La talla de las estatuas disminuye alejándose de ellas; la de los hombres, aproximándose.
Anónimo…
La palabra lealtad en revolución la quieren convertir ciertos ‘apóstoles’ en algo sagrado, hasta donde sabemos esta es una de las virtudes de los perros, cuando una persona insulta a otra persona por la cual siente desprecio lo trata de: "perro, escuálido, apátrida, quinta columna, hijo de puta etc." Así actúan los serviles, e incondicionales, incapaces de actuar por sí mismo, arrastrados por el odio, y que son sometidos un tanto más peor por sus jefes, son lo contrario a los que ellos tratan de insultar.
Esto lo escribo por la cantidad de insultos recibidos de unos fanáticos irracionales, por mis últimos artículos donde critico abiertamente los errores en materia económica del gobierno bolivariano del presidente Nicolás Maduro Moros. Sin embargo de los dientes para afuera todos dicen ser revolucionarios, admirar al comandante eterno, y se consideran un dechado de virtudes revolucionarias, especialmente cuando se trata de lealtad, la de los demás no valen, solo la de ellos, hacia los que critican es que somos escuálidos. Suelen reclamar una lealtad absoluta e incondicional a los demás y decir cosas ridículas como esta: "yo soy 100% chavista", como si los Bionalistas tienen reactivos para determinar esos valores en la sangre, tengo pocos amigos en la revolución, pero buenos, yo soy de esas personas que si me insultan y ofenden, los considero unos tísicos intelectuales porque no tienen argumentos para el debate.
Esos fundamentalistas que exigen lealtad absoluta suelen ser muy desleales con ellos mismos, o por lo menos leales mientras les den las migajas de lo que queda de la corrupción, y cuando les conviene. Por su mecanismo psicológico de la sumisión exigen a los demás lo que ellos no están dispuestos a dar, a pesar que en la imagen de portar una gorra roja o al lado de una foto de Hugo Chávez, se consideran como personas extraordinariamente revolucionarias y leales. De allí esa famosa frase: ¡"La mujer del Cesar, no solamente debe ser honesta, sino parecerlo"!
Por eso mientras más conozco a la gente más quiero a los perros. Para mí esa clase de lealtad de estos revolucionarios de pacotilla e insultadores adhominem de oficio, no valen nada, pero nunca caeré en esa ilusión tan común de no creer que en Venezuela no existe: inflación, escasez, colas, homicidios, especulación etc. Nos quieren incondicionalmente, y sin criterios propios, así estemos equivocados. Los perros obviamente tienen sentimientos por el olor que perciben de sus amos que los aman y tratan bien, pero los sentimientos de estos figurines que se comportan como perros no valen mucho, son unas sarnas.
Yo jamás he esperado lealtad de ningún funcionario del gobierno bolivariano de cualquier nivel, y ya no me extrañan las traiciones, y engaños que he recibido, que algún recién vestido me ignore o me haga cualquier cochinada llegada la ocasión, de hecho ya más de una vez me ha pasado. La política para mí no es un negocio, y si uno espera ser tomado en cuenta por los que tienen el poder tiene dos alternativas: engañarse a si mismo cerrando los ojos, o meterse a rastrero y jalabolas.
Considero que la verdadera lealtad es siempre un don, siempre es provisional, y sin condiciones. Uno es leal con alguien en la política porque lo considera que lo hace bien, y mientras lo haga bien, cosa que puede cambiar en cualquier momento. Si uno tiene eso bien claro se evitará un cerro de desilusiones, engaños y malos ratos.
Así que de la fidelidad en la revolución con tanto bicho de uña en lujosas camionetas, mejor ni hablar, es un subconjunto de la lealtad socialista, y no solo es insano sino que además anti natura. A pesar de eso muchos son fieles por muchas razones, yo por ejemplo porque no soy hipócrita, y adulador, ah, humilde pero serio, por eso no califico en la virtud revolucionaria, es solo una circunstancia este oficio de opinar, un accidente que ni vale la pena mencionar.
La única lealtad que vale la pena es la lealtad con uno mismo, y con sus propias ideas. Y a veces ahí también es bueno cuestionárselas de tiempo en tiempo cuando nos utilizan. Y con esto, le aclaro una vez más a los sumos pontífices del sanedrín sus falsas virtudes revolucionarias y socialistas; cuando nuestro pueblo anda de cola en cola, detrás de un paquete de harina pre cocida: al diablo con sus lealtades, y fidelidades revolucionarias.