Llueve y no escampa

A veces, más que imaginación para escribir, lo que realmente necesitamos es del soplo inspirador que nos despierte el alma y nos haga encender el fuego y las llamas de la fe y la esperanza. Precisamente, esa "troika" de palabras es la que se desboca presurosa por los cauces de los sueños, las fantasías, las ilusiones, las pesadillas y las verdades, para llegar finalmente al valle de las ideas y el pensamiento, donde la realidad brilla resplandeciente, con sus olores y sus perfumes.

Precisamente, apenas redacto este primer párrafo, la lluvia se desparrama sobre la ciudad y sus aguas se juntan con el silencio y la soledad para recorrer sus calles dañadas, donde pareciera que más que una gestión de gobierno municipal, lo que hay en acto de venganza terrible hacia las ciudadanas y ciudadanos que habitan este valle, supuestamente cordial. San Cristóbal ha sido gobernada por más de cincuenta años por la detestable derecha venezolana. Durante la execrable época del puntofijismo, gobernaron los adecos y los copeyanos, con sus consecuencias de peste verde y pestilencia blanca; luego le sucedió la época de la dinastía de Narciso, el alcalde que se mandó a hacer una estatua. Ese dúo se divorció de la realidad, pero aun así gobernaron el municipio por varios periodos, con sus consecuencias colaterales, por supuesto. Luego, en una noche de truenos y relámpagos, llegó el temible Nerón y en pocas horas quiso prenderle fuego a la ciudad y convertir a San Cristóbal en la capital de la "guarimba" y de la muerte. Durante tres meses lograron imponer el terror.

Sigo escribiendo, sigue lloviendo. Todo está en silencio y en medio de este sigilo sigo sin entender por qué se perdió la racionalidad a la hora de elegir al alcalde o la alcaldesa de la ciudad. A pesar de la basura en las calles, de la violencia ejercida por la derecha, a pesar del secuestro del que fueron víctima las familias de San Cristóbal, las mismas terminan eligiendo a la improvisación y a la ineficiencia. No puede ser que pueda más el odio que la racionalidad de la gente. Y toda esa situación nos lleva a decir que la ciudad no tiene gobierno municipal, porque el mismo se consumió en las nefastas barricadas de la guarimba.

Y en medio de esa palpitación dolorosa, la lluvia no cesa, así como tampoco cesa la ineficiencia de un gobierno municipal, que sólo se ejerce para visitar al infractor, que se desliza por las ramas verdes de los barrotes fríos de la celda. Así que no podemos esperar deslumbramientos, ni destellos claros y gloriosos del actual gobierno municipal. Mientras otras ciudades del país respiran el aire fresco de la modernización, esta ciudad cada día se hunde en los pantanos de la inercia municipal. Respecto a esta situación, los opositores se hacen la vista gorda, como si nada sucediera. Se ensañan contra el gobernador del Estado, pero no miran puertas adentro de esa alcaldía, donde las aguas de la indolencia se estancan en el olvido.

Mientras tanto el tiempo va pasando, la noche se hace más silenciosa. Una brisa fría sale de la montaña para dejar ver que los vientos de lluvia vienen cargados de agua. No se le puede dejar todo a la gobernación, porque la alcaldía tiene la responsabilidad de actuar, de hacer y planificar. No puede ser que el gobierno del municipio San Cristóbal tape su inercia con su propia inercia. Ineficiencia pertinaz.



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Eduardo Marapacuto


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