Empezó temprano con unos cristianos aviesos que adoptaron el fariseísmo que el propio Mártir del Gólgota había denunciado. Lo expusieron en su peor momento, en el exhibicionismo de una tortura horripilante cuya imagen regaron por doquier como emblema y abandonaron el originario glifo del pez. Desde la infancia hay que adorar y hasta vestir ese suplicio aterrador como si fuese trivial. Y esa ostentación sirve de chantaje fariseo: tienes que adorar a Cristo porque, si no, te haces cómplice de sus verdugos. Y como hablan en nombre del mártir, pues tienes que adorarlos como a él. Como consecuencia, pueden hacer lo que se les pegue la gana en su nombre. Decía Jean Baudrillard que los prelados nunca creyeron, en eso consiste su poder.
A Bolívar lo encaramaron en pedestales, lo endurecieron en mármol y bronce, cada 17 de diciembre nos recitaban su Última Proclama y fue por culpa tuya, Roberto, que Bolívar murió en la desolación. A mí al menos me hacían sentir culpable. Y también se cometían atropellos en su nombre. Todos los presidentes vinieron a completar su obra, todos de mentira, menos dos.
Ahora resulta que los burgueses que tanto afrentaron y persiguieron a Gandhi y a Mandela son sus primeras comparsas. Hasta el ocurrentísimo cómico internacional Barack Obama protagonizó varias chuscadas con una dama alemana, chiste de funeraria que no dio risa a su esposa Michelle, que puso tremenda trompa y hasta se sentó entre ambos, como en las telenovelas de la una. Digo esto porque era obvio que al Presidente de la Segunda Potencia no le importaba Mandela un comino, como le saben a casabe los negros que le matan como moscas en sus narices. De repente vimos a los racistas más encarnizados venerando con fervor la memoria de Nelson Mandela. ¿Tú les crees?
Lo estamos viendo ya con el beato Óscar Arnulfo Romero. Solo faltó que Leopoldo Castillo presidiera algún homenaje al mártir, a quien sus verdugos asesinaron en plena misa. He oído decir que la misa es un sacrificio, pero este sacrificio es ya como monstruoso en cuanto a sacrificios. Más sincera estuvo la curia española, que prohibió a sus fieles asistir a la beatificación. ¡Viva Rajoy, arriba España! Y se la calan.
Nos descuidamos un ratico y nos secuestran de nuevo a Chávez.