Mi palabra

¿Para donde va? ¡A buscar votos!

"Los votos deberían pesarse, no contarse."

Friedrich von Schiller

Una señora, amiga de muchos años, muy adeca, creo que lleva ese sentimiento en el corazón, como una pena de amor. En días pasados, me hizo una pregunta, un poco insidiosa, con algo de burla se le notaba la mala intención, aprovechando el momento que estamos viviendo: ¿Mire usted no se va lanzar de candidato? Después de un pequeño silencio, me dispuse a responderle, con todo el respeto que se merece una dama, pero a la vez, tratando de aclararle mi firme decisión sobre cualquier elección para las asambleas (nacional o regional) y a las alcaldías. Mi respuesta: un ¡no! rotundo, sin dejar ninguna duda; nunca he tenido vocación para pedir votos, aun, cuando pase muchos años en la calle en funciones políticas, llegando incluso a ser concejal suplente por el partido comunista, cuando se recibía una dieta monetaria insignificante, el cual era precisamente para ayudar a todo el que pedía una colaboración, al final, nunca se cumplía por la falta de conciencia de los electos, quienes obedecían a las direcciones de los partidos de manera ciega.

Esto ha cambiado poco, parece que la ambición tiene más peso, que la misma conciencia, porque empiezan a salir candidatos, hasta de abajo de las piedras; muchos se presentan como los salvadores de una situación económica preocupante; otros se convierten en los eternos aspirantes (A quien le amarga lo dulce) empiezan a manejar sus piezas, como unos verdaderos maestros de ajedrez, con la firme decisión de seguir gozando de los privilegios de unos cargos, más remunerados, que un premio gordo de lotería; estos señores, siempre consiguen argumentos para postularse a estos codiciados curules, sin haber prestado ningún beneficio a la colectividad.

Sin embargo, todo el mundo tiene el derecho de aspirar a un cargo de elección popular, porque así reza la constitución de la República Bolivariana de Venezuela, pero, ese mismo libro, por el cual se rige la nación, no habla de las cualidades, que deben prevalecer en los aspirantes, porque no basta con ser venezolano, antes todo debe tener una carta de presentación, totalmente inmaculada, para esperar su comportamiento, cuando se encuentre enfrentando la realidad de nuestro país, porque de lo contrario el pensamiento del Libertador Simón Bolívar: "La inteligencia sin probidad es un azote" seguirá desenmascarando a los inescrupulosos, quienes actúan sin ninguna razón en la administración pública. El país no aguanta tanta desidia; salen electos, muchas personas pensando en el dinero, sin importarles, la verdadera función, para el cual fueron electos.

Nuestro país, entra en un nuevo proceso para elegir a los nuevos parlamentarios; algunos candidatos los conocen solamente en su casa, y ni siquiera en el hogar salen ganando, sus actuaciones están muy lejos de un buen ciudadano; otros se la juegan, con el dinero mal habido, precisamente por estar en cargos, donde su primera prioridad es la corrupción, así se disfracen de rojo, sencillamente aprendieron a vivir de esa manera; pero además nos conseguimos a los nuevos aspirantes ( jóvenes y viejos) ofreciendo acabar con todo lo malo del país, verdaderos magos, con la mirada y el pensamiento tan perdido, como caminar en un desierto.

Muchos pasan tan desapercibidos en los cargos, electos por votación popular, que nadie se entera, salvo su entorno por el cambio en su modo de vida, después de ser un ciudadano común y corriente, pasan a un nuevo status, teniendo la osadía de atreverse a dictar cátedras de moral y buenas costumbres, hasta se convierten en unos aguerridos soldados contra la corrupción, cuando no pueden justificar, ni siquiera el 20% de lo que tiene, porque bien lo reza el refrán: "El dinero, es como la tos, no se puede esconder". Pero lo más triste en el proceso electoral, es que algunos de los favorecidos: no saben para que los eligieron, pero aprenden a darle palo a la piñata.

Muchos toman las elecciones, de manera muy folklórica; algunos se limitan a seguirle la corriente al rio, sin enseñar soluciones efectivas; se presentan, como invitados a un sarao, al extremo, que en días pasados, me encontré un amigo en una esquina, con gorra y franela de una organización partidista, como si estuviera en plena campaña electoral; se me ocurrió preguntarle ¿Para dónde va mi amigo? Y rápido me respondió, muy eufórico, como si hubiese conseguido la solución de los problemas ¡A buscar votos! Se marchó muy alegre, dándome la oportunidad de pensar algo irrefutable: la situación puede estar muy difícil, menos para andar ofreciendo sin tener nada que dar.



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Narciso Torrealba


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