan como ráfagas de viento cálido en el pensamiento de las ideas. Así, como si me devolviera en el tiempo, recordé cuando estudié Primer Grado, donde mi mamá fue mi maestra. Mi madre era disciplinada, didáctica, de pensamiento emancipador, pero además exigente. Eran jornadas de clases intensas, constructivas, donde las lecturas eran ejercicios diarios. La revista Tricolor, los libros Silabario y Coquito, eran los más utilizados. Confieso que las primeras letras me fueron difíciles y en el Primer Grado me quedé a repetir, porque mi propia madre consideró que yo no había aprendido ni la letra "o" por lo redondo; así que tuve que repetir irremediablemente. Como sanción adicional me impusieron las planas y planas durante meses; y como complemento, la "ayuda" de mí hermana Martha, quien a punto de coscorrón logró que yo aprendiera a leer y a decir: ¡Regálame un libro!
A pesar que ya estaba "ducho" en la lectura, al año siguiente reprobé nuevamente el Primer Grado. Ya eran dos años de aprendizaje acumulado y eso que no les cuento la historia completa de cómo fue que logré avanzar hasta el Segundo Grado, pero a la tercera fue la vencida. Poco a poco fui avanzando y cuando ya estaba en el liceo me interesé mucho por la historia de mi patria, por los gobiernos y los sistemas políticos. En cada conversación con mi madre, me recordaba la importancia y el placer de leer. "Léete este libro" -me decía- y yo como siempre, le hacía trampa, porque simulaba que estaba leyendo el libro que ella me recomendaba, pero en realidad yo ocultaba en el mismo libro una novela vaquera, bien fuera de Marcial Lafuente Estefanía o de Silver Kane. ¡Plomo parejo!
De verdad, uno de los libros que me gustó mucho fue Introducción a la Filosofía, de Ignacio Burk, donde empecé a comprender los principios que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, el sentido de la vida y el obrar humano. Otro de los libros que me ayudó a comprender la historia de Venezuela fue el del autor Alberto Arias Amaro, donde se narran hechos claves de la evolución política de nuestra patria y su camino indetenible hacia la libertad. Aunado al ejerció de la lectura, también llegaron las primeras novias, a quienes les escribía poemas para expresarle ese sentimiento hermoso que es el amor. Así fui combinando lectura y escritura, interesándome cada vez más por la lectura. En la universidad tuve que leer muchos libros para lograr la meta propuesta.
Como vemos, en ese largo recorrido por los laberintos del tiempo, también las circunstancias y el ambiente van marcando el camino. El mío ha sido entre libros, aunque creo que no he leído mucho, porque ahora es cuando me falta por leer. A pesar que hemos escrito algunas cosas por allí, ahora es cuando falta por escribir. Aprovechando que hoy jueves 23 de abril es el Día del Libro, regalemos un libro, regalemos una poesía. Desde mi propia inspiración regalo esta para la Reina: Tú eres mi luz y mi sol, por favor no me dejes de alumbrar, si lo haces me apagaré, se apagará mi alma junto conmigo, pero nunca se apagará este inmenso amor que siento por ti. Hoy 23 de Abril regalemos un libro lleno de páginas de esperanza.
*Politólogo.