Mi palabra

Monseñor Romero ¡Presente!

"El pastor tiene que estar

donde está el sufrimiento"

Óscar Romero

Un buen amigo, quien no tiene nada de chavista, tampoco comulga con la oposición, pero siempre ha creído en el relevo del poder, por la vía de los votos; ferviente admirador de José Gregorio Hernández, por un supuesto milagro, salvando a un integrante de su familia; por ese motivo, todos los años se hace presente en la bella población de Isnotú, para venerar al fallecido médico trujillano. Un día después de la beatificación de Monseñor Romero, en una amena conversación, me lanzó una pregunta muy comprometedora ¿Por qué no han santificado al doctor José Gregorio? Mi respuesta no lo satisfizo; pequé al responderle ¡Tenemos que preguntárselo al Papa Francisco!

Después de algunos minutos, se me acercó sin ningún rencor para darme su opinión: "Esperaba una respuesta seria, porque esa decisión del papa Francisco, de beatificar a Monseñor Romero, marca un episodio muy importante en la iglesia católica; sirve para entender los cambios en el mundo a pesar de las fuerzas del mal, dispuestas a no ver la esperanza y la justicia al lado de los pobres de la tierra". La reflexión del amigo me permite ahondar sobre la vida de dos personajes, siempre dispuestos ayudar a los desposeídos; mueren en circunstancias trágicas: Monseñor Romero, es asesinado por su manera de pensar, al denunciar a los farsantes, y enemigos de la paz; el doctor José Gregorio Hernández, muere al golpearse la cabeza contra una acera, al ser embestido por un vehículo.

Muchos se preguntaran ¿Qué llevó al papa francisco a tomar la decisión de santificar a Monseñor Oscar Arnulfo Romero? Argumentos sobran, pero por sobre todas las cosas, debemos considerar su verbo encendido para denunciar las injusticas en su país. Nunca calló, ni siquiera con la muerte, porque bien lo dijo en un pensamiento: "Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño". Desde el día 23 de mayo de este año, ha revivido en la conciencia de millares de mujeres y hombres en el mundo, seguidores de su pensamiento y valentía. Lo había demostrado en un discurso pronunciado al recibir el doctorado honoris causa en reconocimiento por su defensa en la lucha por los derechos humanos, en una época, cuando en la República de el Salvador, defender a los débiles, muchas veces significaba la muerte; las amenazas no frenaron sus palabras en defensa de los desposeídos, expresando "Las mayorías pobres de nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden el justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país"

En todas sus intervenciones dominicales, Monseñor Romero, daba demostraciones de ser un auténtico discípulo de Jesús de Nazaret; sus homilías eran para crearles conciencia a los feligreses, a los eternos oprimidos, por algo en una intervención dejó estas palabras, para ayudar a reflexionar: "El mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos aun eclesiales. Y también el mundo real de los pobres nos enseña de qué se trata en la esperanza cristiana".

Todos sus documentos, permiten entender el coraje de un hombre dispuesto a defender a los pobres a pesar de todas las amenazas. El lunes 24 de mayo de 1980, cuando oficiaba una misa en la capilla de un hospital, una bala de un francotirador, contratado por la extrema derecha al servicio de los poderosos, acabo con la vida de un humilde predicador. Ahora, después de 35 años, pasa a formar parte de la iglesia, de esa que tanto defendía Jesús de Nazaret, en sus constantes predicas en busca de igualdad.

La llegada de Jorge Mario Bergoglio (El papa Francisco) a la dirección de la iglesia católica es una garantía de cambios en un mundo totalmente convulsionado, donde impera la violencia, poniendo en grave peligro la paz universal. Él, como buen cristiano, y consciente de su papel en la historia, expreso unas hermosas palabras a un nuevo beato probado en la tierra: "Monseñor Romero nos invita a la cordura y a la reflexión, al respeto a la vida y a la concordia. Él supo ver y experimentó en su propia carne el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás. Y, con corazón de padre, se preocupó de las mayorías pobres pidiendo a los poderosos que convirtiesen las armas en hoces para el trabajo".



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Narciso Torrealba


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