"No hay en nuestras vidas,
cómplice más hermoso que el abuelo;
en el tenemos a un padre,
a un maestro y a un amigo"
Leticia Yamashiro
El pasado viernes, amaneció lloviendo para calmar la desesperación de muchas personas; como dicen los llaneros: se abrieron las compuertas del cielo; cayó agua de manera torrencial en casi todo el país; apareció la esperanza en millares de rostro afligidos por los indescifrables caprichos de la naturaleza. Esa mañana me conseguí en una panadería, a un amigo de muchos años; un profesional muy comedido, deportista, siempre trata a cualquiera persona con un profundo respeto, cualidad propia de los andinos; siempre habla de su terruño con mucha pasión, es un amante de sus páramos; nació y se levantó en Mérida, donde estudio para luego trasladarse a portuguesa.
Esa lluviosa mañana, andaba acompañado de un nieto, a quien lleva para el colegio, todas las mañanas con todo el placer del mundo; es un niño muy despierto, aficionado al fútbol y admirador de Messi. Apenas nos saludamos el chiquillo, me lanzó una pregunta de manera espontánea, pero a la vez muy comprometedora ¿Cuál es el punto más septentrional de Venezuela?, no la esperaba, me agarró fuera de base, como dicen en el béisbol. El abuelo, hombre culto y preocupado, me sacó del atolladero; rápidamente se dio cuenta, que no tenía la respuesta en el momento; me ayudo con una expresión para salir del paso ¡Eso queda en el norte del país!
Apenas llegue a mi hogar, trate de borrar el mal momento, buscando rápidamente la respuesta de la inesperada consulta del niño; por supuesto, se me hizo muy fácil, la maravilla de internet la sabe todo; en un instante me dio la explicación: el cabo San Román en la península de Paraguaná. Este impensado instante, cuando me interrogaron, y sin ninguna objeción salí raspado, me sirvió para entender, como cada segundo, cuenta para aprender y enseñar. El pequeño sin pensarlo me dio una lección, para no olvidarla, y sacarle provecho, si existe el interés de salir adelante, porque la vida sencillamente es una escuela, cierra sus puertas, cuando los estudiantes pierden el interés o inevitablemente mueren.
Si, ese día del encuentro comenzó sumamente fresco, por un aguacero esperado con ansiedad por los agricultores; los pájaros también parecían demostrar su desesperación al entonar su armonioso canto , para darle la bienvenida al vital liquido; también me sirvió de estímulo para reflexionar sobre los momentos que se presentan en la vida; como lo deja ver el consagrado cantautor panameño Rubén Baldes, en la letra de una canción tarareada en muchas partes del mundo ¡La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida! Precisamente la vida se compone de pequeños detalles, como el rato, cuando estuve con mi amigo y su nieto, en una amena conversación por demás interesante.
Esta experiencia nos enseña, que nacimos para aprender, con la obligación de escuchar a quienes nos rodean, entre ellos a los niños. El educador brasileño Paulo Freire, lo dice de forma muy sencilla: "Todos nosotros sabemos algo. Todos nosotros ignoramos algo. Por eso, aprendemos siempre" Pero además debemos prestarle mucha atención a un pensamiento del poeta kahlil Gibrán, para ponerlo en práctica, es una profunda reflexión de un gran valor para cualquier mortal: "Aléjame de la sabiduría que no llora, la filosofía que no ríe y la grandeza que no se inclina ante los niños.
Sin embargo debemos tener muy claro: no todos los niños, tienen el privilegio de nacer en un hogar, donde la prioridad es protegerlos de tanta contaminación, principalmente de la televisión, un medio tan alienante, sobre todo en nuestro país, donde los canales privados proyectan programas por demás dañinos, convirtiendo a nuestros infantes en receptores de cuanto veneno consiguen sin respetar los horarios, como es el caso de un canal de televisión por cable: SPACE (Espacio) donde trasmiten juegos de la NBA, utilizando el entretiempo para promocionar todo la basura disponible, empezando por las películas de terror.
Está plenamente demostrado, los niños con rostro de felicidad, nacen en hogares de padres y abuelos, con la preparación suficiente para orientarlos en la educación, desde el mismo momento, cuando dan sus primeros pasos. Por eso es necesario, sembrar la semilla del amor, regarla con mística, paciencia, y la capacidad suficiente para entender todos los obstáculos de una sociedad atrapada por el consumismo; uno de los grandes males de la familia; con razón el psiquiatra Karl Meninger dijo: Todo lo que se les dé a los niños, los niños lo darán a la sociedad."